Seamos directos: la cosa está mal. El paro no baja como nos hacen creer. Los jóvenes no estudian al precio que solían hacerlo. A muchas familias les sigue sobrando mes al final del sueldo. Parece, no obstante, que se llenan las iglesias y se vacían las calles. La rabia se canaliza en temas como el fútbol o las nuevas fronteras mientras la música es mero entretenimiento.
El nuevo siglo está a un paso de cumplir la mayoría de edad, pero el espíritu reivindicativo de hace décadas es apenas pasto de hemerotecas. Ni se llora ni se mama y mucho menos se escupe contra el sistema como lo hicieron Johnny Rotten y Sid Vicious en los años 70.
Hace 40 años firmaron su primer y único disco como Sex Pistols. Never Mind the Bollocks salía a la luz el 28 de octubre de 1977 producido por Virgin Records. El punk pasaba a ser un fenómeno. Las crestas, las tachuelas o los candados en el cuello constituían una tribu urbana, pero también un movimiento más allá de lo estético. El hazlo tú mismo era el mantra. Rechazar las normas y vivir al límite, sus consignas vitales. «Si muere el punk, con quién vas a pelear», cantaba Ramoncín, nuestro Rey del pollo frito, en su Putney Brigde de 1980.
La efeméride también ha venido acompañada de la traducción de un libro antológico sobre la corta vida de este grupo, England’s Dreaming. Los Sex Pistols y el punk rock, del periodista inglés Jon Savage. Las 800 páginas del estudio editado por Reservoir Books muestran desde los inicios —con ese Malcolm McLaren, padre de estos púberes coléricos— hasta el fin de la banda que navegó el Támesis proclamando la anarquía en el Reino Unido.
Ni se dinamitó la democracia ni Dios salvó a la reina. Los Sex Pistols dejaron un bonito y fugaz cadáver, pero el estilo de letras escuetas, sonidos imparables y canciones explosivas se expandió mundialmente. Aquellos grupos estadounidenses de la época que siguieron en escena —New York Dolls, Ramones o Dead Kennedys— crearon escuela.
Las dudas vienen cuando nos preguntamos si ese espíritu sin fecha de arranque se mantiene en nuestros días. «Se puede decir que nació desde que existe la libertad de crear música, pero el nombre específico apareció en 1975 con el lanzamiento del fanzine Punk en Nueva York», contextualiza Jon Savage por correo electrónico. «Sus estamentos continúan como algo histórico y en la vida cotidiana es más una idea de autonomía y acción colectiva».
«Es fácil olvidar, ahora que la música pop se divulga en todos los medios de comunicación, que el punk fue rechazado, si no prohibido, en 1976 y 1977, primero por la industria musical, luego por la prensa y los políticos, después por el público en general. Esto dio lugar a una red de producción subterránea que convirtió la necesidad en virtud: era fácil y barata. Solo tenías que ir y hacerlo. Estos ideales de accesibilidad —ahora expandidos gracias a internet— se han convertido en uno de los legados inmortales del punk», escribe en el libro.
Marginalidad y supervivencia, dos conceptos que se cuelgan indivisiblemente a esta corriente, podrían haber retratado sin excusas nuestros días. El cine de crowdfunding, las novelas autoeditadas y subidas a la red sin intermediarios, los discos carentes de soporte físico… Vivimos un periodo ideal para que la mugre y la furia que describieron los tabloides del momento sean su lema. En lo único que se ha convertido, sin embargo, es en un logotipo de Zara. Versión mucho más edulcorada, eso sí, que cuando, allá por 1984, La Polla Records cantaba aquello de «Punki de postal, punk de escaparate, ¡moda punk en Galerías!».
¿Defunción anunciada? Toni Castarnado, periodista y autor de dos ensayos sobre el protagonismo de las mujeres en la música, cree que el punk «más que un género musical, es un movimiento social, en el que el desencanto y rebelión confluyen, sobre todo, para un sector de la población joven e insatisfecha». «Por lo tanto, siempre está vigente, siempre se puede echar mano de él, siempre hay alguien con ganas de protestar, y muchas veces, lo ideal es hacerlo a través de una canción, para demostrar rabia, inconformismo», afirma.
Pasó, en lo relativo a su metamorfosis musical, de la ira de los 70 al estruendo de los 80. Mutó en hardcore y luego a algo más abierto, más comercial, en los 90. Lo llamaron pop-punk e incluso electropunk. Ritmos que, en nuestro caso, se contagiaron gracias a la importación de casetes en el esplendor de la movida. «Los pillábamos en El Rastro de Madrid. Cada uno quería ser más punk que el otro», recordaba Magoo, batería de los grupos TDK y Espasmódicos, en el documental de 2007 No acepto!!! 1980-1990: de hardcore, punk, ira y caos.
Con respecto a su irremediable desenlace, Ana Curra, uno de los iconos punk, respondía así en una entrevista reciente de la revista JotDown: «Todo movimiento artístico cuando nace nunca se plantea llegar a nada. Aquí fue después, cuando surge una gestión, una intención de ganar dinero y comercializarlo, cuando se echa todo a perder. Decayó porque se metieron grupos que no tenían ese espíritu; todo empezó a ser un bluf; en los ayuntamientos se pagaron millonadas por artistas que no lo valían. Pasó como pasa con las ONG, con las empresas, con la vida. Cuando deja de tener un sentido lúdico y creativo, entran unos elementos que lo arruinan».
Uno de ellos es la corrección política. Rafa Cervera, periodista musical y creador del fanzine Estricnina, cree que si echamos la vista atrás nos daremos cuenta de que todo cambió. «El punk murió como género o como movimiento en 1978, pero el espíritu ha prevalecido. El punk fueron Sex Pistols y The Clash, pero sobre todo es una filosofía creativa que mostró un camino a la rebeldía cuando el rock and roll estaba ya completamente inmerso en la gloria comercial», esgrime.
También apunta que casi todos los que estuvieron en el ajo tendrían hoy serios problemas para expresarse con esa irreverencia y acidez de sus letras. «Actualmente, el punk es un género más que se diluye con otros en el caldero de estilos que conforma el pop actual», sopesa en el artículo El punk no ha muerto… se ha hecho mayor publicado por el diario Valencia Plaza.
Belén Gopegui, escritora que hizo del estilo toda una arenga juvenil en Deseo de ser punk (2009), piensa ahora, en plena presentación de un nuevo libro con tintes políticos, que «ese impulso siempre ha existido». Lo único, matiza, es que hay que buscarlo fuera del circuito. Las consignas, señala, siguen en pie.
«De la misma manera que el movimiento jipi puso de relieve sus inquietudes sobre la ecología y su propia versión de autonomía, los ideales punk se mantuvieron vivos porque se mantuvieron sin resolver. La contradicción que hizo zozobrar el punk fue el intento de criticar y cambiar el consumismo y los medios de comunicación desde dentro, un intento condenado al fracaso», agrega Jon Savage, quien encuentra ahora esta filosofía «en todos los lados y en ninguno» y que ve la electrónica como su continuación, como la que aún tiene la capacidad de «cortar la respiración».
Recapitulemos: las cosas, que están de pena, no terminan de sacudir ese afán contestatario que rezumaba el Never Mind the Bollocks. Dicen algunos, como decía Juan G. Torres —comisario hace un par de años de la exposición PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo— en un artículo de El Confidencial, que la esencia aún late en otras disciplinas, que sigue siendo el rugido subterráneo de muchas acciones. «Hoy sigue viva la rabia, pero lo que fracasó del punk fue la voluntad de cambio. Los movimientos radicales del siglo XX, y el punk es el referente, han sido efectivos en generar conciencia pero no en cambiar la sociedad». ¿Cuánto tiempo le queda a esas pintadas de Punk not dead?
El punk rock como género musical, que es al que se refiere el artículo, no se.
Pero el movimiento punk sigue vivo, y ahora hay muchos punks que se empiezan a identificar con la música electrónica, el Techno, habiendo transitado por el EBM primero.
Totalmente de acuerdo. Cuando a finales de los 80s esperaba otro movimiento musical tan enérgico como el punk, apareció el acid house. Heredero de The Smiths y su death of a disco dancer, proclamé que la música de baile era la respuesta.
Cierto…el espíritu del punk,se transforma…lo que no evoluciona está condenado a morir…,si la música rock,(punk pop),está de moda…la electrónica es la nueva forma de expresión…el punk abrió paso en la música a la new-wave,incluída la electrónica…sólo es música…si se le impregna del espíritu del punk…es igualmente punk…te dejo un enlace al programa de radio que hicimos hace un par de semanas… http://buscaenlabasura.blogspot.com.es/2017/10/busca-en-la-basura-radio-show-n-107.html
En realidad, el movimiento Punk sigue vivo: quizás no la música, ésta está más comercializada. Sin embargo, alguien con una cresta llamativa no es un Punk, alguien con un símbolo de anarquía no es un Punk, puede serlo, pero no tiene porqué. El Punk es un género manifestante, no se centra en un solo tema, hay quienes defienden la anarquía y quienes defienden el fascismo dentro del Punk, y estos pueden escuchar cualquier tipo de música.