Jorge Morell vigila los términos y condiciones de las webs para que tú no tengas que hacerlo

30 de octubre de 2015
30 de octubre de 2015
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Las empresas detrás de los servicios de internet utilizan aguja e hilo muy fino para tejer los textos donde explican sus términos y condiciones, políticas de privacidad y otras especificaciones legales que afectan al usuario. Recurren a palabras complejas, esconden cambios e incluyen cláusulas con truco donde menos te lo esperas.
Cada vez que aceptas las bases legales de una aplicación como WhatsApp o Facebook, estás firmando un contrato. La preocupación por lo que hacen con nuestros datos aumenta entre la población, pero la mayoría no se molesta en leer las reglas que imponen al usuario porque requiere demasiado tiempo y esfuerzo.
No es casualidad que estén en un idioma legal incomprensible, pero hemos buscado un traductor: el jurista Jorge Morell lucha para que estos acuerdos sean digeribles, lleguen a más gente y, sobre todo, para que los usuarios puedan enterarse de cada pequeño cambio para que lo acepten conociendo las consecuencias.
¿Por qué tu interés en descifrar los términos y condiciones de los servicios online?
Todo empezó hace unos tres años, por pura curiosidad. Me interesaba el derecho relacionado con la tecnología y el derecho del consumo. Estuve buscando algún servicio que indicara cuándo cambiaban sus términos y condiciones los gigantes como Facebook y Google, pero también quería conocer los pasos de otras páginas y aplicaciones más pequeñas. No lo encontré, así que decidí hacerlo yo mismo, por eso abrí el blog Términos y Condiciones.
Ahora es el Boletín de Términos y Condiciones el que vigila todos esos cambios. ¿En qué consiste?
Es un tracker que he desarrollado junto a Alberto de Rodrigo, que me ha ayudado con la parte tecnológica. La herramienta monitoriza los términos y condiciones, condiciones de uso, políticas de privacidad, de cookies y todos los textos jurídicos de cualquier servicio online para saber cuándo, cómo y qué cambian. Analiza unos 5.662 servicios y un poco más de 6.800 textos.
¿Cómo lo hace exactamente? ¿Qué es lo que busca?
El sistema extrae una copia del texto y cuando vuelve a pasar por él (hace dos análisis al día), compara la nueva versión y la antigua, para detectar si ha habido algún cambio. Cuando pinchas en una de las modificaciones de la lista, puedes ver la comparativa a dos columnas: si se ha eliminado algo, lo indica en rojo, y si hay algo nuevo, en verde. Encuentra variaciones incluso a nivel de comas o acentos.
Y después, decides si es importante eso que nos hemos perdido
Sí, otros sistemas solo monitorizan los cambios y los muestran automáticamente, pero nosotros no publicamos nada sin haberlo analizado antes desde el punto de vista jurídico, para ver qué significa. Los etiquetamos con un código de colores, como un semáforo: rojo, naranja o verde.
Entonces, ¿los verdes son los buenos?
El verde quiere decir que se ha notificado al usuario. Por ejemplo, Pictocharp ha cambiado cosas en su política de privacidad que afectan a los derechos y obligaciones de los usuarios. Es algo importante, pero han actualizado la fecha de la última modificación del texto. Si no hubieran indicado nada, estaría en rojo.
Cambios
¿Y los naranjas?
Esos son los cambios que no afectan a las personas: correcciones de erratas, variaciones en algún correo electrónico o nuevas traducciones. El otro día, la versión electrónica del Boletín Oficial del Estado puso un montón de acentos porque alguien se los había olvidado. Aunque no era importante, lo publicamos como curiosidad.
¿Es obligatorio informar a los usuarios de los cambios en estos textos legales?
Cuando afectan a sus derechos, tienen el deber legal. Apple lo hace bastante bien, porque te obliga a volver a aceptar los términos cada vez que los cambia, pero la mayoría asumen que, si después de la modificación sigues utilizando el servicio, es que la has aceptado. Y muy pocos tienen un historial de cambios −Facebook no lo tiene; Google, Twitter y Amazon, sí−. Lo que hay es mucha impunidad.
Solemos desconfiar de WhatsApp y las redes sociales, pero ¿son las que más tocan sus condiciones?
Ahora mismo el tracker puede detectar 15 o 20 cambios al día, pero lleva poco tiempo. Antes hacía una versión del boletín elaborada por mí, y observaba que los servicios de alojamiento en la nube y gestión de dominios, tipo GoDaddy o Bluehost, ajustan muchas cosas importantes. WhatsApp lleva más de tres años sin cambiar sus términos. El problema de las redes sociales como Twitter y Facebook es que tienen muchas políticas pequeñas, además de las grandes, que regulan multitud de aspectos del servicio.
¿No basta con leerse las políticas de privacidad y los términos de uso entonces?
Es una locura, incluso las secciones de preguntas frecuentes están llenas de términos legales escondidos. Twitter, por ejemplo, en el texto donde te explica cómo puedes eliminar una fotografía, te dice que cada vez que subes una imagen borra los datos .excif, que son los metadatos que indican dónde la hiciste, cuándo, con qué cámara. El año pasado cambió la política de cuentas inactivas (¿qué pasa si llevas 6 meses sin utilizarla?) y nadie se enteró.
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¿Nos lo ponen complicado aposta?
No tienen ninguna intención de hacerlo fácil. Son sus reglas del juego y presentarlas de esta manera es una ventaja para ellos. El nivel de extensión, los términos técnicos, los textos áridos e incluso el uso de mayúsculas hacen que la gente no quiera leerlos. Tampoco se molestan porque no tienen capacidad de decisión sobre los que se le presenta: no pueden decir sí o no a una parte, tienen que aceptar o rechazar todo.
Nos preocupa la privacidad, pero no nos leemos las normas. ¿Es una causa perdida?
En realidad todavía no existe mucha conciencia de que todos estos servicios no son gratuitos, de que los pagamos con información personal y datos. Y además está la complejidad de los textos. Nos han preguntado que para qué lanzamos el tracker si a nadie le interesan los términos y condiciones, pero precisamente queremos hacerlos más transparentes. Quizá haya personas que se acerquen si les ofreces una herramienta sencilla, y es una manera de presionar a los propios servicios, que sepan que hay un sistema que vigila sus pasos.
¿Mejorarán entonces la forma en que presentan sus condiciones?
Bueno, hay empresas que ya intentan esforzarse; podemos empujar a otras a hacerlo. Que utilicen textos más sencillos y cortos, que recurran a imágenes o infografías (Facebook lo está haciendo) o incluso al vídeo. Puede que no consigamos grandes cosas, pero al menos hay que intentar dar un giro a la situación.
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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Jorge Morell y Peter Petrus. Foto portada: Shutterstock

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