Después de la revolución que estamos viviendo es la pregunta del millón. La mayoría de las compañías viven obsesionadas pensando en cual será el próximo producto o servicio que causará furor. Obviamente, a todas ellas les gustaría que ese producto o servicio llevara su firma.
Lo mejor de todo es que ese próximo producto o servicio ya existe desde hace al menos cinco años, quizás diez o veinte, y si ve o no la luz dependerá en gran medida de la propia compañía en la que se gestó.
Ejemplos hay muchos y muy conocidos, como fue el caso de Xerox, incapaz de capitalizar muchas de sus grandes ideas, como el ratón o la impresora láser, fundamentalmente por falta de visión. O el caso de Kodak, donde en 1975 uno de sus empleados, Steve Sasson, inventó una cámara que podía hacer fotos sin película, lo que hoy conocemos como cámara digital. Pero claro, ¿cómo una compañía que obtenía todos sus ingresos de la venta de carretes de película fotográfica iba a dedicar ni un minuto o presupuesto en trabajar sobre esa idea? En 1990, y con una inversión y esfuerzo espectacular, terminaron lanzándola al mercado, pero ya era tarde ¿Irónico verdad?
Lo cierto es que la mayoría de las veces, y así lo viene demostrando la historia empresarial, son las propias compañías las que no se quieren salir del guión de las métricas que justifican su status quo. Son ellas mismas, las que descartan este tipo de ideas innovadoras o rupturistas por miedo. La innovación para ellos supone comprar opciones a fracasar, y eso es precisamente lo que las paraliza y las estanca, enviándolas directamente a formar parte del pasado.
Innovación y fracaso van de la mano. Y son dos de los grandes ingredientes del éxito. El tercero, y no menos importante, es la persistencia. No rendirse. Seguir intentándolo. Pero sobre todo sentir que este proceso es inevitablemente necesario para seguir creciendo y aportando valor a nuestros clientes, al mercado y a la sociedad, otro matiz que no se considera cuando tu único foco está puesto en la cuenta de resultados. Como me solía decir mi madre, hay tiempo para todo. En este caso, para velar por el presente y trabajar por el futuro. Y los equipos o responsables deberían poder tener foco y margen de maniobra, de error.
Olvidémonos de buscar verdades absolutas y busquemos verdades incómodas. Esas que muchas veces se traducen en palancas para que la transformación se dé casi de forma natural. Y trabajemos sobre ellas con procesos de diseño. Nos ayudarán a ampliar el horizonte, a validar las posibilidades y a no convertirnos en ‘killers’ de grandes ideas.
Tú puedes ser el próximo en capitalizar o menospreciar una gran idea. Con esa responsabilidad, es como para reflexionar si cuentas con el equipo y los medios necesarios ¿no?
Carmen Bustos. Socia fundadora de Soulsight