Durante más de tres décadas, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (1921-2002) reunió una ingente cantidad de arte estadounidense. Con especial atención al siglo XIX, el barón fue recopilando obras de distintas temáticas, autores y estilos. Los cuadros sufrieron una suerte desigual. Algunos se expusieron en el museo, otros pasaron a formar parte de la colección privada de la familia… En cualquier caso no se pusieron en relación, no establecieron un diálogo ni se analizaron como conjunto.
Hasta ahora. La Terra Foundation for American Art ha financiado un proyecto para estudiar y reinterpretar todos estos cuadros. El resultado es Arte americano en la colección Thyssen, una exposición que puede visitarse en el museo Thyssen hasta el 26 de junio de 2022 y que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid.
Arte americano en la colección Thyssen tiene como objetivo repensar un puñado de cuadros que hasta ahora se entendían de forma individual para hacerlo de forma colectiva, creando un relato que se desgrana a través de categorías como la historia, la política, la ciencia, el medioambiente, la cultura material o la vida urbana. Además, la exposición subraya en los cuadros debates culturales de actualidad, reflexionando sobre aspectos de género, etnia, clase o idioma, entre otros. Así el arte refleja una época, un lugar y plantea preguntas al espectador.
Esto ha sido posible gracias al trabajo de las dos comisarias, Paloma Alarcó, jefa del Área de Pintura Moderna del museo, y Alba Campo Rosillo, Terra Foundation Fellow de Arte Americano. Ambas son autoras también de los textos que acompañan cada sección temática junto a las conservadoras de pintura moderna del museo Clara Marcellán y Marta Ruiz del Árbol. Las 140 pinturas que componen la exposición se han organizado en las siguientes secciones temáticas:
NATURALEZA
El paisaje es un tema central en el arte estadounidense, y uno de los puntos fuertes del museo Thyssen. No es de extrañar, por tanto, que la exposición comience con impresionantes paisajes. Estos cuadros son una adaptación de la tradición romántica europea, pero reflejando paisajes nuevos, vírgenes, exuberantes.
Con el paso del tiempo, el paisajismo estadounidense encuentra una voz propia, y esta es usada para dar fuerza al patriotismo de una nueva nación. El concepto de naturaleza fue esencial en el proceso de creación de EE UU, por lo que la génesis y el desarrollo del paisajismo americano no puede desvincularse de la historia estadounidense. La pintura sirvió para definir el país y reafirmar su creciente espíritu nacional.
En este movimiento podemos encontrar las obras de Thomas Cole, Frederic Church o George Inness. Pero también a autores que por época o sensibilidad no cabría encuadrar en el romanticismo. Algunos expresionistas abstractos como Alfonso Ossorio, Willem de Kooning o Jackson Pollock se cuelan en esta sección, pero su inclusión está más que justificada: su estilo es distinto, pero su visión de la naturaleza se vio influida por este movimiento.
CRUCE DE CULTURAS
El título de esta sección hace referencia a los momentos de contacto entre las diferentes comunidades y se organiza en tres apartados: Escenarios, Hemisferio e Interacciones.
En el primero sigue presente la naturaleza, pero ya en contacto con el hombre. Es aquí donde se destaca la labor de los colonos, ensalzándolos frente a los indígenas o los afroamericanos. Más allá de su valor artístico, es interesante para comprender la visión colonialista propia de la época de algunos autores (Charles Willson Peale o Charles Wilmar) o la apropiación cultural de elementos indígenas que muestran otros, como Joseph Henry Sharp.
En Hemisferio, el segundo apartado, se aborda la expansión territorial, política y económica de los Estados Unidos. El mapa paisajístico se amplía, retratando lugares más exóticos e inexplorados.
En Interacciones la naturaleza pasa a un segundo plano y son las relaciones sociales las que centran la temática. Las distintas comunidades estadounidenses (esclavos, judíos, afroamericanos, asiáticos, clase obrera, mundo rural…) se reflejan aquí no solo de forma individual, sino analizando sus interconexiones, desde la alianza hasta el conflicto.
ESPACIO URBANO
EEUU no solo es campo, también hay enormes urbes. Y estas fueron plasmadas en el mundo del arte. Esta sección refleja el crecimiento y transformación del espacio urbano en el país.
Las migraciones convirtieron las ciudades en lugares de encuentro de distintas culturas. Fueron creciendo a medida que también lo hacía la industria. Los edificios eran más altos; los trenes, más veloces. Todos estos cambios son reflejados en los cuadros de artistas como Charles Sheeler, Max Weber o John Marin. Otros artistas centran su visión en la fauna urbana, como Richard Lindner o Winslow Homer. Aunque quizá el pintor que mejor supo retratar al ciudadano en relación con la soledad urbana fue Edward Hopper, también presente en la exposición.
CULTURA MATERIAL
Se ha analizado ya en la exposición el dónde y el quién, es momento ahora de retratar el qué. En esta sección se reflejan los objetos y estos van desde los tradicionales bodegones (relacionados primero con la voluptuosidad y después con el paso del tiempo y la muerte) hasta los objetos e instrumentos propios de las tribus indígenas. Algunos artistas quedan fascinados con estas distintas expresiones culturales y las reflejan en su obra, como Karl Bodmer o Frederic Remington, en cuyos cuadros se idealiza la vida y la cultura indígenas.
Un cuadro cuenta una historia, pero un conjunto de cuadros puede reflejar la Historia con mayúsculas. Estas 140 obras tienen un valor individual, pero puestas en contexto y estableciendo un diálogo forman un colectivo mucho mayor. Trascienden lo artístico para sumar un valor histórico y social. Reflejan un lugar y una época, estimulan debates y componen un mosaico pictórico. Y esto es todo, (y más de) lo que se le puede pedir a una buena exposición.