La poesía de la independencia humana subyace en su capacidad de vagar sin coacción, de hacer uso del libre albedrío sin necesidad de depender de entes tutelares. Así es como se produce la mayor expresión de la ciudadanía plena. Si trasplantamos esta idea al hábitat que ocupan las personas, sería también deseable que esos escenarios en los que desarrollan sus interacciones sociales fueran autosuficientes, abastecibles sin más apoyo que el de las fuerzas de la naturaleza y sostenibles, por inocuos con el entorno, en el tiempo.
[pullquote]“El objetivo es construir mejor para hacer un edificio que no cree servidumbre”[/pullquote]
Las Torres Solares de AAIMM, un joven estudio de arquitectura barcelonés con sucursales en Róterdam y Dubai, juegan a eso, a establecer un lugar de contacto humano en forma de edificio inteligente, casi vivo y autoabastecido a través de la energía que proporciona la energía solar.
La idea nació de la inquietud ante la realidad que vivimos. Es, en esencia, “un ejercicio de crítica al modelo actual de gestión y consumo de energía”, como explica Ángel Cerezo, uno de los arquitectos responsables del proyecto. Hablamos de un modelo voraz, desequilibrado y altamente impactante en el medio ambiente al que se le debe poner fecha de caducidad.
A pesar de que en torno al concepto de Smart Cities hay mucho humo y algo de intención de comenzar a inflar la siguiente burbuja relacionada con la construcción, lo cierto es que la idea recoge connotaciones positivas que deben ser tenidas en cuenta a la hora de planificar las ciudades y proyectar edificaciones.
La propuesta de AAIMM se basa, como explican sus autores, “en una infraestructura de escala media o pequeña, insertable en los tejidos preexistentes y que fomenta el consumo de energías renovables, la igualdad económica y social de pequeñas comunidades y el acceso a medios de producción urbana de alimentos, todo de forma sostenible y limpia”.
Toda la base teórica que aportan los barceloneses se plasma en una estructura que puede ser construida en casi cualquier lugar “de forma rápida, en seco y sin utilización de aglomerantes o materiales compuestos por varias capas”. La esencia de las torres solares se apoya en gran parte en su identidad como un elemento adaptable a multitud de escenarios, levantado con materiales reciclables o reciclados además de otros, como acero, policarbonato o forjados fabricados a base de paneles de madera prefabricados, que pueden utilizarse tras el fin de la vida útil del edificio. La huella ecológica de la estructura trata así de tender a cero.
Las torres, de cuatro plantas con forma cilíndrica, están ideadas para ser colocadas en lugares como rotondas, grandes espacios desperdiciados, según AAIMM. Cuentan con una capa exterior compuesta por placas fotovoltaicas montadas sobre un rotor que las hace moverse hasta captar la radiación solar de la manera más óptima.
Bajo estas características técnicas, el uso para el que se han proyectado estas torres es eminentemente cívico. “La acumulación de calor no solo hace al interior apto para actividades como cursos, talleres, estudios, salas comunitarias o centros sociales; además, es posible el cultivo de huertos urbanos por parte de los vecinos jubilados o desempleados así como para jóvenes que no tienen tiempo de acudir a las zonas designadas para ese uso”, señala Cerezo. Además, la energía sobrante que se produciría en estas estructuras serviría para suministrar a viviendas, comercios y estaciones de carga de coches y bicicletas eléctricas.
Para Ángel Cerezo, la coyuntura económica que padecemos es la que obliga a transitar por senderos diferentes. Desde su punto de vista, “este es un punto de inflexión claro. La consciencia colectiva está girando hacia las soluciones eficientes justamente por el valor añadido de la reducción de precios de operación del edificio, de su mantenimiento y su consumo”.
El objetivo último del estudio de arquitectos es acabar con la esclavitud que sufren los habitantes de los edificios a causa del deterioro que estos sufren y de su inevitable mantenimiento. “El objetivo es construir mejor y más eficiente para hacer un edificio que sirva al usuario, no uno que cree servidumbre”, cuenta el arquitecto de AAIMM.
En la vida, todo tiene un precio. Las Torres Solares también. 450.000€ es la cifra presupuestada para la construcción y puesta en servicio de cada edificio, “pero siendo una pieza energética, la amortización está asegurada en su producción; no es un edificio icónico inerte y aislado”, justifican sus creadores.
El proyecto es, a día de hoy, solamente eso, un proyecto. Fue originalmente concebido para ser ubicado en varias localizaciones de Sabadell (Barcelona). Según AAIMM, tras algunas reuniones con las autoridades locales, “la viabilidad del proyecto se esclarece por momentos y coge forma”.
Las Torres Solares han sido seleccionadas por el MOMA de Nueva York para formar parte de la exposición Cut ‘n’ Paste: From Architectural Assemblage to Collage City, que se inaugura el 10 de julio. Para los ideólogos del proyecto, es un aval más y “una prueba de la contemporaneidad del proyecto y su validez dentro del paradigma actual de la arquitectura”. Habrá que esperar para ver cuánto hay de arquitectura de museo y cuánto de materialización palpable.