Dedos amputados, pedofilia… La dolorosa y extravagante importancia de algunas tradiciones

Tradición es aquella costumbre que se transmite entre generaciones. Doctrinas, en muchos casos, comprendidas y seguidas solo por aquellos que las han mamado. Aunque pase desapercibido, nuestro día a día está plagado de tradiciones que seguimos no por convencimiento, sino porque son así y no perdemos un solo minuto en pensar el porqué.

Las tradiciones existen desde pequeños círculos familiares a grandes comunidades; desde simples rituales inofensivos a hechos incomprensibles y condenables que chocan con la ética y la moral. Porque puede suceder que lo que para nosotros es normal para otro es alarmante, y viceversa. Lo complicado y admirable es tener una actitud crítica ante nuestras propias tradiciones y conseguir respetar las de los demás.

Como ya contamos en Yorokobu al hablar de los wayuú, en lugares como Colombia, se han aprobado leyes para garantizar la protección de los territorios ancestrales, salvaguardando la identidad cultural, los derechos y tradiciones de las comunidades indígenas, sean o no de nuestro agrado.

Y sí, las tradiciones transmiten valores compartidos entre generaciones, pero en muchos casos conllevan sufrimiento o discriminación. Algunas de estas costumbres de difícil digestión siguen vigentes en muchos puntos del planeta; sin embargo, muchas otras guardan un punto de extravagancia que las hacen realmente cómicas.

La curva es bella en la tribu Bodi

Un ejemplo de que la belleza es relativa y sujeta a los cánones marcados por una determinada comunidad o sociedad. En esta tribu de Etiopía la perfección va de la mano con la obesidad. Aquí ser gordo es sinónimo de elegancia y poder. No importa lo brillante e inteligente que seas, si no eres obeso, no eres nadie. La grasa como símbolo de finura solo se da en los hombres, las mujeres, por el contrario, son delgadas y de aspecto cuidado.

Esta obsesión por engordar se debe a la celebración anual –cada mes de junio del Ka’el. Una ceremonia que comienza seis meses antes con la preparación de los aspirantes. Cada familia puede presentar a un candidato soltero. Estos son aislados durante los seis meses previos sin poder moverse ni mantener relaciones sexuales. Es durante este periodo cuando deben realizar la dieta hipercalórica compuesta por la mezcla de leche y sangre animal.

El día de la liturgia, caminan desde su lugar de aislamiento hasta el árbol sagrado donde se dictamina el veredicto. El estado de forma de algunos se encuentra tan deteriorado que son incapaces de avanzar más allá de unos simples metros. Ser coronado como el más gordo es el sueño de cualquier niño de la tribu, pasando a ser considerado un héroe por el resto de sus días y adquiriendo una gran reputación en el seno del poblado.

Pedofilia en la tribu Sambia

Quizá esta tribu practica la tradición más incomprensible y delicada. Los sambia, originarios de Papúa Nueva Guinea, tratan la sexualidad de una manera peculiar. Según sus creencias, los niños nacen con un órgano sexual interno llamado tingu, órgano seco que deben nutrir de semen para convertirse en adultos y auténticos guerreros, puesto que consideran el esperma como el conducto de la energía masculina.

A los 7 años de edad son separados de sus madres y pasan a convivir con varones de la misma tribu durante la siguiente década. De esta manera consiguen alejarlos de cualquier mala influencia femenina. Los varones se encargan de convertirlos en lo que ellos consideran verdaderos hombres. Para ello han de ingerir grandes cantidades de esperma a base de felaciones y sexo anal. Sí, has escuchado bien, relaciones pedófilas y homosexuales en busca de la virilidad plena.

Poliandria en el Himalaya

Seguro que has escuchado más de una vez hablar de la poligamia, pero ¿y de la poliandria? En regiones remotas del Himalaya continua la tradición en la que una mujer puede contraer matrimonio con varios hombres, normalmente todos hijos de una misma familia.

Sí, has pensado bien: puede tener tantos maridos como cuñados. De esta forma los hermanos pueden mantener las tierras familiares unidas sin tener que dividirlas en diferentes herencias. Pero no es el único motivo, también consideran que el amor fraternal se pierde cuando los hermanos se casan con diferentes mujeres.

La mujer, sus respectivos maridos y los hijos de todos ellos viven bajo el mismo techo. La prioridad para mantener momentos íntimos con la mujer se dictamina por orden de edad, si el más joven quiere mantener relaciones sexuales con su mujer debe esperar a que los otros hermanos mayores no se encuentren en casa.

La paternidad compartida del pueblo Tapirapé

Se encuentran en la selva amazónica de Brasil. Si los sambia consideraban el esperma como el conducto de la energía masculina, los tapirapé piensan que el nacimiento de un bebé es el producto de todas las aportaciones de semen que la madre haya recibido por parte de los hombres de la tribu. Esto quiere decir que el niño tiene tantos padres como alegrías se haya dado la madre durante el embarazo.

Cuantos más padres tenga la criatura, más fuerte y saludable se la considera. En la comunidad existe el termino de paternidad compartida, por lo que el niño puede dirigirse a cualquier hombre como padre.

Esta forma abierta de interpretar la sexualidad queda patente con la aceptación de relaciones homosexuales entre los miembros de la comunidad indígena, y choca con la limitación de nacimientos por mujer, tan solo tres, pudiendo ser dos de ellos del mismo sexo.

Mujeres de rostro tatuado para no llamar la atención

Myanmar cuenta con una gran diversidad étnica. En el estado de Chin se encuentran varias de estas tribus, muchas de ellas con el rostro tatuado.

Cuentan que siglos atrás eran comunes los secuestros de las jóvenes en este estado –Chin State por la extrema belleza de las mujeres. Para intentar evitar que sus hijas fueran secuestradas, les pintaban la cara con carbón y posteriormente con soluciones más duraderas como son los tatuajes.

Pronto esta tradición se fue asentando y el rostro tatuado ya no solo se usaba como prevención de secuestros, sino que también se convirtió en un reclamo sensual para los hombres y en una demostración de valentía necesaria para obtener matrimonio.

Esta costumbre se ha ido perdiendo tras su prohibición en los años 60, aunque aún quedan ancianas con el rostro tatuado, siendo las últimas mujeres que mantienen viva esta dolorosa tradición.

Foto: vectorx2263 / Shutterstock.com
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Pies vendados o pies de loto

En China tenía lugar una tradición de lo más cruel. Los pies de las niñas eran vendados con tan solo 4 años, impidiendo que el pie creciera –se conseguía quebrando los dedos y el arco, dando como resultado una especie de puño cerrado– y así poder presumir de la belleza de un pie diminuto.

También era una prueba de tolerancia contra el dolor, una demostración importante ante un posible marido. Se calcula que esta barbarie se realizó en el 50% de las familias chinas de clase media y casi el 100% de las familias acomodadas. Fue abolida formalmente en el siglo XX.

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Dedos amputados

Si hay algún evento que se vive de múltiples y diferentes formas según la cultura, ese es la muerte. El pueblo Dani, de Papúa occidental, tiene una manera mucho más explícita que un simple llanto de demostrar el dolor por la pérdida de un ser querido.

Se atan cuerdas hechas de cáñamo en la mitad del dedo hasta que la parte superior deja de sentir; y la piel y el hueso se rompen. Es el sacerdote el encargado de mutilar tantos dedos del familiar como crea oportuno.

La intención de este angustioso acto es representar de forma física el dolor que sienten por el fallecimiento del familiar. Aunque su práctica ya no está permitida, sí que es habitual observar aún lisiados entre los miembros de la tribu.

Dentro de la tradición funeraria también hay que destacar la momificación de los muertos, conservándolos gracias al humo y al aceite animal.

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Plato en el labio de los mursi

La tribu Mursi, del valle Omo de Etiopia, se caracteriza por el escalofriante plato que lucen las mujeres en el labio inferior. Una tortura vista como símbolo de elegancia por ellos. El tamaño del plato, además de por estética, es una símbolo de estatus dentro del poblado. Al mismo tiempo, cuanto más grande sea el plato mayores son las posibilidades de encontrar marido y mayor será la dote –número de vacas– que reciba la familia.

El ritual comienza con un pequeño corte en el labio que se irá dilatando hasta que pueda portar un plato de hasta 22 cm. Deberán colocarlo siempre que se encuentren en presencia de hombres, pudiendo desprenderse de él al dormir, comer o en reuniones de mujeres.

A día de hoy, muchas mujeres deciden no dañar su labio; esto tiene una doble consecuencia: positiva, ante el resto de tribus en los diferentes mercados y negativa, ante la opinión de su propia aldea, puesto que una mujer sin plato tiene la tarea imposible de encontrar un marido y una familia política que respete su decisión.

Foto: Luisa Puccini / Shutterstock.com
Foto: Luisa Puccini / Shutterstock.com

Se podría seguir enumerando infinidad de tradiciones distintas que es posible encontrarse alrededor del mundo, muchas de ellas sorprendentes y rechazables. Pero os animamos a que hagáis un ejercicio crítico sobre las nuestras y que os pongáis en la piel de alguien que las ve o escucha por primera vez. Seguro que todos coincidiríamos en muchas de esas tradiciones made in Spain, ¿verdad?

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Patrick Thomas

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