El triángulo es una figura divertida y ambivalente: un ojo enmarcado por un triángulo (el mismo Dios) observa triángulos de amor y otros sucedáneos. Triángulos como los que hacen funcionar Masters of Sex durante la primera temporada.
Cada uno de los personajes principales forma parte de uno: a propósito o por accidente, a sabiendas o por ignorancia. Los triángulos permiten que los personajes estén siempre en movimiento:
– Virginia Johnson está y no está con dos hombres: con Masters (por la Ciencia, dice) y con Haas (ejemplo para el palabro «amigovio»).
– Por su parte, Haas busca hacerse un hombre hecho y derecho, con responsabilidades e hipoteca, cortejando a la hija del rector.
– Por otra parte, Margaret Scully, esposa del rector, no teje una colcha entre lágrimas porque su marido le pone los cuernos con un muchachito: se tira a un maromo fogoso, médico casado (menos complicaciones). Un médico que busca consuelo porque ha sido plantado por una secretaria al pie de la camilla para orgasmos. Carrera de relevos de triángulos.
Triángulos que unos personajes buscan y otros caen por aburrimiento o por encoñamiento o por venganza o por deporte. Triángulos que parecen justificados por el SEX del título más que por el concepto vendido al espectador: «Historia de los pioneros en el estudio científico del sexo y de sus efectos en el cuerpo humano».
Los triángulos de Masters of Sex tienen una razón más pragmática que simbólica:
– No permiten que el espectáculo tenga pasua.
– Expone, sin sutileza, que los hombres siempre quieren (aunque no necesariamente con sus esposas).
– Y pretende dejar claro que las mujeres no necesitan casarse para ser felices o al menos para experimentar las cuatro fases del orgasmo (excitación, meseta, orgasmo y resolución).
Los triángulos de Masters of Sex están hechos con los mismos materiales con los que se hacen los culebrones. La diferencia está en que a Showtime le gustan los personajes con doble cara, y los culebrones clásicos establecen decimonónicas distinciones entre héroes y villanos. Los culebrones —los líos entre hombres y mujeres, y otras variaciones—, nos atan a las historias, ya sean sobre el sexo o sobre la repostería, sofisticadas o vulgares.
Triángulo sin ser triángulo de elegante desarrollo, el mantenido entre Libby Masters y el doctor Haas. Entre ellos no hay sexo: hay inseminación artificial. No hay amor: les mueve las ganas de puentear al todopoderoso doctor Masters. Hass quiere triunfar donde Masters, su mentor, falló: preñar a Libby, aunque por métodos clínicos. Libby quiere atar a su esposo a la vida de padre de familia (cree que los biberones y las cacas volverán hogareño a su marido). Cuando el Dr. Masters sabe que su esposa está embarazada se siente traicionado: la inseminación artificial ha sido realizada a sus espaldas, ha sido una bofetada a su intelecto.
Las imágenes promocionales de Masters of Sex remarcan con poca sutileza algunos de los triángulos. (Atentos a la segunda imagen, en la que Libby lleva un vestido que deja entrever las bragas y su piel. Por otro lado, la esposa del rector tiene los pezones erectos: difícil bajo los aparatosos sujetadores de la época).