La adicción al ‘true crime’: por qué nos obsesionan los crímenes reales

19 de enero de 2024
19 de enero de 2024
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El género del true crime, o crímenes reales, lleva años creciendo en popularidad. Cada vez son más las personas obsesionadas con seguir casos mediáticos de asesinatos, desapariciones o abusos, ya sea a través de documentales, podcasts o libros. Pero, ¿a qué se debe esta morbosa fascinación por el lado más oscuro del ser humano?

Según los expertos, son múltiples los factores psicológicos y sociales que explican la atracción masiva hacia el true crime. Para empezar, el misterio inherente a estos casos activa nuestra curiosidad innata y capta poderosamente nuestra atención, dando pie a la necesidad de intentar resolver el rompecabezas. También influye, en parte, la búsqueda de justicia y castigo ante actos terribles que hieren nuestro sentido de la moral.

Otros apuntan a que, en el fondo, sigue existiendo la necesidad vital de entender la maldad para identificarla y protegernos de ella. Es decir, que al examinar las mentes retorcidas de asesinos en serie o depredadores, adquirimos conocimientos útiles de supervivencia. A nivel ancestral, esto pudo suponer una ventaja evolutiva crucial.

Asimismo, el true crime sirve de válvula de escape al permitir explorar nuestro lado más oscuro desde la seguridad de la distancia. Podemos adentrarnos en historias escalofriantes y pertubadoras sin poner realmente en riesgo nuestra propia seguridad.

Por otro lado, el macabro atractivo de estos casos también tiene un componente social. El true crime se ha convertido en un tema de conversación popular y en un fenómeno compartido. Permite conectar con otras personas a través de teorías, debates e incluso una cierta indignación moral colectiva.

Mecanismos psicológicos clave

Entre los principales resortes psicológicos que activa el true crime, los expertos destacan:

Fascinación por lo prohibido

Aunque nos horroricen, los crímenes más brutales ejercen una irresistible fascinación por traspasar los límites de lo permitido. Activan una curiosidad mórbida por indagar en los aspectos más tabú y transgresores del comportamiento humano.

Según explica la antropóloga social Kate Summerscale:

«El true crime permite asomarnos a los aspectos más salvajes y prohibidos de la naturaleza humana desde la seguridad de nuestro sofá».

Reedición de viejos temores

Los casos de true crime reeditan temores ancestrales muy básicos, como son la violencia física, el abuso sexual o el miedo a lo desconocido. De alguna manera, nos permiten revivir y encarar esos miedos primarios desde un entorno de seguridad.

La Dra. Katherine Ramsland, profesora de psicología forense, comenta:

«Hay algo en el true crime que nos atrae incluso cuando nos repele. Nos sumerge en lo que tememos mientras nos reafirma que estamos a salvo». 

Empatía y efecto espejo

A la vez, nos ponemos fácilmente en la piel de las víctimas, activando nuestra capacidad humana de empatía. Esto provoca una mayor implicación emocional y sensación de cercanía con respecto al suceso narrado. Por ello los relatos en primera persona suelen ser más impactantes.

También Scott Bonn explica: «La gente siente empatía por las víctimas y quiere ver que finalmente se hace justicia. Se identifican con ellos y necesitan el cierre emocional. Pero también existe la atracción por lo macabro».

Resolución de problemas

Indagar los detalles del caso y tratar de descifrar el enigma antes de llegar al desenlace supone todo un desafío intelectual y detective para nuestra mente. Activa nuestros circuitos cerebrales de resolución de problemas y recompensa.

Según la antropóloga social Kate Summerscale:

«Las historias de crímenes reales atraen a la gente al presentar un misterio que se resuelve ordenadamente, al contrario que en la vida real».

Sensación de control

Aunque no podamos evitar la tragedia real, el hecho de conocer previamente el desenlace y los detalles nos da satisfacción y una falsa sensación de control, al simular que podríamos haberla evitado. Esto resulta reconfortante para nuestra psique.

Tal como indica el psicólogo Scott Bonn:

«El conocer todos los detalles de antemano genera una ilusión de control y de poder evitar un destino fatal si estuviéramos en esa situación, lo cual tiene un efecto reconfortante».

Ejemplos de crímenes que más enganchan

Asesinos en serie

Uno de los temas estrella del género son los asesinos en serie o seriel killers. El gran enigma es descifrar su psicología y las aberraciones que los llevan a segar vidas. Su perfil alonga la sombra del mal y la locura sobre cualquier persona.

Asesinos célebres como Ted Bundy, John Wayne Gacy o los asesinos del Zodiaco han inspirado innumerables relatos y docudramas donde se diseccionan con todo lujo de detalles sus horrendos crímenes.

Fotograma de la serie 'Conversaciones con asesinos: Las cintas de Ted Bundy' - Foto de producción (Cortesía de Netflix)
Fotograma de la serie ‘Conversaciones con asesinos: Las cintas de Ted Bundy’ – Foto de producción (Cortesía de Netflix)

Desapariciones sin resolver

Otro tipo de casos que encienden la imaginación son las desapariciones sin resolver, especialmente de niños o mujeres jóvenes. Paradigmáticos son los ejemplos de la desaparición de Madeleine McCann o el caso de las niñas Alcasser en España.

Aquí la mente se obsesiona generando todo tipo de conjeturas sobre el posible paradero, el culpable o las circunstancias reales de lo sucedido. Se trata de un rompecabezas sin piezas, abierto a todo tipo de conjeturas.

Cartel promocional de la serie 'El caso Alcàsser' (Cortería de Netflix)
Cartel promocional de la serie ‘El caso Alcàsser’ (Cortería de Netflix)

Crímenes pasionales y domésticos

Los crímenes cometidos dentro del hogar o entorno familiar tampoco escapan al interés del gran público. Casos icónicos como el asesinato de Laci Peterson a manos de su marido Scott o los escalofriantes crímenes de madre e hija Gypsy Rose y Dee Dee Blanchard fascinan por su componente cercano y personal.

Revelan que el mal y la locura pueden esconderse tras las puertas de cualquier vecino, destruyendo vidas y familias enteras.

En definitiva, el true crime nos seduce porque simula peligros reales de los que podemos aprender y sobre los que liberamos nuestros peores miedos, sin riesgo, gracias a la distancia que nos proporciona la ficción. Pero su éxito también nos previene sobre los lugares inesperados y cercanos donde puede anidar la maldad.

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