El cuento de Orson, el mataescarabajos, por Tyrion Lannister es, para este que escribe, el mejor relato oral de los últimos años. Un relato que apenas dura cinco minutos y es un ejemplo a seguir a la hora de contar una historia a un grupo de personas.
En este artículo tan solo hay fragmentos. El cuento debe ser escuchado en su contexto, en episodio La Víbora y la Montaña (4×08) de Juego de Tronos, en inglés o en la voz del doblador Carlos del Pino que sabe cómo usar la voz apropiada al relato.
El secuestro del arte de contar cuentos
Una búsqueda en Google de «cómo contar cuentos» remite a páginas que pretenden enseñar a narrar historias infantiles. Una búsqueda de «cómo contar historias» devuelve enlaces con títulos como «emocionar para vender», «emociona y vende más», «emociona y hazte rico»… Por esto, cuando alguien dice en una conferencia o taller de creatividad:
—Os voy a contar un cuento…
La respuesta general es la desconfianza: un asistente comenta a otro el último capítulo de Mad Men; otro consulta su correo electrónico; otro escribe en Twitter que esperaba otra cosa de las charlas… El cuento está asociado a los niños (con moraleja final) o al buhonero de Mississippi con chistera raída que vende tónicos curalotodo y crecepelos por un dólar el frasco. Sin embargo, cuando alguien dice, en cualquier contexto:
—Un chiste, un chiste…
Uno aplica el oído, está atento a quien lo cuenta. El chiste puede ser largo o puede ser breve, pero no intenta vender: espera carcajadas. Los chistes no acaban así: «Para no tener problemas de dinero, lo mejor es solicitar un préstamo rápido de…»
Un cuento, un contexto
Decir «os voy a contar un cuento» no predispone, desalienta. Así que una «regla» será: no digas a tu audiencia que vas a contar un cuento. No hay que espantarla porque, aunque esté cautiva en un recinto, puede evadirse con la mente. (Aquí también conviene mencionar la distancia entre el cuentacuentos y los oyentes. Una mesa llena de micrófonos y botellitas de agua no ayuda mucho. Los asistentes ven las infografías detrás).
Un cuento a traición
La sesión de cuentacuentos improvisados que mejor recuerdo ocurrió en un cumpleaños a las dos de la mañana, niebla y cubatas en la mano. Cuentos «verdaderos» de terror que comenzaban así: «Esto me pasó hace muchos años…» o «Habéis ido a… Estuve hace meses y me contaron…»
Una pregunta corriente sobre algo corriente
Los cuentos que se cuentan en las conferencias no son atractivos porque hablan de monjes budistas, de enanos, de peregrinos… Cuentos impersonales. Es mejor que el cuentacuentos lance una pregunta sobre alguien o algo que conozca el oyente.
—¿Te acuerdas del primo Orson? —dice Tyrion— ¿Orson Lannister?
—Por supuesto —dice Jamie, el hermano de Tyrion—. A la nodriza se le cayó de cabeza contra el suelo. Se quedó retrasado.
Tyrion atrapa el interés de su hermano con una pregunta corriente sobre algo corriente.
Una duda que resolver
Los cuentos en las conferencias rara vez tienen recorrido: hay una propuesta y una conclusión. No hay que tomarlos como referentes. (Hay chistes con desarrollo dramático más elaborado). Tyrion expone una anécdota extravagante sobre el primo:
—Solía pasarse el día sentado en el jardín. Aplastando escarabajos con un pedrusco.
Tyrion imita al primo aplastando escarabajos:
—Kum, Kum, Kum… Nada le hacía más feliz.
La dramatización del relato funciona.
Lo importante es lo que viene a continuación… Tyrion cuenta cómo le fascinaba ver a Orson aplastando escarabajos y quiso saber el porqué. A continuación relata su investigación: preguntó a Orson, a un hombre sabio, y cuando no tuvo respuestas observó a su primo «como los hombres observan a los animales». El proceso es arduo y parece sin solución…
A la mitad del relato, una razón
A la mitad del relato, Tyrion sugiere que estaba cerca hallar una respuesta:
—Y, cuanto más lo observaba —dice Tyrion—, más y más seguro estaba de ello: definitivamente, ahí estaba pasando algo.
Aquí crece el ansia del oyente por conocer la respuesta. Con esto Tyrion indica una dirección a seguir… (¡Sigue conmigo!) Sabe cómo demorar la respuesta… (¡Te tengo atrapado!) Es posible que la observación le sirviera para comprobar en sus carnes cuánta intriga puede soportar una persona. Y da media vuelta de tuerca: habla de desasosiego y de pesadillas con escarabajos…
El oyente sigue el proceso con la imaginación excitada. Las historias de vendemotos, de coaches de vida y cuentacuentos infantiles tienen finales previsibles. Por ejemplo: un hombre huye de la muerte y se la encuentra en otra ciudad, o una mujer llora y no ve las estrellas… El final del cuento de Orson es imprevisible.
Una conclusión que apela a la inteligencia del oyente
Tyrion concluye con la duda sobre las intenciones de Orson. Apela a la inteligencia de quién escucha. Con este relato Tyrion no vende cursos online para hacerse rico (qué paradoja que quien los vende no lo es), ni talleres para hacer vídeos virales ni píldoras de información a 1,99 euros. Tyrion comparte sensaciones, observaciones, conocimientos… Una historia personal. Por esto cala. Es difícil de olvidar el cuento del primo Orson, el mataescarabajos.