Una novela gráfica para entender la dependencia y la adopción

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Para todos los padres primerizos, la llegada de un hijo es algo lleno de incertidumbres y temores. De la noche a la mañana, son múltiples los cambios y responsabilidades que se asumen.

Cuando el nacimiento viene acompañado de un hecho imprevisto, la incertidumbre es aún mayor. Eso es lo que les sucedió a Cristina Durán y Miguel Á. Giner Bou quienes, al principio, ni siquiera sabían qué les estaba sucediendo a ellos y a su hija.

«Hubo un momento en el hospital en el que nuestra amiga Ana, la ginecóloga que asistió el parto, pasó por delante de nosotros y no se paró a saludar. Siguió corriendo hacia la zona de la unidad neonatal donde nuestra hija estaba ingresada. En ese momento pensamos que la situación era realmente grave».

Los médicos determinaron que Laia sufría una parálisis cerebral. Un diagnóstico impactante que marcaría a partir de entonces la vida de la familia y un hecho que Cristina Durán y Miguel Á. Giner Bou decidieron plasmar en una novela gráfica.

«Cuando nos dieron la noticia, mi mente se dividió en dos pensamientos», explica Miguel Á. Giner Bou. «No sé si fue una posible huida de la dura realidad. Pero mientras que la mayor parte de mis pensamientos estaban en la obvia preocupación por la niña, otra parte de mi cerebro, la creativa, pensó que era un gran giro argumental para una historia».

Cuatro años después del nacimiento de la niña, la editorial Sins Entido publicó Una posibilidad entre mil, libro que acaba de ser reeditado por Astiberri con el título Una posibilidad. El cambio en la denominación responde a que el volumen incluye también La máquina de Efrén, novela gráfica que narra el proceso de adopción de Selam, la segunda hija de Cristina Durán, Miguel Á. Giner Bou y hermana de Laia.

«El cómic es nuestro medio natural. Trabajamos en ilustración desde hace mas de veinte años y siempre habíamos querido dedicarnos a ello», explica Giner Bou. «Por las circunstancias del trabajo diario no habíamos podido hacer aún una obra personal, sólo obras de encargo. Lo acontecido con Laia supuso el empujón que nos faltaba para lanzarnos a hacer obra personal. Necesitábamos contar esa historia porque ha sido y es una historia ascendente y positiva, a pesar de su duro comienzo».

Aunque cualquier librero o bibliotecario colocaría Una posibilidad en la sección de cómic autobiográfico, lo cierto es que la historia de esta familia podría estar perfectamente en la de superhéroes. Tampoco desentonaría en la de aventuras épicas. Su lectura es una experiencia en la que se mezclan infinidad de emociones, muchas de ellas resultan inspiradoras y otras provocan un nudo en la garganta.

«A menudo mucha gente nos dice que no se atreve a leer el libro al saber de qué trata. Ante eso siempre respondemos lo mismo, que le den una oportunidad, que lo comiencen… No deja un mal sabor de boca, al contrario, es un libro claramente optimista. Nuestra intención no era «contar nuestras penas», era simplemente mostrar nuestra realidad y celebrar que la vida sigue a pesar de los obstáculos».

Además del aspecto optimista, otro de los aciertos de Una posibilidad es el hecho de narrar una historia que no sólo interesa a las familias en una situación similar a la de Durán y Giner Bou, sino a cualquiera que le gusten los cómics.

«Cuando estábamos en medio de la vorágine de hospitales e íbamos contando a los amigos todos los avances de Laia, las anécdotas de hospitales o con otros padres, nos dábamos cuenta de que a la gente le interesaba lo que  contábamos. Les gustaba saber sobre el tema y se alegraban por cada nueva noticia. Por otra parte y más allá de si la historia interesaba o no, lo esencial era que la historia estuviera bien contada, que los personajes tuvieran entidad, que el lector se emocionase en los puntos fuertes, esas cosas que hacen que un relato funcione».

En Una posibilidad no se han dejado demasiadas cosas al azar. Además de cuidar la narración, los autores decidieron que el estilo del dibujo debía alejarse de lo realista. Una opción que, por otra parte, rebajaba la crudeza de la historia.

«Elegimos el dibujo de Cristina que es más suave, más esquemático, entraba mejor que el mío para esta historia», indica Giner Bou. «Si lo piensas, es un poco el recurso que utiliza Art Spiegelman en Maus y que ayuda muchísimo a digerir su historia. Además, el estilo de Cristina es muy personal, muy reconocible. El mío es más estándar, así que siendo una historia tan nuestra, nos parecía también importante que se nos reconociera por el estilo. La gente ve sus dibujos y ya sabe que es algo “nuestro»».


El caso de Una posibilidad no es un hecho aislado. Existen otras novelas gráficas como Epiléptico, de David B., o María y yo, de Miguel Gallardo, que decidieron utilizar el lenguaje del cómic para mostrar la realidad de temas como el autismo o la epilepsia. Una labor que, además de su aspecto artístico, tiene una función añadida: ayuda emocionalmente a las familias en situaciones semejantes y contribuye a que la población que no las conoce las comprenda mejor.

«Nuestra intención es normalizar lo diferente, hacerlo visible. Luego te llega el retorno de familias que han pasado por lo mismo y te das cuenta de que aportas un pequeño granito de arena en este sentido. Es muy reconfortante. A menudo nos llaman padres, madres, familiares, profesionales de la sanidad… simplemente porque necesitan hablar. Cuando presentamos en Madrid hace años Una posibilidad entre mil, se nos acercó una pareja y nos dijo que cuando algún familiar o amigo les preguntaba cómo estaban decían que ya no tenían que dar explicaciones, les dejaban nuestro libro y añadían: léelo, así es cómo me siento. Cosas como ésta no tienen precio, vale la pena todo el esfuerzo realizado».

Lo único que queda es desear que estos libros caigan también en manos de políticos o responsables de sanidad y servicios sociales. Tal vez así empiecen a empatizar con esas familias y frenen la política de recortes en dependencia que emprendida desde hace unos años.

«Esperamos que los libros sirvan de algo, pero no se trata de hacer una obra sobre un tema concreto, se trata de hacerlo siempre. En nuestro caso el activismo era parte de nuestra vida antes de que naciera Laia y no podemos evitar que nuestras obras tengan siempre un carácter reivindicativo», comenta. «Por otro lado, la Ley de Dependencia se aplicaba según en qué comunidad autónoma en la que estuvieras. En el caso de Valencia teníamos una administración contraria a esa ley. En aquella época hubo dinero para la visita del papa, para aeropuertos sin aviones, estadios de fútbol sin acabar, para el circuito urbano, los campeonatos de tenis y de hípica, la Gürtel y Marsans… y no había dinero para la dependencia. Ahora parece que las cosas están mejorando, pero la lucha sigue. A nivel nacional, los recortes en sanidad, educación y laborales son escandalosos, cuando esas cuestiones deberían ser cuestión de Estado. Parece que el interés personal y económico de algunos está muy por encima del derecho al bienestar social».

Tras abordar la enfermedad de Laia y el laborioso proceso de adopción de su hermana, Selam, Cristina Durán y Miguel Á. Giner Bou tienen en mente nuevos proyectos. En concreto dos novelas gráficas que se publicarán a lo largo de este año pero que no estarán protagonizadas por ellos ni por sus hijas.

«Aunque hay material para un tercer libro, porque la adolescencia de Laia está siendo muy jugosa, no queremos hacerlo por respeto a la intimidad de las niñas. Una posibilidad entre mil y La máquina de Efrén eran nuestra historia, la de los padres y, como adultos, podemos tomar la decisión de desnudarnos delante del lector para contarlo. Pero hablar de la adolescencia de las niñas… A nadie le gustaría que todo el mundo leyera sobre lo que ha hecho en una época tan complicada. Si alguna vez lo hacemos será más adelante, pero con la supervisión y colaboración de ellas».

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