Primos del rugby que te pondrán la piel de gallina

A lomos de un caballo, de una silla de ruedas que parece un tanque o bajo el agua, las variantes del rugby demuestran que el deporte del balón oval no es tan fiero y violento como muchos piensan.

Si el rugby te parece violento, imagínatelos a caballo. No es una broma. Por descabellado que parezca, existe un deporte en el que cuatro jinetes por equipo, a lomos de sus corceles, han de portar una pelota de un extremo a otro de la cancha para anotar el mayor número de puntos posible. Antes de hablar del rugby como un deporte de bestias, tus amigos deberán haber visto un partido de horseball.

Este deporte, aunque para su evolución tomó como ejemplo el rugby, tiene su origen en el tradicional pato argentino. Una disciplina cuyos inicios se remontan al siglo XVII, cuando dos equipos de jinetes intentaban hacerse con un pato vivo que trasladaban en una bolsa de cuero con asas, con solo un orificio para que el ave asomase el pescuezo. Desde aquel primario deporte – sanginario y violento, en el que los contendientes podían mandar al suelo a sus rivales en la pugna por el ave encerrada – hasta el horseball, las cosas han cambiado mucho.

El pato cuenta ya con unas normas para evitar que se maltrate a los animales (incluidos los caballos), y la bolsa en la que portaban al ave ha sido sustituida por una pelota redonda con asas. Más allá de eso, el propósito y la vistosidad del juego siguen siendo los mismos. Los jugadores practican escorzos imposibles para, desde la montura de su caballo, agarrar la bola que está en suelo. Una vez en posesión, deben cabalgar y combinar entre ellos para encestarla en la canasta que defiende el equipo rival.

Como ocurre en el rugby, en el horseball las individualidades no valen. Aquí, además, están penalizadas. Los integrantes del equipo que porta el esférico deben realizar al menos tres pases antes de encestar, y ningún jugador puede tener en sus manos el balón más de diez segundos sin ser sancionado.

Otras de las disciplinas que descienden del rugby es el rugby en silla de ruedas. Tal es la agresividad de los contendientes y la dureza con que se emplean que este deporte se conoce como murderball, algo así como balón asesino.

Esta variante, que supera en violencia a su hermana mayor, la pusieron en marcha cinco atletas paralímpicos canadienses en 1977, tratando de encontrar una alternativa al baloncesto en silla de ruedas. A día de hoy, está reconocida por el Comité Paralímpico Interancional y forma parte del calendario de los Juegos Olimpicos de verano.

Más que sillas de ruedas, los participantes utilizan vehículos acorazados para desplazarse por la pista. Reforzadas tanto la parte delantera como la trasera, e incluso las ruedas, chocan sin piedad unos contra otros. No suelen sufrir magulladuras en sus propias carnes, ya que el contacto físico está sancionado, pero las sillas que los transportan son otra historia… Acaban totalmente destrozadas por los encontronazos que tienen que sufrir.

Básicamente, como si fueran placajes, los jugadores de un equipo han de chocar para defender a sus compañeros y para detener el avance de los adversarios, mientras unos y otros tratan de posar el balón más allá de la línea de marca.

Otra disciplina que pueden utilizar los seguidores del deporte oval para aplacar la sorpresa de sus familiares y amigos es el rugby subacuático, una variante en tres dimensiones. El balón, que en su interior contiene agua salada para que no pueda salir a flote, puede pasarse tanto para un lado como para arriba, para abajo, hacia delante o hacia atrás…

Esta descabellada variedad de rugby surgió en Alemania en 1961. Fue ideada por Ludwig von Bersuda y era un ejercicio que formaba parte del entrenamiento de los buceadores. Si en las anteriores disciplinas hacía falta agilidad, en esta es necesaria una capacidad pulmonar suficiente para aguantar bajo el agua moviéndose hacia uno y otro lado. Además, los jugadores de cada equipo deben coordinarse a la perfección para que, mientras uno sale a respirar, otro pueda hacer la cobertura.

Los participantes tienen un cometido claro: llevar la pelota al extremo opuesto del campo para encestar en una canasta situada al fondo de la piscina. Sin riesgo de caer mal tras un placaje y acabar con un hueso roto, los osados que se han animado a practicar este deporte aseguran que se trata de algo parecido al quidditch que practicaban Harry Potter y los suyos en Hogwarts. Aunque sin escobas voladoras de por medio.

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Si aun después de conocer todos estos deportes hay quien piensa que el rugby es una salvajada, habrá que recurrir al Calcio Storico. En este deporte tradicional de Florencia prácticamente todo está permitido, y sus orígenes son más remotos, si cabe, que el propio fútbol.


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Las imágenes utilizadas son propiedad de Dansk Handicap Idræts-Forbund y Anders Finn Jørgensen

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