El viaje en que se descubriรณ que la cara de miedo no es universal

cara de miedo

Hay conocimientos cientรญficos que aparentan tener poca proyecciรณn mรกs allรก de la anรฉcdota o la pura curiosidad y, sin embargo, levantan imperios. Sobre la idea de que toda la humanidad, de manera innata, expresa sus emociones bรกsicas con las mismas expresiones faciales, se ha construido una industria de la ciencia aplicada que mueve millones de euros.

Hoy, unos estudios capitaneados por investigadores espaรฑoles estรกn desmontando la teorรญa. Llevan aรฑos conviviendo con habitantes de las islas Trobriand, en Papรบa Nueva Guinea, y han demostrado que allรญ, la cara que nosotros identificamos con el miedo ellos la perciben como amenaza. Justo lo contrario.

Paul Ekman fue el fundador de la corriente que se ha fijado como un dogma acadรฉmico. En principio, el psicรณlogo estadounidense, en 1972, catalogรณ seis gestos de origen biolรณgico: alegrรญa, ira, miedo, asco, sorpresa y tristeza. En su proyecto Diรณgenes, Ekman registrรณ ademรกs expresiones que servรญan para detectar la mentira. Al igual que otros cientรญficos de los aรฑos 60 o 70, creรณ un sistema de codificaciรณn de los movimientos faciales en el que se taxonomizaban y definรญan todas las muecas que el rostro es capaz de articular.

Tocando este armazรณn teรณrico han evolucionado la psicologรญa positiva o el estudio de la inteligencia emocional; se han vendido cursos por miles de dรณlares para identificar, a travรฉs del movimiento de la cara, a terroristas o delincuentes en las fronteras. Gran parte de ese castillo se asienta sobre Ekman, quizรกs por eso, Carlos Crivelli, uno de los encargados del estudio de Trobriand, percibe cierta hipocresรญa en una comunidad cientรญfica que se resiste a aceptar que, en realidad, las caras de Ekman no son universales. Parecรญa anecdรณtico, pero no lo es.

Para llegar a comprobarlo, los expertos han tenido que mimetizarse, dejarse adoptar por un clan, aprender el kilivila, la lengua de comunidades aisladas de estas islas e, incluso, cambiar su nombre. Carlos Crivelli, psicรณlogo de la Universidad Autรณnoma de Madrid, allรญ se llama Kelakasi.

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El aterrizaje de Crivelli sobre el terreno fue un shock, pero podrรญa haberlo sido mรกs. Iba acompaรฑado por Sergio Jarillo, antropรณlogo del American Museum of Natural History (Nueva York), que habรญa despejado el camino durante aรฑos: ยซร‰l es un experto en la zona, poca gente ha estado tanto tiempo allรญ, habla la lengua perfectamente y tiene el respeto de toda la comunidadยป, explica a Yorokobu.

Su primer recuerdo de aquel lugar es una avalancha de gente. Caminaban por un mercado de polvo y arena de la capital de provincia, Alotau, paso previo a pisar las Trobriand, cuando a lo lejos, alguien empezรณ a gritar ยซยกTonogwa, Tonogwa!ยป. Era el nombre local de Sergio Jarillo, que llevaba cuatro aรฑos sin visitar el lugar. De pronto, mรกs de cincuenta personas los rodearon. ยซNo todos lo conocรญan, pero para ellos era curioso oรญr a un blanco hablar su lengua a la perfecciรณnยป, recuerda Crivelli. Decenas de personas hablaban, invadรญan el espacio, tocaban: ยซLo primero que piensas es: me estรกn robandoยป, rรญe. Sin embargo, aรบn tenรญan que llegar al archipiรฉlago y luego a la aldea de la familia adoptiva de Jarillo, en la isla de Kiriwina.

Alcanzaron el puerto. Una muchedumbre esperaba. Iban cargados con el equipo de trabajo, que era una golosina que alimentaba la curiosidad de los autรณctonos. Jarillo se marchรณ a por un todoterreno para trasladar el equipaje. Crivelli se quedรณ solo, rodeado de gente que lo tocaba, otra vez, y trataba de escudriรฑar en los bultos y le interrogaba con una lengua que รฉl apenas entendรญa todavรญa: ยซRodeado de mar por una parte, de curiosos por otra, la noche cayendo, lo รบnico que acertaba a decir era que no tocaran las cosas, que eran regalos para el gran jefe de la comunidadยป, cuenta.

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Llegaron de noche a Kutoila, la aldea en que se hospedarรญan: sombras, figuras pequeรฑas e inquietas, sombras, manos que le buscaban la mano y le daban la bienvenida, sombras. No hay electricidad ni agua corriente ni sistema de cloacas.

Muchos estudios con comunidades indรญgenas se han ejecutado de forma acelerada. ยซViajan los expertos 15 dรญas con intรฉrpretes profesionales, contactan con el jefe, pagan un montรณn de dinero, ponen a todos en fila, hacen unos test y se marchanยป, resume Crivelli. No obstante, si uno quiere comprender al milรญmetro quรฉ significa cada gesto y quรฉ estado interno pretende trasladar, debe conocer el lenguaje. Un pequeรฑo fallo en la traducciรณn podrรญa dar pie a una bola de nieve de errores futuros.

ยซDurante los nueve meses previos a viajar estudiรฉ la gramรกtica sobre papel que habรญan preparado quienes habรญan vivido antes allรญ; es una lengua oral, no tiene cรณdigos escritos. Al llegar me enteraba de muy pocas cosas, uno tiene que desarrollar su propio vocabulario sobre el terreno dependiendo de lo que quiera estudiarยป, especifica.

En Trobriand, por ejemplo, no podrรญa presentarse una encuesta en la que se pida valorar los grados de intensidad de una expresiรณn de la cara con los mismos parรกmetros que se usarรญan en el mundo occidental. Ellos sรณlo utilizan tres grados de intensidad (nada, poco, mucho) mientras que nosotros definimos una gama mรกs amplia de matices. Para diseรฑar unos experimentos precisos hay que conocer las peculiaridades, y para eso, se requiere integrarse en la comunidad.

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ยซEn algunas culturas, preguntar sobre la envidia, la vergรผenza o el amor es algo demasiado personal y conflictivo; la mejor manera de conseguir la informaciรณn es interactuando para que estas cosas emerjan de manera naturalยป. Los investigadores van a pescar con ellos, a cuidar los jardines; crean un vรญnculo de cariรฑo, de confianza. Y observanโ€ฆ

Por ejemplo, mientras una madre cocina, el niรฑo merodea, molesta, la madre riรฑe a la criatura, pero รฉste sigue fastidiando; de pronto, la mujer se harta y lo mira con los ojos abiertos, descompuestos, la boca entreabierta, un gesto que nosotros identificamos con el pavor. Sin embargo, el pequeรฑo lo entiende, se asusta y deja de portarse mal. Esa misma cara, la que puso la madre, se encuentra tambiรฉn en las tallas de madera de las brujas yoyowa que datan de hace un siglo: no se trata de brujas sumisas, sino amenazantes.

A partir de vislumbres como este se diseรฑaron experimentos que comprobaron que, efectivamente, la comunicaciรณn de las emociones bรกsicas no era universal. Vieron, ademรกs, que lo que aquรญ entendemos por una expresiรณn de alegrรญa, en el archipiรฉlago lo asumen como una mueca de invitaciรณn social.

Sabรญan a lo que se iban a enfrentar en la comunidad cientรญfica, asรญ que se cercioraron del descubrimiento por distintos procedimientos. Se aseguraron de que los grupos de participantes no pudieran encontrarse y comentarse las pruebas para que no contaminaran los resultados. Expusieron fotografรญas de expresiones faciales a grupos de adolescentes locales. Les pidieron que identificaran cada emociรณn y, luego, siguiendo la teorรญa de ecologรญa de la conducta, solicitaron motivos sociales: en vez de miedo, sumisiรณn; en vez de enfado, amenaza. Mayoritariamente, la mayorรญa seleccionรณ nuestra cara de miedo como ejemplo de amenaza y enojo.

Mรกs tarde, incluso pusieron en prรกctica la metodologรญa de Ekman. La prรกctica consiste en narrar un relato y que el sujeto indique quรฉ expresiรณn de las mostradas se corresponderรญa con el protagonista de la historia: ยซHay un chico que va a iniciar una pelea, quiere agredirte fรญsicamente, ยฟquiรฉn de รฉstos es?ยป. Cerca de un 80% de los participantes seรฑalaron la cara que los occidentales vinculamos al terror.

Desde hace muchos aรฑos, se debate sobre quรฉ aspectos del ser humano son innatos y cuรกles aprendidos. ยซLos defensores de las emociones bรกsicas tratan el innatismo con demasiada frivolidad cuando ningรบn estudio lo prueba. Lo innato es que tenemos mรบsculos faciales y podemos hacer miles de movimientos, al igual que podemos abrir la mano, la cuestiรณn es quรฉ significa cada expresiรณn en su contextoยป. Los detractores de Ekman hablan de que los gestos faciales no aparecen por una necesidad fรญsica, sino que responden a una necesidad comunicativa (no ponemos las mismas caras cuando estamos solos), es decir, son sociales: aprendidos.

ยซUna de los factores de anรกlisis de la inteligencia emocional es la identificaciรณn de las emociones en el rostro. si pasรกramos uno de esos test a los habitantes de las islas, sacarรญan una puntuaciรณn muy baja. Hay quienes consideran que los niรฑos que obtienen mala calificaciรณn en la prueba estรกn sujetos a la exclusiรณn y podrรญan presentar perfiles psicopรกticosยป. Crivelli, en cambio, ha disfrutado junto a esos que lo llaman Kelakasi, se ha implicado emocionalmente en su comunidad y ha recibido cariรฑo y comprensiรณn. Algo demasiado extraรฑo para un pueblo de supuestos psicรณpatas potenciales.

2 Comments ยฟQuรฉ opinas?

  1. Esas exploraciones sobre comunidades precarias, naturalmente aisladas y por lo tanto incontaminadas, son sumamente atractivas en sus reacciones a la curiosidad cientรญfica. Muy interesante.

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