A finales de la década de los 70 del siglo pasado, la democracia se abrió camino en la península ibérica tras derrocar las dictaduras que regían en España y Portugal. En el país luso, esa democracia llegó en 1974. En nuestro país, hubo que esperar un poco más, hasta 1977.
Y aunque ambos procesos de democratización se desarrollaron por vías diferentes (en Portugal, por un golpe de Estado contra el dictador y en España, tras la muerte de Franco), en ambos hubo elementos comunes: el control de los extremismos violentos, la subordinación del poder militar a los principios democráticos y el despertar de movimientos sociales que exigieron una democratización real.
El fotoperiodismo jugó un papel esencial a la hora de documentar todo aquello, y eso es lo que explora la exposición Vientos del pueblo. De revoluciones y transiciones ibéricas (1974-1977), comisariada por Rafael R. Tranche y Carla Baptista, que puede visitarse hasta el15 de septiembre en Faro, y del 3 al 30 de octubre en Guarda (Portugal). A España llegará el próximo mes de noviembre.

El título de la exposición, que alude al poemario que Miguel Hernández escribió en 1937 para alentar a la lucha popular contra el fascismo en plena Guerra Civil española, no es casual.
«La metáfora vientos, justo como aparece en el primer verso del poema Vientos del pueblo me llevan, alude precisamente a la fuerza de lo colectivo y a la capacidad para buscar soluciones comunes a problemas individuales —explica Rafael R. Tranche—. Durante la Revolución portuguesa del 25 de Abril y la transición española se recuperó ese impulso popular a través de la protesta en la calle y las reivindicaciones políticas en diversos escenarios sociales (la fábrica, la universidad, la prensa…)».
Esas reivindicaciones se recogieron tempranamente en la prensa, como refleja la portada del 4 de mayo de 1974 de la revista lusa O Século Ilustrado, con el titular «O povo unido jamais será vencido»; y en una línea parecida, la portada del primer número de la revista española Realidades de enero de 1976: «El pueblo vuelve».

«Esta exposición trata de mostrar cómo la fotografía fue capaz de plasmar esa energía popular y la recuperación de la idea de pueblo, el demos, como vía de participación directa en la conformación de los nuevos sistemas democráticos de ambos países».
Todos aquellos cambios políticos llegaron acompañados por un cuestionamiento de los preceptos que durante décadas habían limitado el desarrollo personal de la ciudadanía en su vida cotidiana, nuevas éticas. Y todo ello, a su vez, vino envuelto en una nueva estética que tuvo su reflejo más inmediato en la fotografía, en especial, aunque también en el cine y la televisión.


La exposición, como remarcan sus organizadores, no es solo una muestra documental de un periodo de cambio en ambos países vecinos, sino también una reflexión sobre el poder de la imagen como herramienta para interpretar y contar la historia reciente. Ese relato es el que mostraron fotógrafos como Anna Turbau, Aleìcio de Andrade, Nuno Félix da Costa, Colita, Guillermo Armengol o Pilar Aymerich, cuyas fotos están presentes en la exposición.
Procesos paralelos
Mientras que en Portugal la democracia llegó gracias a un golpe de Estado llevado a cabo por el Ejército y apoyado por la ciudadanía, en España, sin embargo, hubo que esperar a la muerte del dictador Franco para que se iniciara la democratización del país.
Sin embargo, en ambos procesos hubo ciertos paralelismos. «Este es el aspecto central de la exposición a partir de sus registros fotográficos —remarca Tranche—. Lo que une ambos procesos es la recuperación por parte de ese sujeto colectivo del espacio público como ámbito de acción y participación ciudadana».

Dividida en cinco secciones, (‘Hoy empieza todo’; ‘El pueblo en la calle’; ‘Las afueras: del centro a la periferia’; ‘La revolución de los cuerpos’ y ‘Libertad y expresión’), es precisamente en las dos primeras donde puede verse mejor esa dimensión, «donde la población toma las calles no solo como espectadora, sino como agente del cambio. Frente al control y el dominio establecido por ambas dictaduras, en la calle se gestó una nueva ciudadanía sedienta de libertad», explica el comisario de la muestra.
Pero también hubo diferencias entre ambos procesos, derivadas de sus particularidades históricas y sociales.

«El 25 de abril fue un golpe de Estado que el pueblo en la calle convirtió en revolución. Un año después, con las primeras elecciones generales, este proceso derivó en una democracia de corte occidental —matiza Tranche—. La transición española fue un proceso más convulso y dilatado hasta las primeras elecciones generales de 1977. Esta fecha marca el final del periodo que abarca la exposición (1974-1977), siendo precisamente esos primeros momentos de cambio, entendidos como un corte y aceleración de la historia, los que muestran las fotografías incluidas. En este sentido, entendemos que estas imágenes, por su carácter excepcional, llevan inscritas las marcas de esas transformaciones y el impulso de esos vientos del pueblo».
La exposición se enmarca en el programa que celebrará las cinco décadas de democracia en España.

«Uno de los objetivos de este comisionado es dar a conocer el papel de las personas anónimas en la lucha por la libertad y la democracia en aquellos años 70: la gente que estaba trabajando desde la calle, desde las asociaciones de vecinos, desde los barrios, la universidad, las fábricas, las minas…», comenta Carmina Gustrán, comisionada para la Celebración de los 50 años de España en libertad.
«No se me ocurre una expresión más gráfica y significativa para difundir y rendir homenaje al compromiso y trabajo de tanta y tanta gente en España y en Portugal que luchó por la libertad y la democracia que esta exposición, Vientos del pueblo. De revoluciones y transiciones ibéricas. Esta muestra un claro ejemplo de lo que podemos conseguir cuando trabajamos juntas por un bien común».