Los surrealistas buscaban con ahínco aquel punto en el que lo antagónico converge. Para ellos resultaba vital alcanzar ese espacio en el que lo contradictorio dejaba de serlo para conseguir el desconcierto que sus obras trataban de provocar. Las Vírgenes de Florencia Rojas también han dado con él. Lo humano y lo autómata, la vida y lo inerte, confluyen en ellas sin chirriar.
En el texto crítico de la exposición Vírgenes, escrito por Juan Francisco Rueda, se alude al movimiento abanderado por Breton como un referente elemental en el trabajo de la artista malagueña. Y ella no lo niega: «Siempre trato de encontrar un punto de encuentro entre ideas contrarias. Estéticamente mi trabajo no tiene nada que ver con la corriente surrealista pero sí me siento muy identificada con sus temáticas. Me gusta reformularlas a mi manera».
En sus Vírgenes conviven varias dualidades («la vida y la muerte, la quietud y el movimiento, lo humano y lo autómata, la belleza y el horror, incluso»), gracias, en gran medida al trabajo de posproducción. «He intervenido la piel de las mujeres para asemejarla a la textura de la de las estatuas. También les he borrado el brillo de la mirada».
El físico de las modelos también contribuye al inquietante resultado final. «No me gustan las modelos profesionales. Siempre trabajo con conocidos, con gente con potencial para el retrato psicológico».
Outi
Florencia añade que con ese proceso de «esculpir la piel» realizado en posproducción hace también referencia a la alteración mediática del rostro. «Nuestro canon de belleza son figuras poco reales que se asemejan más a las estatuas que a una persona de verdad».
Concepcion
Defiende su concepción de la fotografía como una disciplina «densa» con varias capas de significado. Y por eso, y pese a la aparente «simpleza» de las imágenes de la serie, Florencia Rojas sigue añadiéndoles más lecturas. Entre ellas no faltan las de carácter mitológico o religioso. «No puedo escapar al hecho de que he crecido en Andalucía y las imágenes de las vírgenes forman parte de mi imaginario». De hecho, informa, en sus orígenes como fotógrafo retrató muchas de estas tallas. Por eso tampoco puede remediar que las mujeres a las que ha fotografiado le recuerden, a veces, a alguna de esas imágenes: «Marina me parece una Dolorosa».
Probablemente, Marina no sufrió tanto como para ser catalogada como tal pero sí debió de pasar lo suyo durante la sesión fotográfica. «Estábamos a unos 10 grados bajo cero, en un parque de Berlín y estaba desnuda de cintura para arriba».
El resto de las imágenes (cinco en total conforman la exposición aunque la serie incluye más fotografías) también están tomadas en parques de la capital alemana, lugar de residencia de Florencia. También los dos vídeos que completan la muestra. «En los vídeos he buscado la misma idea, ese estado intermedio entre vida e inercia. Pero aquí no he intervenido la imagen. Lo que he hecho ha sido un ejercicio perfomántico. Les pedía a las modelos que durante un tiempo estuvieran inmóviles que no pestañearan… Algo imposible… Sobre todo al aire libre, con poca ropa, en un parque de Berlín…»
La inclusión de las piezas audiovisuales («el vídeo Marina va acompañado del sonido de una espátula que trabaja sobre escayola, como si estuviera puliendo una estatua») forma parte de la experimentación con los medios, algo habitual en la obra de Florencia. En este caso, fotografía y vídeo debían intercambiarse los papeles: «Al vídeo se le pide movimiento y la fotografía es estática. En Vírgenes he tratado de hacer justo lo contrario».
Pauline
Vera
Vírgenes, de Florencia Rojas, forma parte del Festival Miradas de Mujeres, y puede visitarse hasta el 3 de abril en la Galería 6mas1 de Madrid.