Parece que John Lennon tenía razón en la letra de Mind Games cuando decía aquello de que el amor es la respuesta. La cuestión es: ¿la respuesta a qué pregunta? ¿Una cualquiera? ¿Así, al azar? Antes, el psicoanalista y filósofo Erich Fromm había sido más preciso al abordar la cuestión en el famoso El arte de amar: «El amor es la única respuesta sana y satisfactoria al problema de la existencia humana», escribió.
Bien, lo de satisfactoria es fácil de comprar. Sin embargo, lo de sana habría que ponerlo en cuarentena, sobre todo si tenemos en cuenta la relación demostrada en la actualidad entre tener una relación (estable) y dejarse llevar en la carrera por el riesgo cardiovascular.
Como diría tu cuñado, hay estudios. En Estados Unidos, el epicentro de la gordura gratuita, Jeffery Sobal, Barbara Rauschenbach y Edward A. Frongillo, de la división de Ciencias Nutricionales de Cornell University, publicaron hace algunos años un estudio revelador llamado Marital status changes and body weight changes: a US longitudinal analysis.
Los investigadores examinaron más de 9.000 casos a partir de entrevistas y medidas a adultos en dos tomas, con 10 años de diferencia. «Los resultados sugieren que los cambios en los roles sociales como, por ejemplo, casarse o divorciarse influyen en características físicas como la del peso corporal», apuntan los autores.
Si tenemos en cuenta que, según Erich Fromm, la principal condición para apuntarse el logro del amor es derrotar al narcisismo de uno mismo, las piezas empiezan a encajar con la precisión de un par de pentominós del Tetris. No es extraño entonces que el estudio de Sobal, Rauschenbach y Frongillo arroje conclusiones como que las mujeres que en la primera muestra eran solteras y en la segunda ya estaban casadas habían ganado más peso que las que estaban casadas desde un principio, o que los hombres que continuaban separados o divorciados y los que enviudaron (así es) perdieron más peso que los estaban casados en la toma de referencia y en la segunda consulta.
[pullquote]Entre presidente y presidente de Estados Unidos, uno puede engordar más de 7 kilos[/pullquote]
Aunque la investigación de Cornell precisa que hombres y mujeres reaccionan de forma cuantitativamente diferente a estas cuestiones, no hay duda, engordar en un matrimonio es como la actividad en el cuarto de baño: llega un momento en el que ya se hace todo juntos. Una investigación encargada por la empresa británica Forzadiet concluye que, por supuesto, no es algo automático.
Según el estudio, existe un pequeño porcentaje que tiende a tomarse las cosas literalmente y empieza a engordar significativamente desde la misma luna de miel, pero en un 54% de los casos es necesario que transcurran tres años para que la gordura se abra camino impunemente desde la zona de confort. Entonces, lo más normal es empezar a sumar alrededor de 1,8 kilos al año. En total, entre presidente y presidente de Estados Unidos, uno puede engordar más de 7 kilos.
Pero no todo está perdido. What comes around, goes around: más de las mitad de las parejas encuestadas por Forzadiet reconocieron que, juntos, también consiguieron perder peso a partir de una dieta conjunta. Sin embargo, en el programa Lose Weight For Love de BBC One, la profesora Tanya Byron se dedica a separar durante 10 semanas a parejas con un sobrepeso más evidente y dañino que el propio título del reality. Pierde peso por amor, pero lejos de mí.
Antes lo habían intentado los productores de The Biggest Loser, el programa de la NBC en el que durante 17 temporadas personas obesas han peleado por ver quién pierde más peso, pero Weight For Love se quedó en la fase de casting. Sin embargo, en ABC gustó la idea y moldearon el «no hay ser humano, por cobarde que sea, que no pueda convertirse en un héroe por amor» de Platón hasta producir Extreme Weight Loss: Love Can’t Weight, un programa en el que parejas pasadas de kilos intentan ponerse a punto para sus bodas.
Sin embargo, no conviene pasar por alto que perder peso por amor es un acto contra natura. No hay forma más efectiva de adelgazar que, de hecho, por desamor. «Mi dieta era café». No lo dijo el joven Werther de Goethe, lo definió más prosaica Eva Longoria tras divorciarse del jugador de la NBA Tony Parker. Aquí no hay nada más que química, que diría Walter White: en situaciones de estrés, las habituales descargas de adrenalina provocan que el cuerpo reduzca drásticamente las ganas de comer.
La ausencia de apetito derivada de una ruptura sentimental importante conduce a una inevitable pérdida de peso que, de media, suele bascular entre los 2 kilos del primer mes y los 6 al final del año: 7 de cada 10 personas pierden peso tras una separación traumática. En la mesa y en el amor, lo que no mata engorda, y si engorda, siempre puedes ir a un reality show.
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