¡Qué palabra tan maravillosa! Bien se merece una entrada en Yorokobu. Ojalá la lean ustedes con la mente abierta porque es un vocablo tan molón que podría ser una marca (probablemente ya lo sea) de guisantes en conservas, o de moda prêt-à-porter, o de armas semiautomáticas, o de mayonesa…, o el neón culpable y tentador de un club de carretera. ¡Es tan versátil!
En inglés dicen I wish o I hope, pero ni siquiera el hopefully es lo mismo. En el matiz está la fístula que separa las culturas, dos civilizaciones que se desentienden cada vez que abren la boca o que la cierran. Para decir ‘ojalá’ se utilizan muchos músculos faciales. No es tan sencillo como decir thanks o yeah. El origen del término ‘ojalá’ significa literalmente ‘si Alá quiere’, pero nosotros lo utilizamos como un ‘si Dios quisiera’ o, más bien, ‘ya me gustaría que…’.
Tampoco es lo mismo exclamar oh là là! en la Provenza francesa, porque allí significa ‘qué rico’, ‘qué bien’, ‘estupendo’, ‘qué sorpresa’ y así. Comparten grafía, pero no sentido. La influencia de Al-Andalus no llegó tan al norte…
Cuando Pink Floyd cantaba aquello de Wish you were here en un disco cuya enigmática portada mostraba a un ejecutivo en llamas estrechando la mano de otro hombre, uno le daba vueltas a la conexión entre esa poderosa imagen, casi surrealista en un sentido Magritte, y el ‘ojalá’ de las palabras.
El viejo proverbio de que debemos tener cuidado con nuestros deseos porque podrían convertirse en realidad tiene un reverso tenebroso. Hay que tener cuidado con la realidad, porque podría convertirse en un deseo, y es ese un viaje de vuelta sin ida, una deconstrucción del ánimo donde lo que tuvimos se transforma en anhelo, lo pasado en humo y la sonrisa en melancolía. Ojalá no les suceda nunca, a no ser que sean poetas como Silvio Rodríguez, quien puso voz y verso en su canción Ojalá:
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve,
ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones:
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.
El famoso wishful thinking significa expresar el deseo de algo como si de una certeza se tratara, intentando así propiciar de una manera telúrica nuestros intereses, que necesariamente han de entrar en colisión con los del prójimo, tarde o temprano.
La palabra ‘ojalá’ es rara y bella como una flor de cinco letras, pero según quién la pronuncie y según qué diga a continuación, el mundo puede ser de una manera o de otra, incompatible, y entraríamos en distopías como la siguiente: «Ojalá yo fuera otro, y hablara y escribiera catalán correctamente y dijera tant de bo; ojalá ya estuviéramos instalados en 2017 y el tedio no existiera, ni Mario Vaquerizo, ni la caza deportiva, ni las faldas pantalón».
Ojalá les haya gustado este artículo.