¿Cómo reivindicar el afrofeminismo? Aplicando la estética de la moda al racismo y la misoginia

Brasil es una amalgama de razas y colores que desprende una idílica imagen de playa, samba y luz. Pero su realidad es mucho más compleja y difícil, mucho menos bonita.

Las cifras hablan por sí mismas: una mujer es asaltada cada 15 segundos en dicho país. Cada dos horas una mujer es asesinada. El 59% de la población conoce a alguna mujer que haya sido víctima de violencia. Brasil ocupa el 7º puesto mundial en la escala de violencia contra las mujeres y en las últimas tres décadas, al menos 92.000 mujeres fueron asesinadas en sus propias casas.

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Pero la situación de la mujer no es mejor en el resto del mundo. Según un informe de Naciones Unidas de 2013, el 92% de las mujeres declaró haber sufrido algún tipo de violencia sexual en espacios públicos alguna vez en su vida. El 88% declaró haber padecido algún tipo de acoso sexual verbal. A todo ello hay que sumar la escasa representación política y gubernamental de la mujer y las desigualdades salariales con respecto a los hombres. Si bien Brasil eligió a una mujer como presidente de la nación en dos ocasiones, la hoy destituida Dilma Rousseff, la situación de las féminas allí y en el resto del mundo no es precisamente cómoda.

Si además de ser mujer se suma el hecho de ser negra, la cosa se complica aún más. «Las mujeres negras en Brasil, como en otros países del mundo, son tomadas como rehenes no sólo por el racismo sino también por la misoginia», explica Carolyna Araujo, coordinadora del colectivo Kolor Art, un grupo de artistas y productores culturales de Río de Janeiro.

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En 2015, el colectivo lanzó su proyecto ZONE, dividido en series denominadas zonas que abordan por separado distintas temáticas sociales con estilos diferentes. La última de ellas es la que dedican al afrofeminismo. Pero también contemplan otros temas como las princesas, el consumismo, el scato-Trump o los albinos.

Kolor Art Collective nació en 2015 como una organización creativa en torno al arte no convencional y a festivales de fotografía en Brasil. Su fundador es el fotógrafo francohúngaro Paul Kurucz, que puso en marcha Kolor en Budapest en el año 2011 antes de traerlo a Río para transformar el concepto sobre la fotografía provocativa de autor.

afrofeminismo

«Los movimientos de emancipación se han disparado en Brasil», comenta su coordinadora. «Existen miles de grupos, colectivos y proyectos de todo tipo que apoyan a las minorías, a los oprimidos, a los débiles. Nosotros pensamos que teníamos algo que decir sobre esto usando un lenguaje que siempre había estado principalmente asociado a la moda y a las revistas de arte como es la fotografía de gran calidad, pero con otro contenido. Uno donde la belleza y la perfección se mezclaran con la dureza de la realidad para divulgar nuestro mensaje a través del contraste en la composición».

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En torno a esa idea, las fotos de ZONE que pretenden rendir tributo a dos fuerzas en alza como son el feminismo y la cultura afro son una provocación visual llena de fuerza. Envueltas en una estética glam-trash y llenas de teatralidad, las elegantes imágenes resultantes llaman la atención sin resultar agresivas.

Todos los modelos, actores y drags que aparecen en las fotos pertenecen al microcosmos anarco-humanista militante de Río. Un microcosmos que cree que todo puede y debe ser cuestionado excepto el amor por el planeta y entre las personas. Su papel no se limitó a las poses sino que todos ellos participaron en la concepción de los personajes y escenas.

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«Queremos que nuestro mensaje sea visto, recordado, sentido. El ruido mediático en el que compiten trillones de imágenes en las redes sociales e internet hace que sea obligatorio expresarte tú mismo visualmente, pero de un modo distinto. Nosotros optamos por una suave mezcla de inquietud y curiosidad», explica Araujo.

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El colectivo está convencido de que la expresión artística es el camino para iniciar el cambio en el mundo. Carolyna Araujo lo expresa de una manera bella y clara: «El arte es una semilla que si se planta en el alma humana, crecerá de una manera sutil, impredecible y orgánica, pero siempre para bien, para abrir puertas interiores, para hacernos más sensibles hacia ideas que la racionalidad no siempre puede transmitir».

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