¿Acabará el chándal con los tacones y las corbatas en la oficina?

25 de abril de 2019
25 de abril de 2019
7 mins de lectura
ejecutivo vistiendo athleisure

La moda deportiva para vestir, cómoda, sexy y elegante, se usa cada vez más en el trabajo.
Los formalismos de antaño están de capa caída.
Los milenials, que crecieron en chándal y sudadera, no se dejan comprimir en fajas ni corbatas.

Alguien debería pedir disculpas a esas mujeres que en los 80 se calzaban su chándal, sus tacones y se ponían labios carmín. Las llamaban catetas; se reían de ellas. Nadie supo ver que vivían adelantadas a su tiempo. Anunciaban el futuro: la moda deportiva para vestir. En 1988 Martirio se calzó su peineta y lo cantó en sus Sevillanas de los bloques:

Con mi chándal y mis tacones,
arreglá pero informal,
domingo por la mañana
él me saca a pasear.

El paso del tiempo ha convertido ese arreglá pero informal en athleisure. La idea que entonaba la cantante de estar cómoda, atractiva y presentable en sociedad ha evolucionado a lo que hoy la industria de la moda presenta como ropa deportiva para vestir.

Un estudio de Morgan Stanley explica que el athleisure de hoy viene de un largo camino que empezó en los chándales de los 70. Entonces lo importante era la comodidad y la facilidad de movimiento para hacer deporte (daba igual ir hecho un fantoche con unos pantalones bombachos con un elástico en los tobillos). Hoy eso es inaceptable: la apariencia importa tanto como la comodidad. La ropa deportiva no debe resultar escandalosa en medio de un bar o una oficina.

athleisure
Modelo de Kenzo

Esta evolución es un asunto que atañe a las marcas deportivas y a las firmas de moda. Ambas están diseñando «un híbrido entre la ropa business casual y la ropa deportiva», según la historiadora especializada en moda Deirdre Clemente.

Es una transformación suave como la seda, ligera como el lino. Ha ido siguiendo el paso de los cambios generacionales y del avance tecnológico (la nueva ropa casual fabricada con tejidos de alta tecnología y las zapatillas deportivas inteligentes).

También sigue el compás del progreso social: el trabajo lleva tiempo sacudiéndose formalismos de la solapa. «Antes se veía con malos ojos ir a trabajar en vaqueros y zapatillas de deporte», indican en la investigación de Morgan Stanley. «Ahora muchos profesionales llegan a la oficina en ropa deportiva llamativa y de colorines. Quizá, incluso, con dispositivos vestibles que cuentan desde los pasos hasta las pulsaciones del corazón y las calorías consumidas». Hablan las cifras: la industria del athleisure creció un 42% de 2008 a 2015.

[bctt tweet=»Tu aspecto repercute en la creatividad y la inspiración del resto de individuos que hay en la oficina» username=»Yorokobumag»]

Deirdre Clemente lleva más atrás este cambio en el vestir. La historiadora de la moda cuenta que, durante muchos siglos, la ropa práctica y cómoda nunca fue apreciada. A principios del siglo XX, en 1910, comenzó el giro y, a finales, llegó el empujón definitivo:

—A principios de los 80 comenzó el declive de la ropa formal en el entorno de trabajo. Los empleados vestían de un modo más casual. Yo lo atribuyo al crecimiento de la industria tecnológica en California. La gente trabaja muchísimas horas al día y querían utilizar ropa cómoda. Los informáticos y los programadores no estaban de cara al público. El ambiente laboral era distinto al de los años 60 y 70. Entonces importaba más la imagen que se daba: los jefes requerían a sus empleados que representaran la imagen de la compañía.

Desde aquellos años 80 «la versatilidad, la comodidad y el pragmatismo se han ido introduciendo en nuestros armarios», indica Clemente. «El athleisure no se refiere a unas zapatillas para correr; son shorts, polos, camisetas, leggings… Tienen su origen en el gimnasio y en el deporte, pero ahora es ropa mainstream».

Por este motivo, porque se ha hecho masivo, el athleisure «no es una tendencia; es la nueva cara de la ropa casual», indica la profesora de la Universidad de Nevada (EEUU). «Es un cambio radical en el armario de Occidente. La ropa más formal ha muerto y ha sido reemplazada por prendas más cómodas y prácticas. Es un cambio cultural importante: cada vez hay menos elementos formales en el armario. ¿Cuántas personas conocemos que tengan un traje de etiqueta?».

Dice Clemente que la versatilidad del athleisure ha enamorado a muchas personas. «Ese es uno de los motivos por los que está entrando en el lugar de trabajo. No es ropa para hacer deporte; es ropa que puedes llevar en clase de yoga, en una reunión en la oficina o para recoger a los niños del colegio. Esta es la idea del armario moderno».

El athleisure encaja bien en muchos escenarios porque es una ropa deportiva con aspecto formal. Las cremalleras y los bolsillos que incluyen algunos pantalones de yoga les dan una apariencia de vestir; ahí está el elemento formal. Pero no tienen botones y se ajustan al cuerpo sin apretar; ahí está la comodidad.

—¿Cómo influye este modo de vestir en la forma de trabajar y de relacionarse en el ámbito laboral?

—No hay un acuerdo entre los investigadores para responder a esta pregunta. Algunos dicen que los empleados que llevan ropa cómoda pueden trabajar más horas. Otros piensan que hace a la gente más dejada, más perezosa… Creen que no da una buena impresión. El jurado todavía no ha dictado sentencia, como solemos decir. Aún no sabemos cómo el athleisure ha cambiado el entorno de trabajo —indica la estadounidense—. Pero algo que podemos decir con seguridad es que la próxima generación de trabajadores occidentales, los milenials, no van a vestir ropa formal para trabajar. No hay vuelta atrás. Es una generación que ha crecido en pantalones sin botones. Muchos investigadores señalan que la ropa refleja el cambio social. Yo, como historiadora de la moda, pienso que la ropa es el cambio cultural: al vestir un determinado atuendo, estás provocando cambios sociales. Creo que es muy interesante preguntarse qué dice el athleisure sobre la cultura occidental. En mi opinión, indica que somos una cultura que valora el confort y lo práctico sobre lo formal. La ropa de hoy refleja un estilo de vida, no una clase social o económica.

athleisure
Modelo de Kenzo

Libertad

No hace falta ser un lince para averiguar por qué muchas mujeres prefieren andar sobre la cámara de aire de unas zapatillas a caminar sobre la inestable aguja de un tacón: quieren moverse con agilidad, no ser funambulistas.

Tampoco hay que sufrir en la silla. Muchas mujeres que pasan el día sentadas frente al ordenador se han hartado de las apreturas de las faldas estrechas y la rigidez de los vaqueros. Prefieren pantalones cómodos como un chándal o un pijama.

Joanna Sykes lleva años diseñando prendas que mezclan la ropa de deporte y el traje de vestir. «La ropa profesional tiene que ser cada vez más versátil y funcional», dijo en una entrevista con la BBC. Por eso no considera el athleisure como una moda pasajera. Piensa que es un cambio de estilo de vida: cada vez hay más personas que trabajan en casa y yendo de un lado a otro. Eso cambia las expectativas: quieren estar cómodas y elegantes a la vez.

A la diseñadora Eunice Cho la incomodidad de la ropa de oficina le dio el motivo para crear su firma de moda. Detestaba las camisas y los pantalones que encarcelaban sus movimientos. Quería vivir en sus leggings de yoga, pero no dio con ningunos que pudiera llevar a una oficina sin que pareciera que se había escapado del gimnasio. Entonces los inventó ella.

En 2014 fundó AELLA porque no encontró los pantalones negros con el estilo suficiente para ir a su trabajo (en la compañía de ropa interior Kiki de Montparnasse, en el Soho de Nueva York) ni la profesionalidad suficiente para ir a la escuela de negocios (UCLA Anderson) ni la comodidad suficiente para su vida diaria. Y en eso ha basado la filosofía de su empresa: «Deberíamos vestir prendas que nos liberen para poder hacer lo que queramos».

athleisure
Óscar Hormigos, fundador de Onkaos, en Espacio Solo

Identidad

Esta ropa también gusta por lo que significa. En el año 2000, cuando los negocios vestían corbata, Óscar Hormigos dirigía la empresa de comunicación interactiva Wysiwyg. Era un jefe que andaba descalzo y en camisas hawaianas por la oficina. Una revolución en la España de entonces. Ahora dirige Onkaos, una plataforma que ayuda a los artistas a promover su obra, y a veces va a trabajar en este atuendo que empieza pero no acaba siendo un chándal.

—La ropa que te pones es importante porque influye en las personas que tienes alrededor. Tu aspecto repercute en la creatividad y la inspiración del resto de individuos que hay en la oficina —opina Hormigos.

El tecnólogo descubrió este tipo de ropa en Japón. «El padre de mi pareja ha sido profesor de moda en la universidad y cool hunter (cazador de tendencias). Viste espectacular. En un país en el que nadie mira a nadie, la gente se para a mirarlo», explica. «Él me regaló mi primer chándal de vestir. Por él descubrí esta ropa japonesa. Hay marcas de allí que han reinventado la ropa de trabajo: es cómoda y es moderna. Es de diseño. Tiene un rollo muy auténtico. Hay muchas colecciones que descolocan. Ese es el efecto que tiene el chándal: que descoloca».

A veces a Hormigos le llega el ropaje de Japón:

—Es de mi ropa preferida. Cuenta mucho de mi personalidad: es un estímulo creativo para el que te mira; vas cuidado y vas cómodo. Además, no me encasilla. Me saca de contexto —indica—. Tengo otras prendas de las que me dicen: «Vas en pijama». No son pijamas, pero podrían serlo. Es ropa cómoda superguay.

A veces Hormigos va a por su ropaje al país nipón:

—Uno de mis objetivos cuando voy a Japón es comprar ropa. En estas prendas está lo que quiero significar con mi aspecto. Me da igual que se llame chándal o que le digan outfit deportivo (eso es solo una cuestión semántica). Lo que me interesa es romper con las reglas básicas: vestir pantalones cortos en invierno.

No te pierdas...