Balazo narrativo al mundo de la publicidad

Dicen que el primer libro de Ralph del Valle, Gnandelos, es un balazo narrativo al mundo de la publicidad. Se han quedado cortos. Es una bomba que va a explotarle en la cara a muchos publicitarios y anunciantes de este país, que se reconocerán en sus páginas. Para abrir boca, el libro habla de creativos cocainómanos, anunciantes oligofrénicos, golfas, trepas y ególatras, entre otras cosas.

Gnadenlos es una palabra alemana que significa sin piedad, sin compasión. Y en su caso hace referencia a la forma en la que el autor narra en primera persona su experiencia de cinco años como redactor creativo en varias agencias de publicidad de Madrid. Antes de abrir el libro, ganador del Premio de Creación Literaria Bubok 2012, un marcapáginas te da la “Bienvenida al mundo de la publicidad” y de él cuelga un bolsita en cuyo interior hay un polvo blanco.

Del Valle menciona agencias como Copiapunto, Trashmore, La Panda, Grau, Clapsa, Cáspita… Y a profesionales que, aunque tienen el nombre cambiado, fácilmente reconocerá el sector. También habla de los sueldos miserables de los que empiezan en la profesión; del robo de ideas de los juniors por parte de los creativos de alto rango; de las fiestas de los publicitarios: “un lugar lleno de drogas donde no existe la inteligencia, el reparo ni nada que les ate a la más mínima decencia”; de las “zorras que trabajan en publicidad y que saben que el sexo es la mejor manera de llegar arriba en la profesión” o de los concurso amañados, entre otras cosas.

“Sé que es fuerte afirmar que los concursos publicitarios están amañados”, dice Ralph del Valle, “nadie lo dice pero todos sabemos la cantidad de concursos que se ganan con un maletín primero, y el maletín no es de cuero negro con billetes sin marcar,  sino que tiene forma de cuenta en el mejor prostíbulo de la ciudad o de una vuelta al mundo en clase business”.

Para el escritor, la publicidad refleja perfectamente la falta de moral y de ética de la sociedad actual. “Seguro que estas mismas cosas pasan en otros sectores, pero este es el que conozco”, afirma. Por eso reconoce que el trasfondo del libro no es criticar la profesión publicitaria gratuitamente, sino reflejar una generación que ha sido estafada y engañada, esclavizada como fuerza de trabajo barata y torturada psicológicamente con la inestabilidad laboral.

“Después de cinco años en agencias puedo afirmar que el talento no importa en esta profesión. Solo importa el precio al que te quieres vender”, señala Del valle, “al final decidí salir de este mundo por dos motivos: salud mental y dignidad, y contar esa especie de corrupción moral que se ha instalado en las agencias, en las que tú eres tan importante como el último anuncio que hayas hecho, en qué agencia trabajas o en qué reservados puedes entrar”.

Tiene claro que lo más bonito que le van a llamar es provocador y prepotente. “Entiendo que si me ponen verde es que estoy diciendo algo que toca la fibra sensible”. Sin embargo, no ha querido desvelar la identidad real de las agencias y publicitarios que aparecen en el libro, aunque da suficientes pistas para que sean reconocidos con facilidad… o no. “Me interesaba crear un poco de intriga y que la gente se pregunte ¿seré yo ese creativo de la melena, traje italiano, reloj de oro y tabique nasal de plata? ¿Será mi agencia esa que describe como un abrevadero de caspa regida por nulidades?”. Y sigue: “Además, no resultaría fácil demostrar que todo un departamento creativo de una agencia consume estupefacientes, algo que todos los que hemos trabajado en el sector sabemos que ocurre”, sentencia Ralph del Valle.

Durante mucho tiempo se limitó a quejarse… hasta que se cansó e hizo realidad, y sin compasión, aquello que tantas veces se había dicho: «El día que escriba un libro con lo que pasa en mi agencia se hunde». Así que, ya sabes, si eres creativo de una agencia, responsable de cuentas, director de marketing… cruza los dedos y reza a quien creas para no ser uno de los protagonistas de este libro.

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Patrick Thomas

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