Matar a Divina Providencia con la única ayuda de sus enormes nalgas sume a nuestro protagonista en una crisis existencial, que alivia con su abultado salario en bitcoins. Pero su siguiente encargo se desarrolla en Turín… Debe asesinar a Alejandro Agag, el yerno de José María Aznar. Estamos ya en el año 2016…
Resumen de lo publicado:
Benito, un tipo gordo, calvo, hacker aficionado y un poco vicioso, trabaja para El Corte Inglés, hasta que decide dar un giro a su vida y convertirse en un asesino a sueldo. Fabricaría sus propias armas con una impresora 3D y buscaría encargos a través de la Deep Web. Por un malentendido termina pinchando en sesiones de Amnesia (Ibiza), y allí es contactado por La Espora. Natasha se convierte en su compañera, dispuesta a escalar puestos en la organización criminal… Su primer encargo consiste en borrar a un niño de siete años… pero todo sale mal, matan a la persona equivocada y el crío resulta ser un experimento biónico. Entonces abandonan el piso de San Blas, viajan a Tokio, matan al profesor Imura, y se hinchan a follar en los «Hoteles del Amor». Nuestro protagonista asesina después en Benidorm con sus enormes nalgas a Divina Providencia, mientras le practicaba un beso negro…
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
CAPÍTULO 8
La inteligencia es un camino que conduce directamente al Mal, hecho que puede probarse con solo echar un vistazo a los libros de Historia… Los seres muy inteligentes redefinen los conceptos maniqueístas de Bien y Mal a su antojo, y dada su superioridad intelectual no resulta fácil rebatir algunas sentencias que escandalizan por su incorrección ética, pero que seducen por su limpieza y sencillez, como el filo impecable de un arma blanca. Yo había matado a Divina Providencia con el culo, eso era un hecho, que circuló a través del navegador TOR y se dispersó dotándome de una fama casi legendaria. Pero su marido, el poderoso Marcelo Quiñones andaba tras nuestros pasos…
[pullquote class=»left»]La hospitalidad también consiste en compartir a tu mujer y que ella te comparta a ti[/pullquote]
Corría ya el año 2016, dos navidades después de mi transformación en Binary Killer… ¡Cómo pasaba el tiempo! Y cada vez transcurriría más deprisa para mí, lo que no dejaba de ser alarmante. Profundicé en mis antiguas habilidades como hacker, pero no para romper códigos bancarios (el dinero no me interesaba, pues disponía de todo lo que necesitaba) ni para hacer el gamberro con webs corporativas (ya tenía casi cuarenta años de edad, no era tiempo para chiquilladas), sino para un fin que con los años se reveló acertado: el control de La Espora, y con ello, mi perdurabilidad en el tiempo… lo que me trajo a la mente una frase de las Epístolas de Horacio:
Mors ultima linea rerum est
(«La muerte es el límite final de las cosas»)
Se equivocaba. No le culpo, pues en su época no podía intuir el alcance de ciertas tecnologías que desvelaré en su momento.
Mientras, y en un terreno mucho más mundano, aunque no por ello menos apetecible, Amanda me dio un ultimátum. La verdad, había llegado el momento de poner a prueba todas mis teorías inspiradas en Pierre Klossowski, pero a la inversa. Es decir, la hospitalidad también consiste en compartir a tu mujer y que ella te comparta a ti. Y yo quería ser hospitalario tanto con Natasha, a quien me unía un pasado muy breve y reciente, pero de gran intensidad, como con Amanda, que en el fondo era lo más parecido a una novia que había tenido nunca.
Por cierto, en el sobre negro que me había entregado Chester en el club de intercambio de parejas de Benidorm, aparte de las consabidas instrucciones para cobrar los bitcoins, estaban las claves de nuestro próximo objetivo, que resultó ser alguien de probada repercusión mediática.
Tenía que matar a Alejandro Agag, yerno del expresidente Aznar y principal impulsor de la Fórmula Uno Eco, la llamada EF1, que pretendía funcionar con vehículos eléctricos.
Hasta donde yo sabía entonces, La Espora tenía su cartera de inversiones y sus intereses muy repartidos, y parece ser que la perspectiva de un mundo sin emisiones era un escenario hostil para el rendimiento de sus negocios. Yo ya era un profesional que no se hacía preguntas, aunque leía la prensa y tenía mis propias opiniones… Hubo gente que me confundió con Kim Dotcom, el millonario alemán afincado en Nueva Zelanda, fundador de MegaUpload y de otros portales fraudulentos. Pues sí, medíamos casi dos metros cada uno, ambos éramos gordos, aunque él tenía pelo yo estaba empezando a ganar más dinero que él. Dotcom robaba. Yo mataba. Hay una diferencia, sobre todo en las ganancias que reportan ambas actividades.
[pullquote class=»right»]Yo ya era un profesional que no se hacía preguntas[/pullquote]
En esta ocasión el escenario elegido era Turín, en concreto se estaba celebrando una cumbre privada en un duomo de vidrio transparente que culmina el antiguo edificio de Fiat a las afueras de la ciudad, llamado Lingotto. Renzo Piano fue el arquitecto encargado de revitalizar el viejo epicentro de automoción, respetó la pista de pruebas que recorre la azotea, y diseñó la sala de reuniones más lujosa, extravagante y transparente del mundo. Recordé con cariño al profesor Imura, cuyo estudio en Ginza estaba muy cerca de otro edificio de Piano… Una cúpula de cristal cubría los veinte asientos tapizados de rojo y la mesa redonda central. El skyline de Turín al fondo. La pista de pruebas para nuevos prototipos que tapiza la azotea del Lingotto es probablemente la más original que jamás se haya construido…
Mientras se aproximaba la fecha en la que debíamos actuar, Natasha y yo pasamos unos días estupendos, visitando las instalaciones de Campari ® y de Martini ®, sospechosamente próximas, y productoras de licores con sabores sospechosamente similares.
Y allí estaba Alejandro Agag tratando de convencer a los herederos de la familia Agnelli de que el futuro se escribía con E. Eran años en los que se pretendía frenar el cambio climático con soluciones tan imaginativas como contraproducentes, como por ejemplo levantar ciudades sostenibles en medio del desierto, con un coste medioambiental estratosférico que la propia ciudad tardaría siglos en pagar. Los políticos hablaban, los lobbies presionaban, y el pueblo llano reciclaba envases, acudía a los «puntos limpios» y hacía toda clase de pequeños sacrificios cotidianos que sus dirigentes dilapidaban con decisiones como la prospección petrolífera en costas de máxima protección ambiental, o el fracking y todo lo que vino después. Pero no quiero desviarme.
Gracias a los contactos de Natasha, tan eficaces como discretos, obtuvimos la acreditación necesaria para asistir, no a la cumbre, sino a la pista de pruebas con un vehículo… especial.
[pullquote class=»left»]Los políticos hablaban, los lobbies presionaban, y el pueblo llano reciclaba envases[/pullquote]
Me hice pasar por un potentado fabricante de nuevos vehículos sostenibles. Alguien me sugirió que el hit de Lady Gaga titulado precisamente «Alejandro» estaba dedicado a mi próxima víctima, cuyo apellido es efectivamente, al revés: «Gaga». Yo había pinchado ese track muchas veces en Amnesia, lo que me produjo cierta nostalgia…
Cuando Alejandro Agag salió finalmente de la reunión, en compañía de Fernando Alonso y dos tipos con turbante que supuse inversores procedentes de los Emiratos Árabes, me presenté, le ofrecí las llaves y un casco, para que probara el prototipo que habíamos desarrollado. En realidad era un turismo barato, que habíamos tuneado en un taller de las afueras de Turín, pero el yerno de Aznar mordió el anzuelo. Fernando Alonso se ofreció a probarlo, pero ahí tuve que intervenir; el piloto asturiano no merecía morir… al menos por el momento. Además, acababa de obtener su tercer título mundial, a los mandos de un McLaren…
El escote y las piernas de Natasha tuvieron sin duda algo que ver en que Agag obviara diversos detalles que nos habrían desenmascarado, pero reconozco que era un tipo simpático; se calzó el casco, entró en el coche, se acomodó, me hizo una seña con el pulgar y arrancó. Nos despedimos de Alonso, que se quedó observando la vuelta rápida que su socio acababa de iniciar sobre la azotea del Lignotto…
[pullquote class=»right»]¿Quién dijo que ser un asesino a sueldo era tarea fácil?[/pullquote]
Mientras descendíamos en ascensor y nos internábamos en el bosque de bambú que rodeaba el lobby de recepción, pensé en todos aquellos billonarios reunidos en la cúpula de cristal… En algún lugar había leído que donde no hay desigualdades, no hay envidia. Y sin envidia, no hay violencia. Pero entonces escuché la detonación… En ese instante el conserje, con librea y una enigmática media sonrisa, me entregó un sobre negro, y otro empleado del hotel nos acercó nuestro coche con el motor en marcha en la puerta.
Le dejé una generosa propina, y enfilamos hacia la Toscana, a saborear nuestro éxito, a gastarnos nuestros bitcoins y a follar como solo follan los vencedores. Como supe después por la prensa y las noticias, de Alejandro Agag solo quedó reconocible la montura de sus gafas, y Fernando Alonso se quedó parcialmente sordo, a pesar de lo cual conquistó su cuarto mundial en la temporada siguiente. Para un piloto el sentido del oído no es el más importante… Pero para un asesino sí lo es.
Lo que ya tenía claro es que Amanda debía compartir nuestras vidas; se lo había ganado con creces. Y además, nos habíamos merecido unas vacaciones, que resultaron ser las más atareadas de mi vida. ¿La razón? Marcelo Quiñones, apoyado directamente por la NASA. Y mis dos mujeres, por supuesto.
¿Quién dijo que ser un asesino a sueldo era tarea fácil?
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