La historia de Brosmind comienza en 2006 en Barcelona. Es la fecha y lugar de apertura del estudio de los hermanos Mingarro, Juan y Alejandro. Aunque en realidad Brosmind llevaba varios años de rodaje, si bien de forma amateur. Películas de ciencia ficción caseras, cómics escritos e ilustrados por ellos mismos, inventos y juguetes fabricados con lo que encontraban por casa… Las inquietudes creativas de la fraternal pareja eran palpables durante su infancia y adolescencia.
Ambas etapas transcurrieron en Binéfar (Huesca). Allí crecieron rodeados de las mismas referencias que el resto de niños de los 80. Muchas de las risas que se pegaron aquellas tardes fueron a costa de los cómics de Ibáñez, Jan, Toriyama o a las aventuras de Tintín y de Astérix. Situaciones inesperadas, «exageradas», con ciertos tintes surrealistas, de las que se siguen declarando seguidores y de las que bebe el característico sentido del humor que rezuma el sello Brosmind.
Desde aquella creatividad encargada por Villar Rosas para Honda (que les convirtió en toda una revelación en el mundillo publicitario allá por 2007) hasta sus últimos proyectos, el optimismo y la fantasía se han mantenido como una máxima de su trabajo. La evolución de su paleta de colores en estos años es palpable cuando se revisa su portfolio: de los blancos y negros de los proyectos iniciales a la amplia gama empleada en los más actuales.
Lo que no cambia es la complicidad del tándem. Ser hermanos con prácticamente los mismos referentes ayuda, pero advierten: «Aunque compartamos background y nuestro enfoque creativo sea muy similar, no dejamos de ser dos personas diferentes, cada uno con sus manías y particularidades, que inevitablemente generan roces». Divergencias que, en todo caso, «son sanas, enriquecedoras e imprescindibles para evolucionar artísticamente», nos aclaran.
Lo que extraña es que con el método con el que afrontan cada nuevo proyecto no surjan más conflictos. El concepto y líneas a seguir, dicen, se deciden entre los dos. Después pasan a trasladar la idea al papel: «El dibujo a lápiz es sin duda la parte más importante de nuestro proceso, la que nos lleva más tiempo y más quebraderos de cabeza».
Y, a continuación, explican el porqué: la hoja en cuestión pasa de Juan a Alejandro y de Alejandro a Juan hasta que se consigue el resultado buscado.«A veces todo fluye como la seda y apenas hay discrepancias, de modo que todo el boceto se realiza en un único papel que va pasando de unas manos a otras hasta el final. Pero, normalmente, llegar a un acuerdo no es tan sencillo y puede que empecemos garabateando en nuestros cuadernos personales hasta que conseguimos unificar nuestras ideas y plasmarlas en la primera hoja».
A partir de ahí, «según nuestras sensaciones», puede que el boceto siga viajando por varios papeles, sea recortado, ampliado o reconfigurado decenas de veces hasta dar con la solución que sea del agrado de los dos. «Así que, según el proyecto, puede que exista un único boceto o una carpeta llena de ellos».
Diez años después, la metodología Mingarro sigue funcionando (solo hay que fijarse en las marcas con las que han trabajado y la cantidad de galardones conseguidos durante estos años). De ahí que la intención de Brosmind sea la de seguir manteniendo la bicefalia durante mucho tiempo.
Su día a día transcurre en su estudio al que consideran «su pequeño santuario, donde nos hemos rodeado de todo aquello que nos gusta». En los últimos tiempos, la llegada de los pequeños Mingarro ha trastocado algo sus biorritmos («desde que somos padres, el cansancio y la pereza aparecen en cualquier momento»), aunque, si eso ocurre, ahí está el otro 50% de Brosmind para tirar del carro: «A nos ser que también haya caído en combate…».
¿Y qué opina el resto de la familia de los creativos hermanos? «Nuestros padres, una vez superada la incertidumbre inicial –totalmente comprensible– que les produjo que sus dos hijos se embarcasen en algo así, están encantados con nuestros logros y nos apoyan en todo. No tenemos más hermanos, aunque no nos vendría nada mal para temas burocráticos en el estudio».
Teniendo en cuenta que hace 15 años les hubiese costado mucho creer que se ganarían la vida ilustrando para marcas («por aquel entonces, el dibujo no era más que un hobby para nosotros»), no se atreven a augurar lo que les deparará el futuro.
«El pensamiento más conservador es seguir en la misma línea, combinando proyectos de ilustración comercial con proyectos personales más multidisciplinares, aunque, claro, nunca sabes por dónde te va a llevar la vida. En cualquier caso, uno de nuestros objetivos más deseados siempre ha sido que los proyectos personales poco a poco vayan ganando terreno a los comerciales».
Más a corto plazo sí se animan a hacer planes. Uno de ellos pasa por viajar a Madrid y acercarse a la plaza de Callao, donde durante el mes de febrero se exponen sus trabajos en las pantallas gigantes de Callao City Lights. «Nos encanta Madrid, así que esta es una buena excusa para planear una visita».
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