La ciudad oculta que solo puede verse desde el cielo

21 de noviembre de 2017
21 de noviembre de 2017
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barbican center

[pullquote author=»China Miéville. La ciudad y la ciudad»]Donde las dos ciudades están más próximas se crean patrones de interferencia, mucho más difíciles de leer o predecir. Es aritmética urbana elemental[/pullquote]

Hay una ciudad debajo de la ciudad en la que vivimos. Debajo de todas las ciudades en las que vivimos. El problema es que no se ve a vista de peatón porque el tiempo y el planeamiento urbanístico las ha tapado. Pero existe; a veces está detrás de un edificio cuya fachada gira en un ángulo extraño, ni paralelo ni perpendicular a la calle. Otras veces es un pasaje peatonal que desemboca en un callejón sin salida o un patio de manzana que no parece guardar relación con la fachada que lo envuelve. Solo cuando observamos esos indicios a vista de pájaro (o mediante Google Maps), nos damos cuenta de la ciudad invisible que se entrelaza con la mundana.

Las ciudades invisibles, publicado por Italo Calvino en 1972, es un formidable compendio entre la literatura, la filosofía, la semiótica y también la arquitectura, que describe una serie de ciudades fantásticas gobernadas por parámetros poco comunes cuando se habla de urbanismo. El deseo, la abstracción, la memoria o la muerte son factores que, en realidad, están presentes en cualquier desarrollo urbano aunque sea de forma sutil u oculta bajo las directrices impuestas del planeamiento.

Porque toda ciudad se ha creado de una determinada manera, pero se ha conformado mediante capas y capas y capas sobrepuestas y yuxtapuestas de tiempo. Y el tiempo no deja de ser un enorme cofre donde están guardados los deseos, las abstracciones, las memorias, las vidas y las muertes de todas las personas que han generado una ciudad.

Así es la ciudad invisible que existe junto a la nuestra: una serie de perturbaciones urbanísticas más o menos diseminadas en el espacio que nos hablan del tiempo —las décadas y, a veces los siglos— en el que la ciudad ha estado allí. Estos desajustes se manifiestan como cicatrices arquitectónicas; es decir, como formas urbanas (edificios, calles, medianeras) que explicitan una realidad anterior a la actual. Antiguas calles que desaparecieron bajo las líneas de un nuevo plan general de ordenación urbana o edificios que tomaron la forma de preexistencias ya desaparecidas.

Un ejemplo casi paradigmático es el Barbican Centre de Londres. Todo el conjunto está construido sobre un conglomerado de cráteres producto del bombardeo alemán durante la Segunda Guerra Mundial que, de algún modo, se aprovechó como primer vaciado para las cimentaciones. El caso más evidente es el edificio semicircular, llamado The Curve,  que aparece aparentemente desvinculado del resto de la trama rectilínea del conjunto. The Curve no sigue la lógica del resto porque rinde homenaje directo al pasado del Barbican: su trazado es el mismo que dejaría la huella de una bomba. Es una  cicatriz simbólica sobre una herida real.

Hay cicatrices similares, si bien menos líricas, como el Teatro Romano de Catania, en Sicilia, embebido en una manzana de la ciudad e invisible desde las calles que lo rodean. Además, durante siglos, y hasta que el patrimonio arquitectónico se consideró como elemento a recuperar, las casas de la manzana abrían fachada al propio teatro siguiendo alegremente la línea semicircular del graderío.

Sin embargo, la mayoría de los restos de la ciudad oculta son bastante más prosaicos aunque igualmente interesantes. En general, tienen que ver con la parcelación urbana; esto es, con los linderos que marcan las distintas propiedades del suelo. Se pueden ver sobre todo en los cascos antiguos, donde el planeamiento no se dibuja en una zona deshabitada sino que se solapa sobre lindes preexistentes. Si aparecen líneas de medianería que no son paralelas a la fachada y además continúan «saltando» por encima de calles es porque, cuando se dibujaron esas parcelas, la medianería era fachada y lo que ahora está oculto dentro de la manzana, en su momento fue otra calle.

Estas calles invisibles están por todo el mundo. En Paris hay un ejemplo muy divertido al sur del Boulevard Haussmann, entre la Rue Trounchet y la Rue Scribe. ¿Lo ven?

Si lo marcamos en azul, está bastante más claro. Lo divertido del asunto es que el Baron Haussmann fue el artífice del plan urbanístico más importante de la capital francesa, una operación colosal que derribó decenas de manzanas del viejo e insalubre casco histórico para construir las avenidas y bulevares que acabarían siendo uno de los iconos parisinos más reconocibles. Se ve que incluso todo ese esfuerzo fue incapaz de terminar con los restos de la antigua ciudad.

También en España tenemos unas cuantas cicatrices urbanísticas. Por poner ejemplos de las dos ciudades más pobladas; en Barcelona, el carrer de la Plata comienza en el passeig de Colom y termina abruptamente en un callejón pasado el carrer Ample. Pero si miramos por encima de los tejados, veremos que dicho callejón continúa en la traza de las medianeras.

De igual manera, la calle Ponce de León de Madrid es un trayecto de apenas cien metros en un distrito, el de Chamberí, característico por paseos y avenidas de gran porte, como la calle Santa Engracia. Sin embargo, Ponce de León termina contra el Mercado de Chamberí, que ocupa una antigua plaza alrededor del antiguo trazado de Ponce de León. No hay más que ver la trama urbana desde el cielo para comprobar que la calle original continuaba manzana tras manzana a lo largo de más de quinientos metros.

Otro caso curioso de Madrid es la confluencia de la calle Fernando VI con Belén, Barquillo y Argensola. Está claro que la idea urbanística original era un doble tridente barroco de seis bocacalles, pero la continuación de la calle Belén nunca se llevó a cabo y solo queda como cicatriz en la peculiar medianera diagonal de la esquina de Fernando VI y Argensola.

En Norteamérica hay bastantes ejemplos de ciudad oculta, aunque no tienen que ver con cascos antiguos porque el país no tiene cascos antiguos. Allí, el crecimiento urbano ha sido tradicionalmente mucho más rápido porque se deriva de los velocísimos sistemas de construcción de madera y balloon-frame que colonizaron el continente de este a oeste.

Así, Estados Unidos y Canadá nunca han tenido especiales miramientos en plantear nuevas tramas urbanas que se van agregando unas sobre otras, dejando restos entre lo fantasmagórico y lo hiperutilitario. Ya sea una diagonal fantasma como la que forman aparcamientos, viviendas y naves industriales en medio del trazado ortogonal de Los Ángeles; o el Pipeline Trail de Hamilton, en Ontario; un camino peatonal que atraviesa la práctica totalidad del área residencial de la ciudad. Se llama así porque debajo corre la antigua canalización general de agua potable y, aunque ya no es estrictamente necesario, en su momento era muy conveniente que tuviese un acceso fácil desde el exterior ante eventuales averías.

Si la RAE define palimpsesto como «Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente», entonces nuestras ciudades son palimpsestos urbanísticos. Manuscritos arquitectónicos que conservan las señales y las marcas de toda su trama anterior. Como las de Italo Calvino, son invisibles aunque las tengamos delante nuestros ojos. Como Besźel y su gemela Ul Qoma, que el escritor británico China Miéville describió un La ciudad y la ciudad, nuestras ciudades ocultas conviven con las convencionales, una junto a la otra sin separación aparente. Para descubrirlas solo hay que mirarlas desde otro ángulo.

Imagen de portada: The Curve en el Barbican Centre. Google.

9 Comments ¿Qué opinas?

  1. Más, quiero más, por favor , que esto sea una serie! Es apenas un aperitivo!! Dedicad unos cuantos a cada ciudad! , por favor por favor por favor

  2. Hola! Soy de Montevideo, Uruguay y en dicha ciudad te puede divertir durante horas viendo cosas como esta en la traza urbana mirando google earth!

  3. Yo animo a la gente a que abra Google Maps o Google Earth y explore su ciudad. En casi todas hay alguna cicatriz curiosa.

    Un saludo.

  4. Muchas gracias.
    Es muy interesante y está muy bien documentado.
    Si me permites una pequeña apreciación, calle, «carrer» en catalán, es masculino. Se ve muy raro lo de «la carrer». Es «el carrer».
    Gracias otra vez

  5. Buenísimo. Quería acostarme y no me despegué del teléfono hasta que acabé el artículo. Me encantaría encontrar el libro.

  6. En la ciudad de Buenos Aires hay situaciones similares que solo se descubren comparando viejos mapas con la vista actual que brinda G maps

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