El terror, ya sea escrito o audiovisual, reclama un tiempo de cocción. Por esto, cuesta crear desasosiego con relatos breves de terror o cortometrajes de cinco minutos. En un largometraje, cinco minutos es solo el calentamiento.
El terror necesita tiempo
Todos conocemos esos vídeos con música e imágenes plácidas que son interrumpidos por la niña de El Exorcista y un grito trágico. Realmente no es la niña la que asusta, sino lo inesperado de su aparición. Es un truco barato igual que el salto del gato en un pasillo oscuro en los telefilmes de domingo.
Pero incluso así, hay un «tiempo de cocción».
La imagen de la niña de El exorcista fuera de contexto carece de efecto. Quien haya visto la película puede rememorar vagamente la atmósfera del filme. A quien no conozca la película la niña le produce asco o indiferencia.
El humor cabe en un cuadro
Un chiste cabe en un cuadro (una ilustración o fotografía) como muestra la siguiente imagen (del blog Tostadas Quemadas de Alberto Ramos):
El humor de una viñeta o ilustración alude a un contexto que conoce el lector. Es un chiste del que podemos reírnos si lo vemos en el móvil yendo en autobús.
El móvil vs. el terror
Otro hándicap del terror en pantalla pequeña es que el género necesita envolver al espectador en oscuridad y silencio. En un móvil, el terror no envuelve, es envuelto, y se topa con otros estímulos alrededor. Aun con todo esto, se plantea una cuestión interesante: ¿cuánto tiempo necesita el terror en el audiovisual para provocar efecto (sin recurrir a trucos baratos)?
El cuento de terror en el audiovisual
El ejemplo de American Horror Story
En American Horror Story (AHS) encontramos una pista: El cuento del Dr. Montgomery (Temporada 1, episodio 4) que relata Tate, uno de los personajes, a Violeta (la hija de los dueños de la casa embrujada):
—Lo que te voy a contar podría asustarte…—dice Tate—. El Dr. Charles Montgomery construyó esta casa. Y aquí en este sótano es donde trabajó…
Con el narrador, AHS introduce pronto al espectador en situación. La voz de Tate desaparece, como en los cuentos clásicos, para que los personajes (el doctor Montgomery y su esposa) se expresen. El final es macabro y aberrante. Y todo en apenas 2 minutos y 36 segundos. Si el cuento solo tuviera los diálogos de los personajes no conseguiría el mismo efecto.
El ejemplo de El Resplandor
Kubrick necesita aún menos tiempo para conseguir que el espectador sienta desasosiego. Le basta una escena de 1 minuto y 51 segundos sin palabras ni sangre ni suciedad. La escena pertenece a El Resplandor y comienza con un fondo negro y una palabra: JUEVES…
… El niño recorre el hotel en triciclo (durante 40 segundos) y se detiene ante la habitación 237 (que mira durante 40 segundos). Intenta abrirla, pero no puede. Se cuela un plano de las gemelas fantasmas. El niño vuelve al triciclo. Kubrick no precisa más tiempo.
Kubrick ha entendido la teoría de Hitchcock: cada escena debe funcionar como un cuento con principio, medio y final. Y eso es lo que ha hecho Kubrick: el cuento del niño que quiso abrir una puerta y no pudo. Un cuento en el que Kubrick no muestra, sugiere.
Un clip de terror no debería estar lleno de ruido y furia ni sangre ni trucos baratos. Parafraseando a Don Draper (el alter ego de Matthew Weiner): la imaginación del espectador no tiene presupuesto ni tiempo límite; si uno se mete en ella, ha ganado. Y esto se consigue sabiendo qué ocultar para despertar interés. El clip de terror debe convertirse en una promesa: algo malo ocurrirá…