Cuidado, poderoso: la familia es perjudicial

Se han acabado las navidades. Las familias se vuelven a separar, todos volvemos al lugar de trabajo con unos cuantos kilos de más y, con suerte, hay gente a la que pasará otro año hasta que volvemos a ver. Confiésalo: muchas veces los más cercanos son los más lejanos, ¿o no? Pero si lo piensas bien, por poco apego que tengas a tus seres cercanos, es más que probable que nunca te hayan puesto en un aprieto serio. Y no todos pueden decir lo mismo: piensa en los poderosos, pobrecillos.

A algunos ser ‘hijos de’ les ha venido bien, pero a otros no tanto. O ‘maridos de’, o ‘suegros de’, que de todo hay. Por ejemplo, el otrora todopoderoso Alfonso Guerra: mano derecha de Felipe González, posiblemente el peor amigo que nunca tuvo el socialismo. Dimitió por un caso de supuesta corrupción elevado contra su hermano, el abogado Juan Guerra, y pasó de ser el eterno vicepresidente a convertirse en un carismático cascarrabias para los suyos. O en cómo a Chaves, expresidente andaluz y exvicepresidente, intentan sacarle los colores con sus hijos: con uno por ser un supuesto comisionista del Ejecutivo autonómico de su padre, con la otra por recibir supuestos beneficios del gabinete de su padre.

Al otro lado del Rubicón también tienen lo suyo. Menuda faena le hizo el ahora presidente del Gobierno a su primo Javier Brey, catedrático de física de la Universidad de Sevilla, cuando fundamentó que no creía en los efectos del cambio climático porque él se lo había dicho. Eso sí, el hermano de Javier, Raúl, se la devolvió al líder popular: fue detenido por secuestrar a un empresario gaditano. Sin ser familia, aunque sí «amiguito del alma», también a un conocido líder popular se la organizaron: a Camps le pillaron con el carrito del helado y tuvo que aguantar el papelón de escuchar aquello en un juicio.

Pero volviendo a los socialistas pocas trifulcas familiares tan curiosas como la de Pajín, entonces secretaria de organización socialista, y su madre, una díscola edil de Benidorm que rompió el pacto antitransfuguismo y estuvo a punto de ser expulsada del partido a manos de su propia hija -lo evitó yéndose antes ella misma-. O casos tan controvertidos como el de las hijas de Zapatero, que bien podrían reprochar a su padre la poca habilidad que tuvo para gestionar el tema de sus fotos en la recepción con Obama.

Y otra vuelta al partido de enfrente, aunque con mejor fortuna. A Ana Mato le pasó de refilón el caso Gürtel –salpicó a su exmarido y a ella misma, aunque se libró por prescripción de delitos- y ahora es una flamante ministra. O Gallardón, de quien se dijo que era algo más que amigo de la testaferro de Roca cuando el ‘caso Malaya’: no sólo no pudieron probarlo sino que el también ahora flamante ministro aniquiló a Miguel Sebastián, quien entonces era su rival en la lucha por la alcaldía de Madrid, gracias a aquel error. Y cómo olvidar a Ana Botella, quien seguramente deba mucho a su marido para estar donde está: en el Ayuntamiento de Madrid.

Luego existen otro tipo de familias, que mucho deben querer a sus miembros poderosos. Es el caso de la de Esperanza Aguirre, a la que señalan como beneficiaria del sorprendente trazado de alguna línea de alta velocidad. Y ‘familias’ que no lo son, pero con las que se establecen relaciones más que estrechas. Y si no que pregunten a Matas y su periodista de cabecera, o a Blanco y su supuesto socio empresario.

La justicia dirá para ellos… y el tiempo dirá qué pasa con la trifulca familiar estrella del momento, la del Rey y su yerno. Esa no se arregló con la Navidad, más bien al contrario.

@borjaventura, jefe de coordinación de lainformación.com

Imagen del archivo de la Casa Blanca en Flickr

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Patrick Thomas

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