¿Qué hace un fotógrafo profesional, acostumbrado a patear la calle para captar sus imágenes, cuando el estado de alarma le obliga a quedarse en casa? Pues se da una vuelta por el mundo virtual de un videojuego, toma unas cuantas fotos de sus paisajes y las publica en un libro autoeditado al que titula I’m a landscape photographer.
El fotógrafo se llama Davit Ruiz y el videojuego que le ha servido para evadirse es un clásico: el Pokémon Snap para la Nintendo 64. El paisaje no le resulta especialmente interesante en su actividad profesional, pero la situación tan especial por la que atravesamos convirtió ese tipo de fotografía en algo deseable, quizá precisamente por no poder practicarse. O no, al menos, de la manera en la que suele hacerse.
Y ese videojuego le pareció perfecto porque obliga al jugador a convertirse en un fotógrafo que sale de safari para fotografiar pokémones. Su misión es hacer las mejores fotos posibles con el fin de completar un álbum con el que ganará puntos. «El juego tiene sus formas de puntuar y de decir qué es una buena foto», algo que a Ruiz le parecía genial y divertido «porque va de hacer la foto más obvia y centrada posible».
«Una locura», así lo define el artista. Un fotógrafo que juega a ser fotógrafo y donde no hay reglas, como en la propia fotografía. Además, dice que no encontró otro que tuviera esa estética tan característica que él identifica con la de los videojuegos clásicos: píxel gordo y la realidad tan poco real de los paisajes.
Primero dedicó un par de días a jugar para familiarizarse con el juego. Pudo pasear por sus mundos, ver los espacios y la posibilidad real de ejecutar el proyecto artístico que tenía en mente, «ya que no sabía si sería posible tener verdaderos entornos sin distracciones», explica el fotógrafo.
Durante sus paseos virtuales iba fotografiando paisajes y repitió varias pantallas para dejar fotos lo mejor hechas posibles y sin reencuadrar que iba metiendo en su álbum personal. «Para poder ver las fotos a pantalla completa sin iconos ni nada alrededor la única forma es esa. Y una vez ahí, recurrí a la vil y práctica arma del pantallazo», detalla Davit Ruiz.
Luego, lo normal en todo trabajo fotográfico: adaptar las imágenes a una resolución suficiente para poder imprimirlas y realizar los ajustes de arte final necesarios.
Ruiz fue eligiendo los paisajes que le parecían más realistas, «tomando como realista que hay fotos de volcanes en erupción», comenta con humor. «Parte de mi discurso con este proyecto es la evasión visual y sensitiva en entornos no muy realistas, pero que los identificamos como tales debido a nuestro imaginario, al menos el mío. Además, es un porfolio de paisajes que nos puede hacer preguntarnos qué es un paisaje y qué no lo es, qué es válido y qué no, y por qué».
El artista cree que muchas de las fotos que ha recogido en su libro se pueden interpretar como no lugares o como lugares de no tránsito donde la mano del hombre no ha intervenido. Y eso, afirma, «desemboca, de nuevo, en la evasión, en entregarnos a unos entornos puros, naturales y que nos invitan a pensar en aire limpio, naturaleza y disfrute sensorial, pero que sabemos que para nada lo son».