Resulta paradรณjico que apenas se valore el trabajo de las mujeres que cuidan lo que mรกs queremos: nuestros hijos, nuestros ancianos, nuestro hogar. Ni siquiera se hace la concesiรณn de considerarlo un oficio. Por eso siguen sin tener prestaciรณn por desempleo y muchas veces ni siquiera cobran el salario mรญnimo.
Hasta hace muy poco ningรบn organismo se interesรณ por las condiciones laborales de las empleadas domรฉsticas. Ahora la ley empieza a tenerlas en cuenta. Ahora ellas se han organizado, hartas de que las consideren trabajadoras de segunda. ยฟY por quรฉ es asรญ? Porque, en su mayorรญa, son mujeres, de zonas rurales o paรญses pobres, sin tรญtulo universitario y a menudo de piel amarilla o negra.
Marรญa Roa ni siquiera tenรญa pasaporte cuando la invitaron a impartir una conferencia en Harvard. Nunca habรญa salido de Colombia. Los viajes que habรญa hecho hasta entonces eran huyendo de la guerrilla.
En abril de 2015 fue distinto. Una de las universidades mรกs prestigiosas del mundo la esperaba como presidenta de la Uniรณn de Trabajadoras Afro del Servicio Domรฉstico (UTRASD). Hablaba ante el mismo auditorio que escucharรญa despuรฉs a uno de grandes pensadores del siglo XX, Noam Chomsky. ยซLes agradezco haberse salido del molde, porque no es comรบn invitar a una persona como yo, que, aunque represento a 750.000 empleadas domรฉsticas que hay en Colombia, no tengo tรญtuloยป, dijo Roa ante el auditorio en Boston.
Era la primera vez que una empleada del hogar participaba en un congreso organizado por la Universidad de Harvard y el instituto tecnolรณgico mรกs valorado del mundo, el MIT. Roa, despuรฉs de apaรฑรกrselas para volar sola, para no perderse hasta llegar a la Puerta 60 en el transbordo de Miami y echar una cabezada en la terminal bien agarrada a su maleta, tuvo la valentรญa de explicarles a ese centenar de licenciados que aunque las trabajadoras domรฉsticas agradecen la ropa de segunda mano que les regalan, esas atenciones no pueden sustituir ni su salario ni sus derechos.
Roa explicรณ que ยซel Gobierno de Colombia admitiรณ por primera vez que los derechos de las empleadas del hogar se violan sistemรกticamente. Aunque al ratificar el Convenio 189, han empezado a cambiar muchas cosasยป. Pero es sรณlo un primer paso, alertรณ, porque todavรญa son vistas como trabajadoras de segunda categorรญa. O peor aรบn: ยซSomos las sobrevivientes de la esclavitud domรฉsticaยป.
Tres meses despuรฉs, Marcelina Bautista, la fundadora y directora del Centro de Apoyo y Capacitaciรณn para Empleadas del Hogar (CACEH), participรณ en uno de los foros de pensamiento mรกs reconocidos del mundo: TEDx. En uno de sus eventos dedicados a mujeres, en Mรฉxico, hablรณ de ese trabajo que hacen dos millones de mujeres en su paรญs y que ยซsรณlo se ve cuando no se haceยป.
ยซYo estoy aquรญ porque quiero reivindicar mis derechosยป, anunciรณ, ยซy porque en este trabajo el vรญnculo afectivo se confunde con la caridad. ยฟQuรฉ quiero decir con esto? Que nos dan la ropa que no les gusta a las seรฑoras, la comida que sobra o, simplemente, un trabajo. Entonces casi dicen que somos de su familia. No queremos las sobras. Queremos un trabajo con una relaciรณn que genere obligaciones y derechosยป.
Un aรฑo mรกs tarde la dominicana Rafaela Pimentel, miembro del colectivo Territorio Domรฉstico, subiรณ al escenario de TEDxMadrid. Los organizadores de este foro, Javier Olivares y Antonella Broglia, la invitaron para hablar de la incoherencia que se produce con las trabajadoras del hogar. ยซLes confiamos lo mรกs sagrado de nuestra vida: nuestra casa, nuestros hijos, nuestros mayores, nuestros enfermos. Y, sin embargo, a menudo, no ponemos su situaciรณn en regla, no les pagamos justamente, no las miramos a los ojos, no sabemos nada de su vidaยป, reflexiona Broglia. ยซIgnoramos si tienen una familia que a lo mejor descuidan para cuidar a la nuestra. Y aun asรญ no las tratamos como a personasยป.
La dominicana afincada en Madrid reivindicรณ esta labor ante centenares de personas: ยซEste trabajo no es indigno. Lo que es indigno es el trato que nos dan. El cuidado domรฉstico debe considerarse un empleo y tener los mismos derechos que los demรกs. Nosotras tambiรฉn podemos innovar y ser creativas para mejorar vuestras vidasยป.
Estas mujeres de las que muchos sรณlo se acuerdan para que laven su ropa y llenen sus platos de comida han salido del silencio. Juntos, hombres y mujeres, son 67 millones en el planeta. Por separado, ellas son mayorรญa. Representan el 80%, segรบn la Organizaciรณn Mundial del Trabajo (OIT).
โโโโโโโโโ
Marรญa Roa llegรณ a Medellรญn en 1996. Tenรญa 18 aรฑos. Ahรญ consiguiรณ su primer empleo como interna porque no encontrรณ otra cosa. Eso significa vivir y trabajar en la misma casa. O, a menudo, vivir para trabajar en una casa. ยซTenรญa que limpiar, cocinar, cuidar a los niรฑos, sacar al perroโฆ Lo que mรกs me atrofiaba era estar arrodillada muchas horas. Terminaba con las rodillas destrozadas de estar sobre piedritasยป, cuenta en un cafรฉ de Medellรญn, una maรฑana en la que una congestiรณn despiadada estruja el volumen de su voz.
En aquella casa, como en la mayorรญa, no podรญa utilizar los mismos platos y cubiertos que sus empleadores. No podรญa comer en el mismo lugar que ellos. No habรญa carne para ella. Sรณlo arroz. ยซEs muy triste tener que comer al lado del perroยป, recuerda. ยซMe sentรญa discriminada por ser mujer y ser negra. Decรญa: ยฟPor quรฉ? Yo no elegรญ ser negra. Yo no elegรญ trabajar en el servicio domรฉstico. ยฟPor quรฉ mi color sirve para que tenga que cuidar a tus hijos, ser su educadora, ser tu peluquera? Soy la que cuido a los papรกs ancianos. Tengo que hacer todo. Una tiene que volverse una mรกquina. Demostrรกbamos que estรกbamos hechas de hierro, como ellas querรญanยป.
Aquellas jornadas de trabajo, por las que le pagaban menos de 60 euros al mes, comenzaban nada mรกs levantarse. Roa amanecรญa antes que el sol, a las cuatro de la maรฑana, y se retiraba cuando, ya de noche, el รบltimo de la familia se iba a dormir. Entonces tenรญa permiso para caer rendida en la cama. Asรญ era siempre. Excepto los sรกbados. Ese dรญa, a partir de las cinco o las seis de la tarde, tenรญa unas horas de descanso hasta ยซel domingo en la tarde o en la nochesitaยป.
Los sรกbados por la tarde esta mujer afro, que rodea su cabello con paรฑuelos de colores bravos, iba a la Plaza San Antonio, en el centro histรณrico de Medellรญn. Ahรญ se reunรญa con otras trabajadoras domรฉsticas. ยซรbamos a rumbear. A encontrarnos con nuestros amores, con nuestros maridosโฆ Ellos trabajaban en la construcciรณnยป, rememora. ยซNos contรกbamos el dolor, pero luego lo pasรกbamos muy bien juntos. Cantรกbamos, bailรกbamos. รramos felicesยป.
Aquello durรณ nueve aรฑos. Roa dejรณ de ser interna una maรฑana de 2005 en la que su empleadora le alzรณ la mano. ยซMi hija ya era grandesita. Le estaban saliendo los senitos. Mis hijos vivรญan con una vecina. Pedรญ a la seรฑora si podรญa dormir una noche mรกs en mi casa con ellos. Dormรญa los sรกbados y querรญa dormir tambiรฉn los domingos. Me dijo que no. Fui valiente y no acudรญ a dormir el domingo. Lleguรฉ a las 5.00 de la maรฑana del lunes para demostrarle que podรญa estar ahรญ pronto. Me intentรณ pegar y me fuiยป, relata. ยซA partir de entonces empecรฉ a trabajar por dรญas, pero estaba al lado de mis hijos. Si educaba a los demรกs, ยฟpor quรฉ no educaba a los mรญos? Descuidaba a los mรญos y cuidaba a los ajenosยป.
De esa rabia y esa frustraciรณn surgiรณ la mujer combatiente que es hoy. Roa se convirtiรณ en la lรญder de la Comuna 8, el barrio donde vive. Tenรญa madera para movilizar a otras personas. Lo รบnico que le faltaba era algo de apoyo, y eso ocurriรณ en 2011, cuando encontrรณ a cinco personas que le acompaรฑan hasta ahora.
Primero conociรณ a Ramรณn Emilio Perea, el director de Carabantu, una ONG que defiende los derechos de los afrocolombianos. Ella le contรณ una idea que rondaba su cabeza desde una de las noches mรกs cortas de su vida, cuando trabajaba como interna. A las 2.00 de la madrugada terminรณ de fregar los platos de los invitados. A las 4.00 de la maรฑana se levantรณ de nuevo a limpiar y preparar el desayuno.
Roa decidiรณ entonces que las empleadas del hogar tenรญan que organizarse. Perea la animรณ. Le dijo que podรญan crear un sindicato. Tenรญan razones de sobra. Un estudio que acababan de realizar Carabantรบ y la Escuela Nacional Sindical (ONG que lidera la reivindicaciรณn de los derechos de las trabajadoras domรฉsticas) mostraba que estas mujeres tenรญan menos derechos laborales. El 85,7% carecรญa de contrato firmado. El 91% trabajaba entre 10 y 18 horas diarias. Al 90,5% no le pagaban horas extra. Sรณlo el 47,6% tenรญa vacaciones. La mayorรญa no alcanzaba el salario mรญnimo y muchas habรญan llegado a esta ocupaciรณn huyendo de las armas.
Asรญ le ocurriรณ a Roa. Aquella niรฑa caribeรฑa viviรณ en una finca bananera de Apartadรณ hasta que un proyectil entrรณ en su hogar como una maldiciรณn. Ella tenรญa 11 aรฑos. La guerrilla intentรณ reclutar a su hermano pero รฉl se negรณ. Querรญa ser policรญa. Un dรญa lo persiguieron para matarlo. รl se dio cuenta. Corriรณ. Se escondiรณ en su casa. Pero la bala entrรณ y acabรณ incrustada en el cuerpo de su hermana mayor. Era un 12 de diciembre, doce dรญas antes de la cita prevista para su boda. ยซMataron a mi hermanita. Nos destrozaron la vidaยป, recuerda. ยซHicimos el velorio en la casa y ya no quisimos vivir allรก. Era buena. Empezamos a correr, a correr, a correr y llegamos a Medellรญnยป.
Despuรฉs conociรณ a Andrea Londoรฑo, Sandra Muรฑoz, Teresa Aristizรกbal y Viviana Osoro en la Escuela Nacional Sindical. La primera, experta en comunicaciรณn polรญtica, pensaba que las redes sociales podรญan sacudir la conciencia de muchas personas que desconocรญan los abusos que se cometรญan contra las empleadas domรฉsticas. ยซMi experiencia como empleadora habรญa sido estupenda. Sentรญa mucha gratitudยป, explica una maรฑana temprano, en un bar de Medellรญn que huele a โtinticoโ, ese cafรฉ sedoso que despierta a los colombianos. ยซEstaba analizando cรณmo habรญan influido las redes sociales en la Primavera รrabe y pensรฉ: โSi a ellos les sirviรณ, ยฟpor quรฉ no nos va a funcionar a nosotros para reclamar los derechos de las trabajadoras domรฉsticas?โยป. Y de esa pregunta naciรณ Hablemos de Empleadas Domรฉsticas, el proyecto que dirige en la Fundaciรณn Bien Humano.

Hace dรฉcadas la OIT dio la voz de alarma. En 1948 pidiรณ por primera vez la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores domรฉsticos. En 1965 lo repitiรณ. En 1970 publicรณ el primer estudio sobre sus condiciones laborales en el mundo. Pero nada de esto sirviรณ de mucho.
Las llamadas cayeron en el vacรญo hasta 2011. Ese aรฑo apareciรณ un documento mรกs rotundo: el โConvenio sobre las trabajadoras y los trabajadores domรฉsticos 189โ de la OIT. Por primera vez se exigiรณ que estos profesionales tengan los mismos derechos que los demรกs. Unas horas mรกximas de trabajo y un salario mรญnimo. Y, para empezar: acabar con las tareas forzosas, la discriminaciรณn y el trabajo infantil.
ยซEn la elaboraciรณn de esta norma participaron los gobiernos de los paรญses de la OIT, los empleadores y los trabajadores, a travรฉs de los sindicatos. Por eso tiene una legitimidad reforzadaยป, especifica la consejera de la oficina de este organismo internacional para Espaรฑa, Judith Carreras.
Para que este convenio entrara en vigor era necesario que lo ratificaran, al menos, dos paรญses. Los primeros fueron Uruguay (ยซuno de los estados con la legislaciรณn mรกs avanzada en este campoยป, segรบn Carreras) y Filipinas (ยซporque muchรญsimas mujeres se dedican al servicio domรฉsticoยป).
Despuรฉs se han ido uniendo Alemania, Argentina, Bรฉlgica, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Repรบblica Dominicana, Ecuador, Finlandia, Guyana, Irlanda, Italia, Mauricio, Nicaragua, Panamรก, Paraguay, Portugal, Sudรกfrica y Suiza. Hoy son 22 paรญses mรกs Jamaica, que ya ha anunciado que lo harรก en 2017.
A veces un documento puede hacer que una sociedad avance mรกs que el transcurso de varios siglos. El Convenio 189 supuso una catapulta para las empleadas domรฉsticas en Colombia. Desde que se ratificรณ hasta hoy ยซhemos visto avances legislativos, mediรกticos y culturalesยป, cuenta Andrea Londoรฑo. ยซEn 2012 se aprobรณ la ley 1595 de la Repรบblica sobre trabajadoras domรฉsticas. Tenemos ley de prima, que equipara casi totalmente sus derechos al del resto de trabajadores. Y la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia han emitido tres fallos importantรญsimos que muestran que existรญa discriminaciรณnยป.
El Ministerio de Trabajo ahora hace campaรฑas para que estas personas conozcan sus derechos, segรบn Londoรฑo. Las Cajas de Compensaciรณn Familiar, esas entidades que apoyan a los trabajadores de menor salario, han emprendido campaรฑas para que los empleadores afilien a sus trabajadoras a la seguridad social y pongan sus papeles en regla. Y los medios de comunicaciรณn, por primera vez, se interesan de sus asuntos. ยซLlevan el tema a sus editoriales, a las primeras pรกginas y a su agenda permanenteยป.
Tambiรฉn desde entonces algo ha cambiado en la conciencia de las empleadas domรฉsticas. Ya no hablan de si se les quemรณ un huevo frito, como dijo Roa en Harvard. Hablan de sus derechos. ยซY esto es sobresaliente en las nuevas generacionesยป, continรบa la directora de Hablemos de Empleadas Domรฉsticas. Porque ยซcuando les contratan, quieren hacerlo con todas las de la leyยป.
Ahora el siguiente paso es que ยซmรกs empleadores den de alta a sus trabajadoras en el Sistema de Seguridad Social Integradoยป, seรฑala Londoรฑo. ยซEn nรบmeros redondos, han pasado de 6.000 a 14.000. Si miramos la cifra absoluta, dirรญamos que el aumento ha sido superior al 100%. Sin embargo, si tenemos en cuenta que hay 750.000 trabajadoras domรฉsticas en Colombia, el aumento es mรญnimoยป.
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El vientecillo que desprendieron las hojas del Convenio 189 cuando alguien las dejรณ caer en algรบn despacho de la OIT llegรณ hasta la Plaza San Antonio de Medellรญn. Estas cosas ocurren por el efecto mariposa, una ley que asegura que ยซel batir de sus alas puede provocar un huracรกn en otra parte del mundoยป.
Marรญa Roa llevaba tiempo intentando convencer a sus compaรฑeras para organizarse. Ninguna noche mรกs podรญa durar las dos cortรญsimas horas que durmiรณ aquella velada en la que la visita parecรญa no querer irse ni a jarrazos de agua caliente. ยซYo les hablaba de la importancia de pertenecer a un sindicato pero muchas me decรญan que no. โEso es para ir a manifestaciones, tirar piedras y que nos matenโ, me contestabanยป.
La lรญder de la Comuna 8 insistรญa: ยซTrabajamos mรกs de 16 horas al dรญa. El resto de trabajadores tienen derechos que nosotras no tenemosยป. Y, al final, segรบn cuenta: ยซel Convenio 189 nos impulsรณยป. El 1 de marzo de 2013, veintiocho mujeres negras crearon la Uniรณn de Trabajadoras Afro del Servicio Domรฉstico. Hoy ya son 128.
Roa preside el sindicato, aunque ahora trabaja en una panaderรญa. A sus 38 aรฑos, madre de tres hijos y abuela de un primer nieto, sueรฑa con abrir un restaurante de mariscos y pescados. ยซQuerรญa tener una panaderรญa pero no pude por las guerrillas chiquitas. No nos dejan progresar como negrosยป, lamenta, con la voz quebrada por la fiebre, en un esfuerzo mรกs de esos tantos que ha hecho en su vida. ยซYo tambiรฉn quiero ser profesional. Quiero ser estudiante de derecho. No quiero que las fotos y los aplausos se queden para ustedes. Quiero que miren la otra parte de nuestra vida. La de querer salir y progresarยป.
โยฟPor quรฉ las trabajadoras domรฉsticas siempre han sido tratadas como empleadas de segunda?
โEl problema fundamental es que este trabajo siempre lo han hecho las mujeres โexplica la consejera de la OIT para Espaรฑaโ. Es un trabajo invisible que han hecho ellas a lo largo de la historia y no se ha entendido lo que aporta a la sociedad. El cuidado es lo que genera bienestar. Es muy necesario y, sin embargo, estรก muy mal considerado.
Esa atenciรณn que nadie agradece es la que ha permitido a muchos dedicarse en cuerpo y alma a una profesiรณn. Incluso a alcanzar la gloria. Quizรก Mario Vargas Llosa, el escritor que presume de no saber freรญr un huevo, no hubiese ganado un Nobel si hubiera tenido que plancharse sus camisas.
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El trabajo del hogar es un trabajo. Igual que la enseรฑanza, la fontanerรญa o la venta de embutidos en una charcuterรญa. La Organizaciรณn Internacional del Trabajo lo define como ยซel trabajo realizado para o dentro de un hogar o varios hogaresยป y consiste en limpiar una casa; cocinar; lavar y planchar la ropa; cuidar de los niรฑos, ancianos o enfermos de una familia; arreglar el jardรญn e ยซincluso cuidar animales domรฉsticosยป.
Describe al โtrabajador domรฉsticoโ como ยซtoda persona que realice el trabajo domรฉstico dentro de una relaciรณn de trabajoยป, pero a Marcelina Bautista no le gusta ese nombre. ยซEl tรฉrmino domรฉstico nos evoca a animales que se adiestran para que vivan en hogares. Por eso es muy importante que nos nombren como trabajadoras del hogarยป.
Pero el problema, mรกs allรก de las palabras, es que muchos no tienen claro su papel. Los empleadores no se sienten personas que contratan a un empleado, segรบn un documento de la OIT, y ยซlas trabajadoras domรฉsticas nunca se habรญan visto a sรญ mismas desempeรฑando una profesiรณnยป, segรบn Judith Carreras.
Hace muy poco que las mujeres han empezado a reivindicar que los cuidados y las tareas del hogar son un trabajo igual que los demรกs. Muchas, incluso, descubrieron que ese era su trabajo despuรฉs de haber fregado muchos suelos. Marcela Bautista, a los 10 aรฑos, no podรญa intuir que se iba a convertir en una โsirvientaโ cuando su padre la entregรณ a una familia. El trato era que ella ayudarรญa en las labores domรฉsticas a la vez que estudiaba. La realidad fue que Bautista sรณlo vio libros en esa casa para sacudirles el polvo.
A los 16 aรฑos, la vicepresidenta de UTRASD, Claribeth Palacios, tampoco podรญa imaginar que lo รบnico que harรญa en el hogar de โlos ricosโ que la acogieron serรญa trabajar como una mula. Desde pequeรฑa habรญa sacado muy buenas notas y su sueรฑo era estudiar una carrera. Pero se habรญa convertido en una trabajadora. Lo descubriรณ el momento en que le anunciaron que podรญa abandonar la casa donde todos los dรญas limpiaba arrodillada hasta la acera de la calle. ยซEse dรญa fue muy triste para mรญ. La seรฑora me dijo: โMaรฑana se vaโ y me dio 120.000 pesos (unos 37 euros) por los cuatro meses trabajadosยป.
Palacios vivรญa en la nueva familia de su mamรก, su novio y los hijos de ambos. Un dรญa de 1994 la madre advirtiรณ que al aรฑo siguiente ninguno de los niรฑos irรญa al colegio. Los libros eran caros. ยซPero yo sabรญa que lo decรญa sรณlo por mรญยป, cuenta esta colombiana afro, de 37 aรฑos, en un cafรฉ de Medellรญn.
Es habitual que muchas familias de Bogotรก y Medellรญn viajen de vacaciones al Chocรณ, la regiรณn del Pacรญfico colombiano donde naciรณ Palacios. Algunas vuelven a la ciudad con una jovencita a la que prometen alojamiento y apoyo en los estudios a cambio de echar una mano en la casa. Pero esa mano, a menudo, se convierte en un tirรณn del brazo para meter su vida en el cubo de la fregona. ยซLes dije a mis amigas que si conocรญan a alguna mujer rica que querรญa llevarse a una chica, yo me iba. Me presentaron a una doctora que me dijo: โTรบ ayuda en lo que puedas y estudias. Yo te voy a sacar adelanteโยป.
El 3 de enero de 1995 la mujer de Medellรญn fue a casa de la adolescente y le preguntรณ a su madre si se la podรญa llevar. No hubo oposiciรณn. Dos dรญas despuรฉs Palacios partiรณ en un viaje ยซhorribleยป en autobรบs que durรณ mรกs de 24 horas. La empleadora apenas se despeinรณ en el trayecto. Ella volviรณ en aviรณn. ยซAhรญ ya se marcรณ la diferenciaยป, lamenta.
Al llegar a Medellรญn, Claribeth Palacios descubriรณ que no iba a vivir con la doctora. Se quedarรญa en casa de su madre. Esta mujer, tiesa como un palo, le mostrรณ su dormitorio. ยซEra la habitaciรณn que estaba al lado de la cocina, como siempre. Al dรญa siguiente ya me levantรฉ a las 5.00 de la maรฑana para trabajarยป, rememora la vicepresidenta. ยซSiempre me humillaba. Y si ellos comรญan cuatro porciones, para mรญ sรณlo habรญa dosยป.
A los pocos dรญas sus dedos estaban pelados de lavar toda la ropa a mano. Cuando molรญa el maรญz para hacer las arepas, la mujer de la casa le preguntaba: ยซยฟPara quรฉ coge trapo? Los negros no se quemanยป. Esa idea a menudo las salva de algรบn tortazo. ยซA las mestizas les pegan mรกs. A las negras no nos pegan porque histรณricamente somos mรกs resistentesยป, comenta una maรฑana de octubre en la que el huracรกn Matthew, a su paso hacia Florida, ha humedecido Medellรญn. ยซNo nos catalogan como personas. Nos tratan como a un metal.
A Claribeth Palacios, en aquella casa, la llamaban โnegritaโ. Todas las maรฑana tenรญa que cocinar el desayuno de la perrita de la casa: ยซsalchichas buenas y huevos revueltosยป. Para ella, en cambio, sรณlo habรญa una arepa, un trocito de queso y un par de onzas de chocolate. ยซYo vivรญa con hambre todos los dรญas. No me daban plata. Ni siquiera una moneditaยป.
Palacios volviรณ al Chocรณ, pero, por mรกs que lo intentรณ, no fue fรกcil volver a estudiar. Acabรณ de nuevo en Medellรญn, en otra casa. Era difรญcil sacudirse eso que dicen de ยซnegra: escoba y traperaยป. ยซMe tocรณ internarme con una amiga de la seรฑora que me maltratรณ. No me pagaba mucho pero no me trataba mal. Comรญa sola en la cocina pero a la vez que ellos. No tenรญa que esperar a recoger los platos para poder comer yoยป.
En 2014 conociรณ el sindicato: ยซEs la puerta mรกs grande que he encontrado en los รบltimos aรฑosยป, revela, pletรณrica. ยซEs necesario que los empleadores se conciencien. Hay mรกs que dinero. Es un asunto de derechos humanos. Que no nos tengan lรกstima. Las trabajadoras domรฉsticas aportamos mรกs del 20% del PIB de la economรญa del cuidado, segรบn el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadรญstica de Colombia)ยป.

En los aรฑos 90 la economรญa iba bien en Espaรฑa. Habรญa mรกs dinero y cada vez mรกs mujeres trabajaban fuera del hogar. La mayorรญa de las madres ya no tenรญan tanto tiempo para lavar, planchar y cuidar a los niรฑos. Alguien tendrรญa que hacerlo en su lugar. Pero no serรญan sus maridos, por supuesto.
Mientras tanto, al otro lado del Atlรกntico, no era fรกcil conseguir un sueldo. Especialmente, para las mujeres. Entonces se impuso la ley de la redistribuciรณn. A muchas latinoamericanas les tocรณ lavar, planchar y cuidar a los niรฑos de las espaรฑolas que pasaban casi todo el dรญa en la oficina.
En Espaรฑa hay 614.200 empleados del hogar y representan el 3,44% del total de trabajadores, segรบn la Encuesta de Poblaciรณn Activa del tercer trimestre de 2015. Algo menos de la mitad son migrantes. Y de los migrantes, la mayorรญa son mujeres de Amรฉrica Latina (el 34,6%). Vienen, sobre todo, de Bolivia y Paraguay. ยซHay paรญses sostenidos por las remesas que enviamos las mujeres. Mi hermana y yo mandamos dinero a mi madre porque no tiene pensiรณnยป, resalta Rafaela Pimentel, del colectivo Territorio Domรฉstico.
Pero al llegar a Espaรฑa encuentran un trabajo que no siempre estรก formalizado en un contrato y en el que, segรบn el informe โImpacto de las reformas legislativas en el sector del empleo del hogar en Espaรฑaโ de la OIT, hay abusos y explotaciรณn. Ademรกs, en la loterรญa de la discriminaciรณn, vienen con muchas papeletas por dos motivos: son mujeres y migrantes.
El estudio revela que el empleo del hogar estรก desprestigiado porque no requiere ningรบn tรญtulo y porque se da por sentado que cualquiera puede hacerlo. ยซLa profesionalizaciรณn favorecerรญa un aumento de su prestigioยป, apuntan desde la OIT.
โDeberรญan tratarnos como a una persona de otro trabajo cualquiera โreclama Pimentel, una tarde lluviosa de otoรฑo, en el salรณn de su casa, en Madridโ. Las azafatas y los azafatos tambiรฉn son empleados del hogar. ยฟQuรฉ hacen? Sirven cafรฉ, sirven tรฉ. Pero fรญjate quรฉ distinto es el trato.
El sueldo, para ellas, poco tiene que ver con su talento. No les perdonan que no hayan pasado unos exรกmenes oficiales y esa es una de las razones de que les paguen mal. Siempre ha sido una labor que le ha tocado a las personas con menor formaciรณn y menos recursos. Viene de lejos: ยซAntiguamente las mujeres de las clases adineradas cedรญan la parte mรกs dura de las labores domรฉsticasยป, recoge el informe de la OIT. Y nada ha cambiado.
โPor ser un trabajo feminizado, no se le ha dado valor โconsidera la dominicanaโ. El patriarcado dice que las mujeres son las que cuidan mejor. Cuando una mujer dice que no quiere cuidar a su madre porque quiere estudiar, ella le pregunta: โยฟPara quรฉ te he parido yo?โ. Nos dan ese papel. Si no quieres cuidar, que no nos seรฑalen con el dedo. Es el estado el que tiene que apoyar a las personas. Es uno de nuestros derechos: el cuidado. Y si alguien quiere tener su casa reluciente, que pague el dinero que vale. Que no sea tu hija la que tenga que meterse en ese embolado.
Pimentel cree que al estado le sale muy rentable esa โeconomรญa de las mujeresโ. ยซLa pide pero no la paga. Al capitalismo le va muy bien para producir mรกs. Por eso no hay conciliaciรณn, no puedes dar a luz sin miedo a perder el trabajoโฆ Por eso han acabado con la ley de dependencia y han reducido las becas escolares. Porque recae sobre nosotras. En los hombros de las mujeres cae la educaciรณn de los hijos y el cuidado de los padres. Lo establecen asรญ porque saben que no vamos a dejar de hacerlo. No vamos a dejar de pagar el tratamiento de nuestros padresยป.
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Rafaela Pimentel trabajaba en una ONG en Santo Domingo. Hacรญan teatro popular para enseรฑar a los vecinos a reclamar mejoras sociales mediante la poesรญa o los tรญteres. Asรญ pedรญan que el suministro de agua llegara a un barrio o que arreglaran un colegio que se venรญa abajo. Ella estaba en el รกrea de mujeres de esta organizaciรณn financiada por Oxfam.
En 1992 la dominicana viajรณ a Espaรฑa. Aquรญ estaban su marido y su hijo. Allรญ ya no tenรญa trabajo. Venรญa con mรกs de lo que tenรญa, 800 euros. Era la suma que habรญa podido reunir para que la dejaran entrar en el paรญs. Nada mรกs llegar a Madrid fue a pasear con su hijo. ยซEstaba tan emocionada que salรญ con el bolso sin darme cuenta de que llevaba ahรญ todo el dineroยป, recuerda.
En Callao, una de las zonas mรกs atestadas de Madrid, le robaron el bolso y, con รฉl, su futuro en Repรบblica Dominicana: ยซMe quedรฉ sin dinero para volver y tuve que empezar a trabajar aquรญยป.
Una agencia la contratรณ como empleada del hogar de una familia cordobesa. Le hicieron un contrato y asรญ consiguiรณ la documentaciรณn para residir en Espaรฑa. Esos aรฑos sudรณ la gota gorda. ยซNo tenรญa ni fiestas ni vacaciones. Trabajaba todos los dรญas en varias casas para devolver el dinero que me prestaron en Santo Domingo para poder venirยป.
A los cuatro aรฑos encontrรณ un empleo en una casa de Pozuelo de Alarcรณn. Ahรญ sigue. Estas dos dรฉcadas han dado para que Pimentel cuente durante casi una hora, con una taza bien colmada de cafรฉ, decenas de historias sobre unos empleadores que siempre pagaron con justicia, respetaron su horario y la ayudaron cuando la adversidad se le echรณ al cuello.
En 2006 Rafaela Pimentel asistiรณ a una conferencia de la ONU en Madrid para la promociรณn de la mujer. Allรญ conociรณ a otras empleadas del hogar. Les gustรณ eso de hacer piรฑa y decidieron fundar Territorio Domรฉstico, una asociaciรณn que se presenta con el lema โSin nosotras no se mueve el mundoโ.
Desde entonces el colectivo organiza ยซredes de apoyo para las mujeresยป. Entre ellas se ayudan porque muchas llegan solas, algunas son maltratadas e incluso violadas en las fronteras, segรบn Pimentel. ยซHemos hecho grupos para acompaรฑar a las mujeres enfermas al mรฉdico o para aliviar sus sentimientos de soledad y culpaยป.
โยฟDe quรฉ son culpables?
โLa sensaciรณn de la culpa es muy comรบn โexplica Pimentel, radiante, con su pelo alisado y una lรญnea plateada sobre su miradaโ. Si ha dejado al hijo para salir a trabajar a otro paรญs, la culpan. Dicen que es una mala madre. A los padres, en cambio, les aplauden. Si una mujer encuentra otra pareja, es una puta. La manera de medir es muy desigual.
Esta dominicana de 56 aรฑos estudia psicologรญa Gestalt. Este aรฑo se estรก especializando en cuidados. No lo hace para buscar otro empleo. Lo que quiere es prepararse para apoyar mejor a las personas de Territorio Domรฉstico. Fue una psicรณloga feminista del centro social donde se reรบnen, Eskalera Karakola, quien convenciรณ a varias mujeres para que hicieran este curso de tres aรฑos. ยซEl grupo nos ha dado la posibilidad de conseguir una beca para estudiar y queremos devolvรฉrselo. Vamos a crear un rinconsito para apoyar mejor a las mujeresยป.
En Territorio Domรฉstico, una asociaciรณn sin jefas donde hay mujeres de mรกs de diez nacionalidades, tambiรฉn asesoran en temas jurรญdicos. Muchas nunca van al mรฉdico. No les deja su empleador. Muchas trabajan mรกs y ganan menos de lo acordado. Pero no se atreven ni a quejarse. Tienen tanto miedo de perder su empleo que tragan, tragan y tragan hasta que encuentran el hombro de una amiga para llorar. ยซTenemos una abogada que nos ha acompaรฑado desde los inicios. No quiere cobrar pero ahora nos hemos empeรฑado en pagarle 150 euros al mesยป, relata Pimentel.
Desde 2008 han ganado ocho casos. ยซNos ha empoderado muchoยป, comenta. Pero no es habitual llegar a los tribunales. La mayorรญa de las mujeres suelen retirar las denuncias por miedo. ยซLas amenazan. Muchas veces, cuando saben que la empleada estรก sola y es migrante, abusan. Por eso Territorio Domรฉstico las acompaรฑa en el proceso y en los juicios. Incluso nos hacemos pasar por sus abogadas o sus familiaresยป.
โโโโโโโโโ
La ley, mientras tanto, avanza a otra velocidad. A diferencia de Alemania, Bรฉlgica, Finlandia, Irlanda, Italia y Portugal, Espaรฑa no ha ratificado el Convenio 189. Eso le sale barato. El estado no estรก obligado a pagar el paro a las empleadas del hogar. ยซEn las cuestiones pendientes por resolver destaca la exclusiรณn de la prestaciรณn por desempleoยป, seรฑala el informe โImpacto de las reformas legislativas en el sector del empleo del hogar en Espaรฑaโ.
En ese asunto la normativa actual que regula las condiciones laborales de estos trabajadores, la ley 27/2011, mantiene intacto lo que decรญa la ley anterior, aprobada en 1985. Hoy es ยซel รบnico colectivo que no tiene reconocido el paroยป, segรบn Judith Carreras.
La consejera de la OIT en Espaรฑa expone que la nueva ley amplรญa las horas de descanso. Antes eran un mรญnimo de diez al dรญa y ahora son 12. Antes tenรญan que esperar 29 dรญas de enfermedad para pedir la baja y ahora son cuatro. ยซHan pasado del Rรฉgimen Especial del Empleo del Hogar al rรฉgimen convencional de la Seguridad Socialยป, indica.
Ahรญ justamente es donde se ha producido el avance mรกs importante. En 2010, de 735.400 trabajadoras del hogar, 291.670 (el 39,7%) cotizaban a la Seguridad Social. En 2015, de 614.000, lo hacรญan ya 424.423 (el 69,1%), segรบn la OIT.
A partir de 2012, muchas mujeres por fin tuvieron papeles en regla. El 85% de los contratos firmados ese aรฑo estaban a nombre de una mujer. Fue asรญ porque, segรบn el estudio, ellas acumulan la mayor parte de los contratos de la โeconomรญa informalโ y porque muchos hombres tuvieron ยซla posibilidad de volver a sectores que se consideran mรกs idรณneos para ellosยป.
La ley, en cambio, no ha podido con las inercias sociales. Ni tampoco parece importarle mucho. La investigaciรณn asegura que en ese aspecto todo sigue igual. Las mujeres continรบan representando el 90% del sector.
El estudio destaca que la normativa ha mejorado la protecciรณn social de estas personas pero que en el dรญa a dรญa poco se ha notado: ยซLos arreglos laborales siguen perteneciendo, de manera mayoritaria, a una esfera de vรญnculos personales en vez de considerarse una relaciรณn laboralยป.
Para Pimentel, esta ley supone un ยซtriunfoยป. Es ยซel fruto de una luchaยป, remacha, ยซpero aรบn falta muchoยป. Hoy el empleador que no paga la seguridad social de una trabajadora se enfrenta a una multa de 12.000 euros. Aun asรญ muchos no pagan. Otros descuentan esa cantidad del sueldo y ยซla empleada tiene que aceptarlo porque si no tiene trabajo, no puede renovar sus papeles para estar en el paรญs de forma legal y se arriesga a quedarse sin cobertura social en caso de sufrir un accidenteยป.
En este trabajo hay algo sorprendente, destaca Pimentel. ยซPagar la seguridad social se toma como una opciรณn del empleador. Y eso es muy injusto. El estado no puede tener a unas personas sin unos derechosยป.
Las leyes van despacio. Y a veces no sirven para nada. Por eso Pimentel cree mรกs en la educaciรณn. ยซEstamos insistiendo para que en los colegios se hable del cuidado del hogar. Los niรฑos tienen que saber que alguien ha hecho la comida que encuentran en la mesa. Y que lo valoren porque esa persona ha hecho un esfuerzo. Hay que presentarlo como un trabajo no feminizado. Tienen que entender que si ellos no hacen estas cosas les va a caer a su madre o a su abuelaยป.
Esta mujer combatiente, que habla de estos asuntos en un grupo de WhatsApp llamado โLas chicas del trenโ porque siempre se encuentran ahรญ cuando van a trabajar, piensa que el empleo del hogar deberรญa estudiarse en las escuelas. ยซTiene que haber una app para mรณviles que hable de esto. Tiene que estar en los libros de textoยป, enfatiza. ยซSon los niรฑos los que pueden cambiar las cosasยป.
Aquel dรญa en TEDxMadrid, cuando Pimentel terminรณ de hablar, el auditorio se alzรณ en pie y le aplaudieron con furor.
Marcelina Bautista tambiรฉn levantรณ a la audiencia de TEDxCuauhtรฉmocMujeres al concluir con estas palabras: ยซMuchas y muchos de ustedes son empleadoras, empleadores de la muchacha, de la domรฉstica, de la servidumbre, y no de trabajadoras del hogar sujetas de derecho. Hoy, al estar aquรญ, pido que nos nombren como trabajadoras del hogar, y tambiรฉn los invito a reflexionar sobre la importancia de este trabajo para nuestra sociedad, para todas y todos nosotrosยป.
Marรญa Roa, despuรฉs de los aplausos de su discurso en Harvard, soltรณ:
โYo querรญa terminar y decirles algo.
La rectora habรญa empezado a hablar a la vez para dar paso a otro tema, pero la colombiana la detuvo con la mano, delicadamente, pidiendo unos segundos mรกs en un inglรฉs que nunca estudiรณ:
โExcuse me!
Todos guardaron silencio para atender. Roa, esta vez, no cogiรณ los papeles que antes habรญa leรญdo. Estas palabras iban a ser improvisadas. ยซEra algo que no podรญa quedarmeยป, cuenta un aรฑo y medio despuรฉs, en la cafeterรญa de Medellรญn.
โHoy estoy aquรญ defendiendo los derechos laborales de la mujer del servicio domรฉstico. Me apena decir que no soy universitaria pero el conocimiento lo tengo y les sirve a ustedes como universitarios โexpuso ante el auditorio de Harvardโ. No lloro por generar tristeza, sino de alegrรญa. De estar aquรญ en estos momentos y compartir, de entregarles a ustedes todo eso que nosotras padecemos el dรญa a dรญa, hora a hora, minuto a minuto y segundo a segundo. Donde lo entregamos todo, en las casas de ustedes. Lo dejamos todo, con orgullo y con honor, mientras nos sea bien pago. Quiero dejarles como reflexiรณn: si ustedes en sus hogares tienen a una empleada del servicio domรฉstico, valรณrenla. Somos seres humanos y aquรญ estamos para apoyarlesยป.
El pรบblico se alzรณ en pie. Aplaudiรณ. Lloro. Y un hombre le dijo: ยซTe amo, Marรญa. Me devolviste la humanidadยป.
[โฆ] Las mujeres fuera de la ley que cuidan nuestros hogares [โฆ]