No hace falta que hagas la prueba con tu madre o con tu abuela, porque la demostración está mucho más cerca de ti generacionalmente hablando. Intenta meter en una conversación palabras como «Arduino» o «Raspberry Pi». Buena suerte.
Antes de que los que sí saben de qué hablamos miren estas líneas con condescendencia, y mucho antes de que los que no tienen ni idea de qué es Arduino salgan corriendo despavoridos, toca calmar a la tropa: ni es chino mandarín ni es solo algo propio de frikis cacharreando.
En realidad, tanto Arduino como Raspberry Pi abren un abanico tan amplio de posibilidades que su importancia en un futuro para nada lejano (por no decir en el presente) puede suponer una verdadera revolución. La revolución del hardware abierto, el bricolaje del siglo XXI.
«Sirven para crear productos a medida, para crear una tecnología que se adapte a cada uno, sin que una empresa te diga lo que quieres o lo que necesitas». Son palabras de Víctor Díaz, el ingeniero de telecomunicaciones español que el pasado verano cruzó Estados Unidos de costa a costa en una furgoneta de Google para conectar los principales lugares del mundo maker estadounidense. La realidad es que con plataformas como Arduino y Raspberry Pi puedes crear cualquier cosa que te propongas.
Mejor, open
Linux y Open Office, sí. Arduino y Raspberry Pi, no. El software abierto goza de popularidad, pero no sucede lo mismo con los cacharros físicos que no esconden secretos en su interior. ¿Qué es cada cosa? Wikipedia puede servir para responder a esta pregunta de forma extensa y completísima en ambos casos, pero la idea es llegar al porqué de su importancia, así que resumamos, que se nos está haciendo tarde: «Un Arduino es un microcontrolador que te permite controlar motores, sensores, leds… Una Raspberry es un miniordenador, es más potente y sirve para procesar datos», tal y como cuenta el ingeniero informático José Juan Sánchez, que ahora pretende hacer un sintetizador a partir de una pequeña placa de Arduino.
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Ese microcontrolador y ese miniordenador son importantes por culpa de dos de sus características. «Por una parte, son baratos y, por otra, son muy sencillos», afirma Miguel Ángel López, un programador que controla la humedad de la tierra de su bonsái. ¿Cómo? Sí, con Arduino.
Otra característica y, probablemente, la de mayor importancia, es que es hardware abierto. «Al ser código abierto, se ha ido construyendo sobre él en función de las necesidades que surgen individualmente», cuenta César García, uno de los responsables de Makespace Madrid, un lugar en el que de cacharreos y talleres de Arduino algo saben.
¿Y para qué?
Ahora un joven padawan del hardware libre debe ir formando el esquema en su cabeza: tenemos dos componentes con un aspecto similar al de las tripas de tu ordenador que resultan ser la caña de España porque son baratos (hay clones de Arduino cuyo precio no llega a los 15 euros), porque se supone que es algo muy sencillo de aprender a manejar (esto está por ver) y porque son open source (pues vale). Aceptando estas tres razones de peso, aún queda por contestar la pregunta clave: ¿para qué son importantes?
Es aquí donde se despliega toda una baraja de posibilidades. En estos naipes de la electrónica hay dos reyes indiscutibles: la educación y (redoble de tambores) ¡internet de las cosas!
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Tienen todos los ingredientes para alzarse como el bricolaje de este siglo. Si ahora salen startups de debajo de las piedras lanzando sensores que te permiten medir y controlar cualquier cosa a través de una app (eso es un poco la internet de las cosas), trabajar con hardware abierto te permite crear la herramienta que tú quieras para medir y controlar lo que tú quieras.
Puedes ir a una tienda de muebles y comprar una estantería o puedes comprar tablas de madera, un martillo, clavos y demás ferreterías para hacerla por ti mismo. Y, como en el bricolaje más primitivo, hay que tener una cosa clara: «Primero te va a salir mal y vas a tener una estantería fea», asegura Miguel Ángel López.
Si en el bricolaje de madera y clavo los menos iniciados contaban con la (dudosa) ayuda de Bricomanía, los que quieran husmear en el mundo de Arduino tienen a su disposición una cantidad ingente de videotutoriales en YouTube para aprender paso a paso cómo hacer algo con la pequeña placa azul y tomar ideas para tus proyectos.

«Y todo desde un escalón muy bajo: gente que no sabía nada de código aprende a manejarlo con un par de ratos», cuenta César García. Así que, sí, parece que no es difícil meterse en el bricomundo 2.0. Además, el precio también tiene algo que ver con la sencillez: al ser componentes tan baratos puedes meter la pata sin miedo a arruinarte.
¿Y la educación?
Precisamente, su precio y su sencillez hacen que Arduino y Raspberry Pi sean carne de colegio. «Los niños pueden aprender cosas sobre electrónica y robótica», asegura J. Juan Sánchez. Menos marquetería, más clubes de código y algo de cacharreo con Arduino y Raspberry Pi. Así es un más que probable futuro en el ámbito de la educación, con estudiantes que no tendrán que leer más artículos en los que se explique qué es Arduino: sabrán hacer cosas (útiles) con una de esas maravillosas placas azules tan bien como manejábamos los de generaciones anteriores un punzón.
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Además, eso de que los estudiantes aprendan electrónica y robótica en su más tierna infancia solo es la punta del iceberg. Tal y como señala Víctor Díaz, trabajar con hardware abierto permite que los niños aprendan «cómo se pueden crear nuevos tipos de industrias, industrias creativas que no se basan en coger lo que ya hay hecho y venderlo». De hecho, Díaz cree que esta es una de las opciones que tiene Europa para competir con otros mercados cuyo punto fuerte es el bajo coste de la mano de obra. La clave está, según Díaz, en que estos componentes sirven para «crear, pero no crear por crear, sino con un fin, con una utilidad».
Los más pequeños se manejarán perfectamente en esta nueva versión del bricolaje. La pregunta es si aprenderán solo en el colegio o si sus progenitores les enseñarán algo de lo que han aprendido a golpe de videotutorial. Lo que es más que probable es que, como augura Miguel Ángel López, «dentro de unos años no sabremos usar una caladora o un cincel, pero sabremos programar una caladora y un cincel».
Ahora solo queda perderle el miedo a esas palabras que hace unos párrafos te sonaban a chino. Arduino y Raspberry Pi no son solo para cacharreos frikis, no. También sirven para construir un futuro a medida.
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Las imágenes utilizadas para este artículo son propiedad, por orden de aparición, de jeanbaptisteparis, Matt Wareham, hdaniel y Cristina Sánchez

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Patrick Thomas

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