El deporte es la guerra entre caballeros. Todos nos ponemos detrás de una bandera, aunque sea para defender a alguien que no conocemos en un deporte que jamás hemos seguido. Nos alegramos por la victoria de un desconocido porque es un soldado de nuestro ejército. Aquí no se mata ni conquista, pero se gana y se pierde.
Tenemos, por así decirlo, una Guerra Mundial cada cuatro años, una Guerra Mundial de buen rollo (casi siempre) que, como con las guerras de verdad, enseña a las claras el lugar de cada cual en el mundo. Es verdad que hay variables que trascienden la geopolítica: promociones deportivas brillantes, el plus que siempre da ser el organizador de los JJOO (basta ver nuestro medallero en Barcelona’92 o el de Reino Unido en los Juegos que acaban de terminar). Pero quienes dominan los JJOO suelen dominar el mundo.
Por suerte el mundo ya no está partido, como a principios de los ’80 cuando los dos bloques de la guerra fría evidenciaron su enfrentamiento quedándose sin acudir a los Juegos que organizaban sus rivales. Por suerte ya no vivimos secuestros ni asesinatos como ocurrió en Berlín, ni tampoco nos quedamos sin Juegos por culpa de las Guerras Mundiales, las de verdad, como sucedió en 1916 por culpa de la primera, y 1949 y 1944 por culpa de la segunda. Aquí se compite entre señores.
Bien es verdad que siempre hay protestas, enfados con los árbitros, boicots, malentendidos, himnos mal puestos, banderas mal colocadas… pero si no esto no sería una guerra. En los Juegos de la Alemania nazi vimos a los negros demostrar su enorme superioridad física en las pruebas reinas, negros que décadas después levantarían el puño en el podio como señal silenciosa en su guerra contra el racismo.
Los Juegos Olímpicos se retomaron en 1896, y desde entonces Estados Unidos ha dejado constancia de que es la primera potencia mundial: ha estado entre los tres primeros puestos del medallero en todos los JJOO en los que ha participado, es decir, 27 de los 28. Por detrás aparece Rusia en sus variadas expresiones, que ha estado en el medallero en la mitad de las ocasiones (14 de las 27 en las que ha participado), y Alemania, la potencia europea, que ha estado en el podio del medallero final en diez ocasiones. Por detrás otras potencias como Suecia, con seis podios, Francia con cinco, Reino Unido con cuatro, Italia, el antiguo Imperio Húngaro o el antiguo Imperio Japonés en dos ocasiones. Y China, el gigante emergente que ha estado en tres ocasiones, justo en las tres últimas ediciones.
¿Casualidad? No. Los Juegos Olímpicos son la radiografía perfecta de nuestra época, un retrato pacífico de las tensiones geopolíticas del mundo moderno. En los primeros JJOO ya despuntaban EEUU, Alemania, Francia, Reino Unido y Suecia, con una Grecia orgullosa de su legado olímpico colándose en el segundo puesto del medallero de las primeras olimpiadas de la era moderna, las de 1896, y una Cuba recién independizada que se coló en el tercer lugar del medallero de los JJOO de 1904, aquellos en los que EEUU avasalló con 242 medallas, 79 de las cuales de oro.
Llegó el fantasma del horror: los JJOO de 1916, previstos en Berlín, no se disputaron por culpa de la primera guerra mundial y, tras ella, EEUU extendió su liderazgo con cuatro JJOO consecutivos liderando el medallero. Alemania no volvió al podio hasta 1928, y en 1936, con Hitler presidiendo la competición, los nazis dominaron el medallero con 89 medallas, 33 de ellas de oro, por las 56 de EEUU, 24 de las cuales de oro. Otra guerra se preparaba mientras Jesse Owens, estadounidense negro, hacía historia en atletismo ante el público ario. Tokio renunció a organizar los Juegos de 1940, que finalmente tampoco pudo acoger Helsinki por culpa del conflicto bélico, igual que Londres en 1944.
El mundo tardaría doce años en poder volver a celebrar una guerra de las buenas, esas en las que no hay hostilidades de verdad. Y duraría poco. Una vez terminada la guerra EEUU volvió a dominar el medallero, tanto en 1948 como en 1952. Y ahí empezó otra guerra, más sibilina y menos letal, pero una que sumiría al mundo en un estado de tensión y psicosis como no ha vuelto a conocer. Emergió la URSS, la otra vencedora de la Segunda Guerra Mundial, y el mundo se partió en dos mitades. En plena carrera armamentística y, poco después, espacial, la URSS dominó el medallero de los Juegos de 1956 y 1960 para asombro de los estadounidenses.
En ese punto los Juegos demostraron de nuevo ser como el mundo real: la Guerra Fría era un combate de ida y vuelta entre dos superpotencias, también en lo olímpico. Si el final de los ’50 fue para los soviéticos, los ’60 fueron para los estadounidenses, que dominaron el medallero en 1964 y 1968. Después todo se complicó: empezaron los primeros boicots al tiempo que la URSS dominaba la competición en Múnich ’72 y Montreal’76 en un medallero del que desapareció Japón y en el que entró la también comunista RDA.
Los ’80 constataron el sprint final de una guerra latente, con el boicot de EEUU, la RFA, Japón o China a los Juegos de Moscú, Allí, sin algunos de los grandes oponentes del otro lado del telón de acero, las potencias comunistas dominaron con tranquilidad: la URSS ganó 195 medallas, 80 de ellas de oro, seguida por la RDA, con 126 medallas (47 de ellas de oro) y Bulgaria a mucha distancia, con 41 medallas, ocho de ellas de oro. La jugada se repitió, pero al revés, en los Juegos de Los Ángeles’84, que sin las grandes potencias comunistas dominó EEUU con 174 medallas, 83 de ellas de oro, seguido de la sorprendente Rumanía con 53 metales, 20 de ellos de oro, y la RFA, con 59 medallas, 17 de ellas de oro.
En 1988, con la Guerra Fría agonizando, se acabaron los boicots: los Juegos de Seúl reeditaron las luchas épicas que, a modo de despedida, ganaron los soviéticos: la URSS se llevó 132 medallas, 55 de ellas de oro, por las 102 de la RDA (37 de ellas de oro) y las 94 de EEUU (37 de ellas de oro).
El fin de los enfrentamientos llegó en Barcelona’92, no sólo porque acabó la Guerra Fría con el desmembramiento de la URSS, sino también porque los pocos países que mantenían sus boicots decidieron olvidar sus rencillas. En los primeros JJOO sin plantes en dos décadas ganaron los deportistas que compitieron bajo bandera olímpica como representantes de las cenizas de la ya extinta Unión Soviética, aunque ya sin estonios, letones y lituanos, que estrenaron independencia. Aquellos Juegos se los llevó aquel combinado de países sin nombre todavía, con 112 medallas, 45 de ellas de oro, por las 108 de EEUU, 37 de ellas de oro, y las 82 de la Alemania recién unificada, 33 de ellas de oro. China fue cuarta en el medallero por primera vez en su historia.
En 1996 volvió a ganar EEUU, que actuaba como local. Logró 101 medallas, 44 de ellas de oro, por las 63, 26 de oro, de la Rusia postcomunista. El resto de posiciones se repitieron: la Alemania unificada logró 65 medallas, 20 de oro, y China volvió a ser cuarta. El cambio había sido sutil, pero notorio: EEUU reemergía, el poderío ruso se iría diluyendo, al tiempo que un nuevo gigante comunista, esta vez chino, irrumpía en el orden económico mundial a la vez que en el olímpico.
La tendencia se confirmó en Sydney en pasado año 2000: EEUU ganó con 91 medallas, de ellas 36 de oro, por las 88 de Rusia, 32 de oro, pero con China por primera vez en el podio, con 59 metales, 28 de ellos de oro. En Atenas avanzaron un paso más: EEUU siguió siendo el dominador, con 102 medallas, de ellas 36 de oro, por encima de una China que ya superó a Rusia: 63 medallas, 32 de oro, para los orientales, por las 92, 27 se oro, de los rusos.
El cambio llegó en Pekín, en 2008, donde China ganó como local, con 100 medallas, 51 de oro, por las 110 de EEUU, 36 de oro, con Rusia como tercera con 72, 23 de oro. ¿El factor de jugar en casa? Puede ser. En Londres el dominio ha vuelto a EEUU, pero por los pelos: hasta los últimos dos días de competición no tomaron distancia, para acabar con 104 medallas, 46 de ellas de oro, por las 87 de China, 38 de oro. En tercer lugar aparecen los locales, Reino Unido, con 65 medallas, 29 de oro, y Rusia se cae del podio con 82 medallas, 24 de oro.
¿Es ese el retrato del nuevo mundo? ¿Sigue mandando EEUU, pero con un cetro disputado por los chinos? ¿Ha quedado definitivamente relegado del protagonismo mundial el pasado de la Rusia que hizo frente al capitalismo? Suena bastante coherente, y más si se mira quién ha quedado cuarto en el medallero, una Corea del Sur que actualmente fabrica y exporta un buen número de componentes tecnológicos y con un poderío económico emergente. Y más aún si miramos cuál es la próxima cita olímpica: la de Brasil, el gigante emergente por excelencia al que cada vez más españoles emigran para buscarse un futuro. Veremos cómo queda el medallero entonces.
2012 Londres: EEUU 39 (90), China 37 (81), Reino Unido 25 (56).
Y ojo, que las de 2016 son en otro terreno emergente:
Brasil, una de las economías que más crece actualmente y que atrae cada vez a más emigrantes europeos.
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Foto 1: Vladrimir Rodoniov Wikimedia Commons, Foto 2: Wikimedia Commons, Foto 3: UK National Archive Wikimedia Commons, US Air Force