Cuando se empieza a observar los índices que se dedican a la ardua tarea de evaluar lo que se paga en impuestos en cada país, en el caso de España sucede una cosa muy curiosa. La presión fiscal es del 34,4%, seis puntos menos que la media de la Unión Europea. Pero al llegar el final de junio comienzan las noticias sobre el llamado Día de Liberación Fiscal, la efeméride que conmemora la fecha que el trabajador medio deja de pagar impuestos y empieza a generar dinero para sí mismo, y se comenta que estos dedican alrededor de un 52% de su sueldo en impuestos (por delante sólo están Dinamarca, Suecia y Francia).
¿De dónde sale esta ironía fiscal? ¿Cómo puede ser esa diferencia entre la presión fiscal media y lo que un trabajador medio dedica a pagar impuestos? ¿Por qué estamos tan abajo y tan arriba al mismo tiempo?
«Estos dos conceptos son ratios, fracciones, que se usan para poner en relación la cantidad de impuestos pagada y una medida de la renta», explica en un exhaustivo correo electrónico Jorge Onrubia-Fernández, profesor del departamento de Economía Aplicada VI de la Universidad Complutense de Madrid.
«En el caso de la presión fiscal, se recoge la totalidad de los impuestos recaudados en un país en un año (IVA, IIEE, IRPF, IS, IP, cotizaciones sociales, etc.) y la medida es la renta por todos los que residen en el país durante ese mismo año, ya sean nacionales o extranjeros, pero que pagan sus impuestos en España». Es decir, el PIB, que incluye tanto hogares como beneficios de las empresas pero no pensiones ni subsidios, que cuentan como transferencias en vez de renta generada.
Coautor del Observatorio sobre el reparto de los impuestos entre los hogares españoles, cuenta que en este estudio usan el tipo medio efectivo total. Su análisis relaciona los impuestos indirectos, como el IVA, Impuestos Especiales y sobre Transmisiones Patrimoniales Onerosas, y los directos como el IRPF, impuesto sobre el Patrirmonio y Cotizaciones Sociales, con la renta disponible de los hogares antes de pagar impuestos. Esta es la suma de las rentas del trabajo y del capital, y los beneficios de los autónomos como las prestaciones al estilo de pensiones, subsidios y becas.
«En 2013, año de nuestro estudio, el tipo medio efectivo total fue 26,74%, es decir, se dedicó esa cantidad a pagar impuestos de cada 100 euros de renta disponible», continúa, «hasta ahora hemos hablado de medias para el total de los habitantes del país y para el total de hogares, pero en nuestro caso lo que hacemos es ver la distribución de la renta de los hogares, haciendo particiones».
En este caso son quintiles, dividiendo la población en el 20% con menos renta, el siguiente 20% de hogares con algo más de renta y así hasta llegar al 20% con la rentas más altas. Este a su vez lo compartimentan en otros dos 10% y del tramo más alto sacan el famoso 1% de Piketty y Atkinson.
Así, queda un quinto de los hogares con una renta entre -23.700, que son aquellos con pérdidas de autónomo, y +11.600 euros, que dedican un 28,2 euros a los impuestos. El segundo tramo, que gana entre esos 11.600 y 19.500, destina 22,1 euros. El tercero, que va hasta los 29.800, el 23,6%. El cuarto 20 llega a unos 45.250 euros, el 25,65%. Por último, estarían las subdivisiones de ese último 20%. Estas van de 45.250 a 62.450 y de esta última cifra a 133.700 euros, pagando respectivamente 26,9% y 29,9%.
El 1% más rico, que en España va de 133.700 a 438.730, paga de media 33,1 euros por cada 100 que gana y supone unos 180.000 hogares. Sólo el 10% más rico paga más impuestos que el 20% más pobre.
De acuerdo a su análisis, para ver si la fiscalidad es alta en un país, hay que mirar la presión fiscal; mientras que si se quiere ver la distribución de los impuestos, tenemos que hacerlo en relación a las personas. En cualquier caso, consideran que el sistema español de fiscalidad sí que es redistributivo, ya que el índice de Gini, estándar a la hora de medir la desigualdad, se reduce un 7,5% tras el pago de los impuestos.
«Aunque relacionadas, las medidas de presión fiscal y tipo medio efectivo total no pueden compararse sin más», cuenta el experto. «La primera es de carácter macroeconómico, que usa como divisor una definición de renta macroeconómica como es el PIB a precios de mercado e incluye todos los impuestos; mientras que en el análisis por hogares sólo se tienen en cuenta los impuestos que gravan a los miembros de los hogares sobre la renta disponible que juntan los miembros de los hogares».
Existe una explicación muy razonable para que la presión fiscal sea tan baja. Rafael López del Paso, de la Universidad de Málaga, explica en su artículo Evolución de la presión fiscal en España, que hay un punto en el que esta medida macroeconómica deja de crecer y comienza su descalabro. Del 14,7% de 1965, España sube hasta el 37,2% en 2010. Luego llega la caída y el indicador vuelve a la cota del 30%.
Según un antiguo análisis del Blog Salmón, semejante rebaja se debe al enfriamiento económico, «que ha hecho que se hayan hundido los tipos de los impuestos con escalas progresivas, a la vez que se ha evaporado la recaudación vinculada al sector inmobiliario». Más un motivo de preocupación que una excusa para subir los impuestos.
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