Suena friki, pero quizá no lo sea tanto. Las películas son la manera más simple de explicar ciertos conceptos de robótica e inteligencia artificial a los legos en la materia. Más aún, a lo largo de la historia el cine se ha adelantado en numerosas ocasiones a lo que ha acabado aconteciendo en este campo.
Puede que Skynet aún no haya desatado el armagedon robótico; pero basta recordar que la Samantha de Her estaba entre nosotros antes que Alexa de Amazon, o que el test Voight Kampff de Blade Runner distinguía humanos de robots antes de que lo hiciera el Captcha. Hay una simbiosis entre la ciencia ficción y la robótica, dos disciplinas que llevan retroalimentándose desde hace casi un siglo, cuando Fritz Lang imaginara por primera vez a la falsa María de Metrópolis.
Buena muestra de ello dan las dos exposiciones que ofrece estos días Espacio Fundación Telefónica. Mientras que Nosotros Robots abunda en la fusión entre humanos y máquinas, Más allá de 2001: odiseas de la inteligencia lo hace sobre el potencial de la inteligencia artificial a partir de la obra magna de Kubrik.
Ambas abordan el tema desde el rigor científico y tecnológico, pero lo hacen con evidentes guiños y referencias al cine, analizando los puntos en común entre realidad y ficción. Para reflexionar sobre ellos, Espacio Fundación Telefónica organizó una charla entre el astrofísico Enrique Blanco y el informático Fran Ramírez.
Los dos trabajan en la división de ideas locas (sí, es su nombre real) de Telefónica, y se confiesan fans de las películas de género y frikis en general. Durante una hora y media estuvieron desgranando los grandes hitos del género y llegaron a la conclusión de que las películas que mejor han sabido reflejar (y vaticinar) los retos de la inteligencia artificial han sido:
Metrópolis (1929)
El primer filme considerado Memoria del Mundo por la Unesco. La película expresionista de Fritz Lang ha influido en todo lo que ha venido después. Desde Superman hasta Blade Runner, pasando por La guerra de las galaxias.
Metrópolis cuenta la historia de un mundo distópico en el que un robot suplanta la identidad de una pacifista y conduce a la clase trabajadora a la revolución. Los disturbios desembocan en la destrucción de la máquina corazón, de la que depende el resto de máquinas del mundo.
«Para mí, corazón es lo que sería hoy internet, un concepto del que dependemos totalmente, una cosa que si se para, para el mundo», opina Ramírez. La película ahonda en la dependencia de la tecnología, algo que está sucediendo en la actualidad a unos niveles que Lang no podía haber imaginado.
Blanco, por su parte, destaca que esta «es la primera aparición robótica de la historia del cine» y que, ya desde esta primera incursión, «se refleja muy bien el miedo a la tecnología». «No tenemos que tener miedo a la tecnología. Está claro que nos va a cambiar la vida, pero si se somete a ciertos controles, nos la va a cambiar para bien», apunta.
Yo, robot (2004)
Puede que la adaptación de Alex Proyas solo sirviera para engrosar la cuenta de Will Smith, pero su inclusión en esta lista da pie a analizar el relato homónimo de Asimov que asienta las tres leyes de la robótica.
El no hacer daño a un humano, obedecerlo y perseguir la propia subsistencia, por ese orden y sin contradecir ninguna de las órdenes anteriores. Las leyes parecen obedecerse más en la realidad que en la ficción (donde se suelen romper por una mala interpretación y por motivos meramente argumentales).
En cualquier caso, Ramírez destaca la necesidad de imponer un marco de reglas morales que guíen el comportamiento de las máquinas. Más allá de las tres reglas básicas de Asimov, el informático asegura que las inteligencias artificiales se están enfrentando hoy día a retos morales más complejos, como en el caso de los coches autónomos.
Un ejemplo bastante gráfico: «Pon que estás circulando y al camión de delante se le cae mercancía a la carretera. Si te desvías a la derecha atropellarás a un motorista sin casco; si lo haces a la izquierda, atropellarás a uno que sí lo lleva. ¿Qué debería hacer un coche autónomo, atropellar al que no tiene casco y está más indefenso, o castigar al que sí ha cumplido las normas?».
Blade Runner (1982)
La distopía neo-noir de Ridley Scott no solo está considerada un clásico de la ciencia ficción, sino que, desde el punto de vista de la robótica, plantea escenarios interesantes.
Blanco y Ramírez coinciden en señalar aquí el concepto de valle inquietante, una teoría robótica formulada en los años 70 y que asegura que cuanto más parecido a un humano sea un robot, más rechazo provocará entre los que le rodean.
«Aquí los robots son indistinguibles de los humanos. Tanto que se tienen que someter al test Voight Kampff para detectar su auténtica naturaleza. No es tan distinto del test de Turing o del actual Captcha», opina Blanco.
Otra idea innovadora, en la que se ahonda especialmente en la secuela, (Blade Runner 2049), es la fusión entre la inteligencia artificial y los humanos. El debate se está dando en la actualidad y podría llegar a ser real antes incluso de lo que vaticinaba la cinta. Elon Musk, promete hacerlo de aquí a 10 años con su empresa Neurolink. «Y puede que sea un poco histriónico, pero hasta ahora, todo lo que ha dicho, lo ha hecho», añade Ramírez.
Saga ‘Star Wars’ (1977 en adelante)
Poco se puede añadir sobre la space opera más famosa e influyente de la historia del cine. Aun así, al observarla desde una perspectiva robótica destacan extremos que merece la pena analizar.
«Resulta curioso ver que aquí los androides no caen en el valle inquietante, no tienen forma antropomórfica», considera Ramírez. «Sin embargo, vemos que cuando le reconstruyen la mano a Luke, lo hacen perfectamente, con lo cual hay tecnología suficiente para hacerlo. ¿Por qué con los robots no?».
Aquí la IA está limitada a labores muy específicas. R2D2 es un androide mecánico, C3PO está especializado en protocolo. Esta especialización se remarca constantemente a lo largo de las películas. «Segmentar, segmentar, segmentar; eso se da mucho hoy en día», explica Ramírez. «Hay APIs para cosas superconcretas, muy buenas haciendo una única tarea». Star Wars supo vaticinar esa especialización.
Fue menos clarividente en otros extremos como la navegación autónoma o la inteligencia artificial integrada en los vehículos, en su caso las naves. O no. «Esto se explica por el incidente Katana», aclara Ramírez. «Es una acontecimiento que sucede en una novela del universo alternativo. Resulta que toda una flota imperial se perdió en el hiperespacio porque la inteligencia artificial que controlaba toda la flota se reveló. Desde entonces las naves fueron dirigidas solo por pilotos».
Interstellar (2014)
La película de Christopher Nolan se puede analizar desde muchos prismas. Desde el político, desde el astrofísico o incluso desde el filosófico. Limitándonos aquí a lo robótico, podemos aventurar que es uno de los films que mejor ha sabido vaticinar el futuro de este campo. Si bien es cierto que es uno de los más recientes.
«A mí lo que me impactó es el robot TARs», explica Ramírez. «Ya en la primera escena sale un TARs interrogando al protagonista en una instalación militar. Es un rectángulo que le está pegando gritos, pero con una conversación en un inglés perfecto. Igual esa es la vía, conjugar una forma alejada de los humanos, pero siguiendo un razonamiento similar al nuestro que permita que podamos comunicarnos con ellos de forma natural, pero evitando la falacia antropomórfica».
Desde la perspectiva de la física, Blanco coincide con su colega y describe estos robots como multifuncionales no humanoides. «Hoy se está tirando mucho por esa vía», explica, «tenemos el ejemplo más claro en Boston Dynamics».
A nivel conversación, aunque lejos de la perfección de TARs, estamos asistiendo a la gran revolución de la inteligencia artificial con los asistentes del hogar, los telefónicos, los chatbots… «Hoy día es fácil que una máquina pueda responder a conversaciones avanzadas», resume Blanco.
Her (2013)
La cinta de Spike Jonze es una distopía disfrazada de comedia romántica y como tal ofrece varias lecturas, varias capas. Esto se hace patente escuchando a Ramírez y a Blanco.
Donde unos ven una relación platónica entre un humano y una inteligencia artificial, estos dos técnicos intuyen una relación de abuso y manipulación de la máquina hacia el humano. Esto, explican, es posible gracias al machine learning, un mecanismo con el que ellos trabajan en la actualidad y que puede llegar a asustar. «Las máquinas pueden aprender casi de todo», opinan.
Sobre el reconocimiento de sentimientos, Blanco avisa de que no es una previsión, sino algo que se está dando en la actualidad. «A través del reconocimiento de expresiones faciales y del tono de nuestra voz, las máquinas pueden deducir cómo nos sentimos y adaptar su respuesta a nuestro estado de ánimo».
Ramírez, sin embargo, destaca otro aspecto técnico de Samantha, la inteligencia artificial a la que presta su voz Scarlett Johansson en Her. «Hay una cosa que es disruptiva, que cambia con respecto al humano radicalmente, y es la transferencia de información entre inteligencias».
Este aspecto, reflejado por la película, es una de las claves para entender cómo las máquinas pueden perfeccionar su comportamiento mucho más rápido que nosotros. Miles de ellas en todo el mundo nos están observando, están interactuando con nosotros. Y comparten entre ellas la información que van recopilando. Aprenden conjuntamente.
Juegos de guerra (1983)
Puede que entre tanto peliculón sorprenda ver este thriller de serie B de los 80 (con un jovencísimo Matthew Broderick en el papel de hacker), pero los méritos de este título van más allá de los meramente artísticos. «Es la primera vez que una película refleja una inteligencia artrificial orientada a la guerra», explica Ramírez. Y desgraciadamente este es un campo en el que esta ciencia tiene una aplicación directa.
Además, Juegos de guerra, adelantó conceptos como el deep learning, un método de aprendizaje automático aún más complejo y sofisticado que el machine learning. Es lo que hace que Netflix se aprenda tus gustos y te recomiende series, que Amazon te sugiera qué comprar o Spotify qué podrías escuchar. «El deep learning está incluso definiendo nuestros gustos», concede Blanco.
2001, una odisea en el espacio (1968)
La cinta de Kubrick engloba a la perfección todo lo analizado hasta ahora: «La parte moral, la de comunicación por lenguaje natural, la falacia antropomórfica, las leyes de la robótica de Asimov…».
La película se adelantó tanto a la ciencia, y lo hizo con tanto realismo, que dio lugar a todo tipo de elucubraciones. «La gente de la NASA se quedó alucinada con el realismo de todo», recuerda Ramírez, «quizá por eso empezó la falacia de que fue Kubrick quien rodó la llegada del hombre a la luna».
Centrándonos en lo que sí rodó Kubrick, 2001: Una odisea en el espacio se configura, ya desde su título, como un homenaje a La Odisea de Homero. El hecho de que HAL 9000, la máquina a la que se enfrenta un diminuto astronauta, tenga un solo ojo tampoco es casual.
En lo tecnológico, el film contó con asesoramiento de IBM y analizó conceptos complejos como el error en cascada o las black boxes. «Esto quiere decir que la complejidad de la inteligencia artificial ha llegado a tal punto que no entendemos cómo razona, qué le lleva a tomar cierta decisiones», aclara Blanco.
Ese punto ya ha llegado y muchos abogan por la necesidad de que exista una forma sencilla de pararlas con «un botón de apagado o de autodestrucción», aclara Blanco. Es lo que sucede con HAL 9.000, la máquina protagonista de una de las tres historias de 2001. Una curiosidad: la canción que canta mientras le están desconectando es Daisy Bell, la primera canción que reprodujo un ordenador en la historia.
2010: Odisea dos
Puede que la película no esté a la altura de la original, puede que muchos ni siquiera sepan de su existencia, pero Odisea 2 complementa el mensaje de la obra de Kubrick. «No puedes entender totalmente 2001 sin 2010», opina Ramírez.
En esta película el doctor Chandra, creador del primer HAL 9000, se embarca en un viaje hacia Júpiter para recuperar la nave original y ver qué sucedió con el superordenador. «Una cosa que me encanta de esta película es cómo repara a HAL cuando lo encuentra», señala el informático.
«No lo hace programando; la forma en la que averigua qué ha pasado es de lo más natural; va hablando con él, haciéndolo razonar. Yo estoy seguro de que esto es el futuro, por el tema de los black boxes. Creo que los psicólogos tienen bastante futuro con las máquinas», vaticina con una sonrisa.
Otro extremo que refleja el film es la complejidad de los viajes espaciales para un humano. «Las distancias de las que estamos hablando son inabarcables», opina Blanco. «Nuestro organismo no los va a soportar, y en esto coinciden casi todas las películas de viajes interestelares, desde Alien hasta Passengers. Si el ser humano quiere salir de aquí tiene que integrarse con la inteligencia artificial; vamos a tener que convivir con máquinas y vamos a tener que integrarlas en nuestro cuerpo, vamos a convertirnos en humanos mejorados».
Star Trek
La saga ha pasado a los anales del pop. Es difícil conocer a alguien que no sepa quién es el capitán Spock; sin embargo, es bastante más difícil encontrar a alguien que recuerde el argumento de la primera de estas películas. Fran Ramírez es una de estas personas.
«Está genial porque llega un objeto a la Tierra. Parece un objeto mecánico gigante, al principio no se sabe qué es, pero se llega a la conclusión de que es una sonda Voyager. Parece ser que una raza inteligente de extraterrestres-máquinas lo encuentran, lo mejoran y lo mandan de vuelta para la Tierra».
El argumento abre un melón interesante. Siempre estamos barajando la posibilidad de que haya vida inteligente en el universo, pero pocas veces nos planteamos que puede que sea inteligente, pero no vida, o al menos no en el sentido biológico del término.
A fin de cuentas, si nosotros vamos a tener que fusionarnos con los robots, unos potenciales alienígenas deberían seguir el mismo camino para salir ahí afuera a conquistar el espacio. Aunque, claro, ese ya es otro tema.
Capitán Spock!?!?
Agregaría Exmachina y Trascendence a la lista.
Enhorabuena por el blog.
Saludos