Los chinos confunden a los españoles con ‘cowboys’

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Foto: Wikipedia (CC)

Hacía dos días que había llegado a la ciudad china de Wuhan. Javier Telletxea, entonces estudiante, se topó con dos jóvenes en la puerta de su residencia. No hablaban inglés y tirando de idioma universal, es decir, de gestos e insistencia, trataron de comunicarse: «Yu, cowboy, cowboy. ¡Yija!, ¡Yiija!», perpetraron. «Al final, no sé cómo, me dijeron que me querían llevar a un centro comercial vestido de vaquero para hacerme fotos con la gente, y me pagaban bastante bien», recuerda, algo atónito todavía.

Telletxea lleva cinco años viviendo en China y finalmente no se convirtió en el John Wayne del Al Campo chino. Es profesor de español en Shaoxing (Zhejiang) y publica vídeos en Youtube relatando su experiencia y explicando la cultura y la sociedad del país. No juega al esperpento habitual del youtuber: se documenta, analiza; hace pedagogía. Sus contenidos interesan a los españoles que ya viven en China (según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero, algo más de 5.000), a los que transitan por ella y a los chinos que quieren verse a través de los ojos españoles.

Después de la anécdota western, se percató de lo fácil que lo tienen los españoles que aterrizan en China a la hora de encontrar algo que hacer. Disponer de un rostro occidental facilita las cosas. Te contratan por la cara. «Yo he conocido gente que ha trabajado haciéndose pasar por personal de calidad extranjero en fábricas. Le daban un traje, un maletín, unas herramientas y le decían que fuera a la cadena de montaje a ver cómo trabajaban».

Hay españoles a los que han contratado para figurar en convenciones y fingir que hablan en nombre de una firma. Suben al atril y hablan en castellano. Pueden recitar, si quieren, la receta del gazpacho manchego, tanto da: el presunto traductor chino transmitirá el mensaje que traía preparado.

«Es fácil. Si te quieres dejar liar, te lías. Hay gente que trabaja de modelo, actriz, y le llueven ofertas cuando en la vida había participado en estos sectores», explica Telletxea. Cuenta que una vez le dijeron a un sueco que se hiciera pasar por representante de una bodega francesa. Hizo como que cataba el vino y dominaba del tema. Llegó la televisión local, lo cosieron a preguntas y aquel trató de sobrevivir hasta que le preguntaron cómo se decía «salud» en francés. No lo sabía. «Prorrosttto», se la jugó, levantando la copa.

Colegueo, versión china

Los españoles hemos acumulado muchos prejuicios sobre los chinos. Llegar a la tierra asiática obliga a confrontarlos con la realidad, a desarmarlos y a toparse con otras barreras culturales, o a sufrir equívocos y caer en malentendidos.

Las relaciones sociales de amistad se estructuran de forma muy diferente. «A ellos les llama la atención que tengamos amigos con los que invertimos mucho tiempo pero que lo más probable es que no nos ayudaran económicamente si hubiese necesidad». La amistad, allí, funciona con engranajes diferentes. «La amistad  existe con las personas con las que podrías sacar un proyecto adelante. Se generan lazos muy fuertes de confianza en los que fluye el crédito. También ocurre así por la situación económica del país».

De ese modo, la relación comienza con un intercambio. Explica Telletxea que los chinos son muy hospitalarios: «Funcionan con el dar y el recibir. Llegas y siempre te invitan a comer o a cenar. Te dan. Es una forma de decirte que quieren que seas parte de ellos. Pero nosotros pensamos que lo han hecho de forma altruista y no lo devolvemos. A los chinos les parece raro y creen que no saben cómo relacionarse contigo». El intercambio, el establecimiento de una reciprocidad es básico para fundar buenas amistades.

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Foto: GoodFreePhotos

La mentalidad pragmática tiñe la vida de los chinos. Telletxea viajó al país para estudiar, en su tesis doctoral, la conexión entre los valores culturales y el rápido progreso económico del país. Según él, el enfoque de los chinos en lo material encaja con una visión del mundo que dista mucho de la occidental. Mientras aquí, debido al cristianismo, se trabajaba por una recompensa en el otro mundo, en China el más allá era terrenal: que los sucesores, hijos y nietos, tuvieran una buena vida, continuaran el legado y mantuvieran los valores.

Si, como en el caso de Javier, tienes una novia china y conoces a tus suegros, habrá una pregunta que en Occidente parece inoportuna e invasiva: «Es habitual que te pregunten directamente por tu capacidad económica. Para nosotros puede parecer que te ponen precio o te miden, eso se oye mucho; pero en realidad, cuando te dicen que compres casa y coche, que lo ideal es que ganes tanto, te están diciendo que tienes que ser responsable y proporcionar lo fundamental a tu familia». Se trata de una medición de los principios a través de lo material.

Edad del pavo invertida

Ahorran e invierten. El ocio no llega hasta la tercera edad. «No se ven tantos niños jugando en la calle, se están currando su futuro. Luego ves que los mayores están todo el día en la calle, tocando música, cantando, haciendo ejercicio, bailan en las plazas todas las tarde y a veces los jóvenes son los que se quejan del ruido. Es como la edad del pavo, pero a los 60», bromea.

El ocio de cerveceo y bares no es muy común. Se practica un ocio más semejante al de España en los años 60. Prima el domingueo. Salir a comer y a cenar en familia e ir al monte o a las afueras. También gusta el turismo de centro comercial.

Muchos occidentales, no obstante, se mantienen ajenos a estas particularidades porque viven sin vivir allí: crean burbujas y mantienen su modus vivendi. Sobre todo en las grandes ciudades, los extranjeros (laoguays, pronunciado por los autóctonos) construyen círculos aislados.

Pero si quieres escapar del gueto, profundizar e indagar, por ejemplo, sobre política, verás que la censura china no es totalizante como parece desde aquí, sino selectiva. «Puedes hablar del Gobierno, la gente se queja del Gobierno incluso en algunas televisiones, pero cuidado con cambiar esa palabra por el Partido. Ahora bien, no existen tertulias políticas como en España donde se defienden apasionadamente posturas muy diferentes». Telletxea es profesor de español y debe tener cuidado con hablar del separatismo del Tíbet, sobre todo, si lo hace a favor de la causa: «Es tema tabú».

Sin embargo, según él, los chinos son unos artistas del eufemismo. «En el mandarín cambias un acento o algunos caracteres y la palabra tiene la misma pronunciación pero otro significado. Donde parecen que están diciendo otra cosa, en realidad están poniendo a parir al Gobierno».

En general, no queda bien hablar de cosas negativas en público. «El confucianismo estimula a que las personas compartan lo positivo: hablar de un accidente, de la muerte, aunque sea de forma pasajera y trivial, está mal visto».

Con tantas diferencias, salta la duda. ¿De qué se ríe un chino? ¿Cómo es allí el humor? La ironía y el sarcasmo no hacen gracia. Lo pillan, pero no les cosquillea. Sí gustan las caídas (véase Humor amarillo, aunque era japonés). Pero sobre todo «funciona el humor rural, un estilo semejante a Marcial de Muchachada Nui, reírse del contraste entre lo rural y lo urbano, y de los nuevos ricos. Se ríen de los demás y de ellos mismos. Sale un tío con un Mercedes pintado de dorado por el pueblo y compra unos pollos y los mete en el maletero».

Nuestros abuelos podrían compartir una velada de risas con los chinos sin problemas. Allí funciona el humor que funcionaba aquí cuando Fernando Esteso cantaba La Ramona.

4 Comments ¿Qué opinas?

  1. ¡Qué grande, Esteban! Me has hecho parecer bastante más inteligente de lo que soy XD
    Por cierto, si a alguien le surgen preguntas sobre cualquiera de las cuestiones tratadas, intentaré responder lo mejor que pueda.
    ¡Gracias y saludos de Jabiertzo!

  2. Soy vegetariana, no hablo mandarín ni lo leo y voy a Hangzhou un mes entre finales d abril y mayo. Que me sugieres?

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