Gigantes como Estados Unidos, Rusia, India o Brasil miran a Europa con sorpresa. Cómo una extensión tan pequeña de territorio puede albergar a más de 40 países diferentes y que, además, existan diferencias culturales e idiomáticas tan profundas entre ellos. Desde Portugal hasta el Cáucaso, del círculo polar Ártico a Turquía. Apenas unas horas de vuelo y un cambio radical al aterrizar. Pero podría ser un puzzle con muchas piezas, muchas más. ¿Cómo sería una Europa en la que los movimientos secesionistas triunfaran? Una locura de fronteras, idiomas y banderas.
En Europa nos encantan las guerras. Desde hace muchísimos siglos hemos combatido por un palmo más de tierra en todos los rincones del continente. Cuando parecía que nos habíamos cansado de pelear, nos llevamos esas ansias territoriales de viaje y las exportamos a África, donde marcamos fronteras con escuadra y cartabón sin importarnos juntar o dividir a la población local, algo que luego traerían no pocas guerras en la zona.
También lo llevamos a América, donde aún perviven pequeños conflictos fronterizos entre algunos países que, por suerte, resuelven de forma bastante civilizada. También a Asia, donde no hace demasiado que las antiguas colonias seguían con vida y quedan aún cuentas pendientes por algunos países.
Tras la experiencia de las dos guerras mundiales, la reunificación de Alemania y la desmembración de la URSS parecía que nos habíamos vuelto algo más pacíficos a la hora de dirimir nuestras cuitas territoriales.
Luego llegó la guerra en Yugoslavia, de donde nacieron Eslovenia, Serbia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Croacia y Kosovo. También, cierto eso, la República Checa y Eslovaquia se escindieron pacíficamente. O que pocas pegas hay a la existencia de microestados como Luxemburgo, San Marino, Malta, Andorra o Liechtenstein.
Pero sorpende ver el número de movimientos secesionistas que hay activos en Europa con una mayor o menor intensidad, más de sesenta, muchos de ellos alineados en la Alianza Libre Europea. Por haber hay incluso una Asociación de Fútbol de territorios no reconocidos que montan su propia Copa del Mundo que, por cierto, este año ha ganado el Kurdistán Iraquí en una disputada final contra la república Turca del Norte de Chipre.
¿Cómo sería el mapa? Complicado: algunos de los nacionalismos se contradicen, ya que a los soberanistas habría que oponer a los que buscan anexionarse territorios de fuera. Es el caso de la Hungría Magiar, la Gran Rumanía, la Gran Serbia y construcciones nacionales similares. Hay movimientos secesionistas alentado por acciones terroristas, como bien conocemos en España con ETA y Euskal Herria, en Irlanda hasta hace poco con el IRA o en Turquía con el PKK y Kurdistán. Los focos más conflictivos se localizan en el Cáucaso, con casos como el de Chechenia o Daguestán, o en los Balcanes.
¿Y en el resto? Una auténtica ensalada de fronteras. En Alemania un partido apoya la independencia de Bavaria y la reunificación de Frisia, dividida con Holanda. En Bélgica los flamencos quieren crear un Flandes independiente, otros lo quieren integrado con Holanda, pero ambos lo quieren separado de Valonia, que podría ser independiente o anexionarse con Francia. En medio Bruselas quedaría como ciudad autónoma y capital europea. En Francia Bretaña, Córcega o Saboya tienen formaciones independentistas, mientras que Alsacia, Niza y Occitania buscan una independencia regional mayor.
Entre Francia y España se mueve el secesionismo vasco, que reclama una Euskal Herria formada por las tres provincias vascas, Navarra y tres provincias del sudoeste francés, además de algunos territorios castellano-leoneses y riojanos. Con menor intensidad en España hay un movimiento nacionalista pancatalanista, que abogaría por un Estado formado por Cataluña, la Comunidad Valenciana y Baleares, y uno Gallego, que reclama territorios de Asturias y Castilla y León. En menor medida hay regionalismos minoritarios en Castilla, Andalucía o Cantabria y los hubo en Canarias, o en Cartagena y el Valle de Arán.
En Italia también tienen varios frentes abiertos. Desde Padania, el Estado que propone la Liga Norte que acompañó a Berlusconi en el Gobierno, hasta movimientos regionalistas casi en cada una de sus zonas: Venecia, Cerdeña, la Toscana…
En la exYugoslavia reclaman una provincia autónoma para Bosnia, una República de Krajina o una mayor autonomía para Istria mientras otros siguen reclamando la República de Srpska, cuyos mayores ideólogos están siendo juzgados en La Haya. Un poco más al norte, en lo que fuera la zona de influencia soviética, pedirían autonomía Moravia en la República Checa, Samogitia en Lituania, Transnistria y, dentro de ésta Gagaucia, ambos en Moldavia, Silesia en Polonia, Crimea y Rutenia en Ucrania o Székely en Hungría.
En Reino Unido hay varios movimientos de diversa intensidad: desde las islas de Mann, Cornualles, Gales y varios grupos autonomistas en zonas de Inglaterra a quien promueve un Gibraltar independiente. Más fuerza tienen el movimiento por la independencia de Escocia o el de Irlanda del norte. Al norte de Europa estaría la reivindicación de las Islas Feroe de Dinamarca, Sápmi, una región nórdica con territorio de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, o el archipiélago de Aland en Finlandia.
Y la lista podría seguir hasta el infinito: en Portugal hubo movimientos en Madeira y las Azores, la región de Jura en Suiza… y eso por no entrar en Abjasia y Osetia, Nagorno Karabaj, Ingusetia, Kabardino-Balkaria y la infinidad de movimientos que hay en los lindes rusos. Y eso sólo en un continente, imagina la de controles de aduanas que tendrías que pasar.
Aquí algunas visualizaciones de lo que podría ser una Europa dividida (vídeos en tono épico, como verás)