La gimnasia de la desobediencia

ยซInfrinjan cada dรญa alguna ley trivial que no tiene sentido, aunque solo sea cruzar la calle en rojo. Utilicen su propia mente y decidan si la ley es justa o razonable. De este modo, se mantendrรกn en forma, y cuando llegue el gran dรญa, estarรกn preparadosโ€.

Asรญ resume James C. Scott su particular Gimnasia Anarquista, diseรฑada para evadir reglas injustas y absurdas.

Invitado a pasar un aรฑo en el instituto Wissenschaftskolleg de Berlรญn en el aรฑo 90, el antropรณlogo decidiรณ pasar seis semanas anteriores al comienzo del curso en una granja colectiva en Alemania Oriental.

Una vez a la semana, Scott viajaba a Neubrandenburg, el pueblo mรกs cercano, para tener un poco de contacto con el bullicio de una pequeรฑa ciudad. Cada vez que llegaba allรญ se encontraba con la misma situaciรณn en las inmediaciones de la parada de los trenes.

โ€œEn el exterior de la estaciรณn habรญa una importante intersecciรณn, o, en cualquier caso lo era en Neubrandenburg. Un trรกfico bastante animado de peatones, coches y camiones controlados por un juego de semรกforos circulaba durante el dรญa. A finales de la tarde, sin embargo, el trรกfico de vehรญculos prรกcticamente desaparecรญa, mientras que el trรกfico de peatones que salรญan a disfrutar de la brisa nocturna se intensificaba. Entre las nueve y las diez de la noche, cincuenta o sesenta peatones, algunos de ellos un poco tocados por el alcohol, solรญan cruzar la calle en esa intersecciรณn. Los temporizadores de los semรกforos estaban programados, supongo, para el trรกfico de vehรญculos de mediodรญa. Una y otra vez, cincuenta o sesenta personas esperaban pacientemente en la esquina de la calle a que el semรกforo cambiara a su favor: cuatro minutos, cinco, tal vez incluso mรกs tiempo. Parecรญa una eternidadโ€, cuenta en un capรญtulo de su libro Elogio del Anarquismo (Crรญtica).

Todo esto sucedรญa a pesar de que se podรญa observar una recta de mรกs de un kilรณmetro en cada direcciรณn en la que se podรญa discernir si venรญa un vehรญculo o no. Las pocas personas que se atrevieron a cruzar en las dos horas de observaciรณn que Scott empleรณ fueron recibidos con reprimendas y silbidos de los allรญ presentes.

El acadรฉmico estadounidense empezรณ a tener sentimientos encontrados sobre el acto de cruzar en rojo. โ€œMe costaba reunir el valor necesario para el sencillo acto de cruzar una calle ante la desaprobaciรณn general, y lo poco que parecรญan pesar mis convicciones racionales frente a la presiรณn de las reprimendas de los otros. Cruzar la calle a grandes y audaces zancadas fingiendo convicciรณn causaba una mayor impresiรณn, quizรก, pero exigรญa mรกs valor del que yo, en general, podรญa reunirโ€.

โ€œComo modelo de justificar mi conducta empecรฉ a ensayar un breve discurso que imaginaba pronunciando en alemรกn perfecto: โ€˜Saben, a ustedes, y en especial a sus abuelos, les hubiera venido bien tener un espรญritu algo mรกs transgresor. Algรบn dรญa se les pedirรก que, en nombre de la justicia y de la razรณn, infrinjan una ley mรกs importante, y todo dependerรก de que lo hagan. Tienen que estar preparados. ยฟCรณmo se van a preparar para ese dรญa en el que la transgresiรณn importe de verdad? Tiene ustedes que estar โ€˜en formaโ€™โ€.

Scott llegรณ a la conclusiรณn que lo que necesitaban los habitantes de este pueblo era un poco de โ€œgimnasia anarquistaโ€. Desde entonces se aplica la mรกxima de intentar infringir una ley o regla cada dรญa, por muy pequeรฑa que sea, para mantenerse en forma.

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#142 Primavera / spring in the city

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Patrick Thomas

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