El español se las prometía muy felices siendo un idioma presuntamente perfecto. El tercero más hablado del mundo, el segundo si cotejamos por adquisición materna. 466 millones de terrícolas lo parlan y son 528 sumando los que lo aprendieron después. Tan excelso, tan concreto en matices… Con todas esas conjugaciones verbales impecables, sus normas ortográficas, sus familias morfológicas, su intercontinentalidad ultramarina y su infalible Academia de la Lengua. ¡Ja! Pensaba que nunca nadie daría con su fallo.
La RAE tuvo que reconocerlo. Un buen día, a petición de un seguidor, los anónimos creadores del blog Un Arácnido Una Camiseta (una publicación digital sobre cuestiones relacionadas con las lenguas y el lenguaje) le soltaron vía e-mail así la pregunta a la Institución: «¿Cómo se escribe el imperativo de salirle?».
Tic- tac, tic-tac, tic-tac… ¿Habrían saltado las alarmas de los sistemas de la RAE? ¿Habrían convocado reunión de urgencia los 46 sabios? ¿Habrían invocado a Cervantes en una ceremonia Vudú? Los blogueros sospechaban que podrían estar ante el único bug descubierto en el software del castellano. Un error en el idioma del Quijote. Una malformación que permitió la existencia de este engendro léxico imposible de acoplar al papel. Fantasma de las palabras escritas. Rebelde fiel solo, y únicamente, a la comunicación oral. La palabra bastarda que existe si la dices, pero no si la quieres plasmar.
No tuvo otra salida la Academia que reconocer la existencia de ese hijo oculto escondido. Su respuesta fue así:
«En relación con su consulta, le remitimos la siguiente información: La interpretación forzosa como dígrafo de la secuencia gráfica ll en español hace imposible representar por escrito la palabra resultante de añadir el pronombre átono le a la forma verbal sal (imperativo no voseante de segunda persona de singular del verbo salir),oralmente posible si, por ejemplo, ordenáramos a alguien salir al paso o al encuentro de otra persona aludida con el pronombre le: [sál.le al páso], [sál.le al enkuéntro].Puesto que los pronombres átonos pospuestos al verbo han de escribirse soldados a este, sal + le daría por escrito salle, cuya lectura sería forzosamente [sá.lle], y no [sal.le].»
Es decir, que sí, que tenían razón. Que es correcta oralmente, pero imposible representarla con boli. Tocado y hundido. Ahí estaba el error. El idioma perfecto contiene un desliz que impide escribir un vocablo que sí existe. Mientras tanto, el «sal-le», sigue vagando de boca en boca. Sin posarse jamás en ningún papel. Él es la única palabra que se oye pero no se toca.
* Nota: Lo escrito entre comillas y en cursiva es la transcripción fonética que usa la RAE.