No hay exceso de equipaje en los bolsillos

9 de diciembre de 2012
9 de diciembre de 2012
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A quién no le suena esta conversación:

– Perdone, ¿puede meter ahí su maleta?
– Ya.

– No señor, tiene que entrar por completo.

– Pero si solo sobra un poquito.

– Lo siento señor/a, su maleta no puede viajar en cabina.

– Y el viaje ya empieza torcido.

De esa eterna pelea a pie de finger estaba harto un ingeniero llamado John Power. Su trabajo le obligaba a viajar en avión todas las semanas y acumuló demasiadas horas de tiempo perdido en ver cómo la gente que le acompañaba en la fila o él mismo se enzarzaba en una discusión con el personal de las compañías, en especial, las de bajo coste.

Le molestaba tremendamente tener que facturar su equipaje de mano “por apenas un par de kilos de más”, apunta, y mucho más aun esperar por él al llegar a destino o asumir las altas tarifas que cobran algunas compañías por el agravio.

Lo que no había pensado en un principio Power es que su molestia también le reportaría algo bueno: una idea para probar suerte en el mercado y un desafío a la estricta normativa de las aerolíneas. La base de todo su negocio: no existe límite de peso ni de tamaño respecto a lo que el pasajero lleva en los bolsillos.

Las medidas de la maleta quedan claras: no puede sobrepasar ni los 10 kilos de peso, ni los 55 centímetros de largo, ni los 40 de ancho, ni los 20 de profundidad. Lo que no está escrito en ningún sitio es qué medidas deben tener las chaquetas.

Por eso pensó que librarse del inconveniente era tan fácil como trasladar de recipiente el contenido. Su nuevo invento, el jacktogo, es una maleta transformable en prenda de vestir con capacidad para almacenar hasta 15 kilos de equipaje. Para la azafata de la entrada de embarque, nada más y nada menos que un abrigo.

Su invento lo vende por internet y lo fabrica en tres tallas, dos colores y diez bolsillos. Asegura que por el momento está teniendo éxito. Por eso se ha animado a fabricar dos alternativas a su prenda para quien no le sentase bien el abrigo: el ponchotogo, sin mangas, y el dresstogo, el modelo femenino. Todos fabricados en polyester, transformables en bolsa y bien nutridos de fondo.

Para que a nadie le cause problemas la extravagancia de su invento, Power propone un consejo que también traslada a sus clientes: “Es mejor que al pasar el control de seguridad el jacktogo vaya en forma de bolsa, una vez pasado, para embarcar, es cuando deberíamos convertirlo en prenda de vestir”. Además, advierte que, “aunque puede llevarlo perfectamente”, es preferible “por comodidad” dejar las cosas duras como el ordenador o las zapatillas en la bolsa de mano “y no sentarse mientras se usa el jacktogo como vestido”.

Cada una de las prendas las vende a unos precios que oscilan entre los 70 y los 80 euros y parece, según afirma, que el negocio está servido. Asegura que por el momento el producto no le ha acarreado problemas con ninguna compañía aérea. Dicen que hecha la ley, hecha la trampa, y que aquí quien no corre vuela. Tras tantas horas analizando en vivo el problema, Power le ha sacado 15 kilos de carrera empresarial en los bolsillos al vacío legal de las low cost.

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