Núria Estremera quería mostrar un cuerpo de mujer sin la más mínima insinuación sexual. Pidió a una amiga si le podía hacer unas fotos de esa cotidianidad sin depilar ni llevar puestas unas bragas arrebatadoras. La modelo no tenía la regla, pero pensó que podía ponerse una compresa para mostrar algo tan habitual, común y natural como la menstruación.
«Juntamos un montón de temas y conceptos en la misma imagen», cuenta la fotógrafa. «Lo que para mí puede ser una imagen estética y bien compuesta, para otros puede resultar desagradable, como he podido leer en algunas respuestas a la foto».
Esas respuestas surgieron hace unos días, cuando empezó a circular por Instagram. Era previsible la sorpresa que generó, sus más de 13.200 me gusta y el buen puñado de comentarios de todo pelaje (incluidos troles y melindrosos).
«Supongo que todo consiste en aprender a mirar», explica la fotógrafa que acaba de exponer en la exposición colectiva New Feminity, en Barcelona. «Cuando me dejé de depilar, me costó verme bonita, porque tenía pocos referentes que mostraran que una mujer con pelo en el cuerpo podía ser bella. Si no hemos tenido ningún problema en considerar a los hombres atractivos sin depilar, ¿por qué nos parece tan imposible en las mujeres?».
Y hay algo que le interesa mucho más. Olvidemos la belleza. Qué pasa con la igualdad, se pregunta. «Quiero poder no depilarme sin tener que dar explicaciones ni vivir discriminaciones por ello».
Tus fotos de bragas y compresas son valientes y rotundas. ¿Qué quieres contar con ellas?
Me gusta contar aquello que forma parte de mi cotidianidad y de otras mujeres. Es algo que tengo muy normalizado y aceptado, pero he visto que no es algo generalizado y me da pena.
Es mi día a día y el de muchas personas, y no da asco, ni es repulsivo, ni innecesario. Ojalá en mi adolescencia hubiera tenido todo este imaginario y esta representación de la regla, del vello femenino, de la grasa y de la diversidad en general que ahora se está moviendo más por las redes. Me habría ahorrado un montón de preocupaciones, tristezas y hasta traumas. Y si con lo que hago puedo ayudar a que esto deje de suceder, aunque sea un poquito, seré muy muy feliz.
Muestras el vello púbico y el vello de las nalgas con mucha belleza. ¿Qué impacto buscas con estas fotos?
No pienso en las fotos en función del impacto que puedan tener. Veo algo que me gusta y lo fotografío. Y si encima muestra realidades que han permanecido escondidas, mejor. Puede que lo que quiera es que mis imágenes dejen de impactar y formen parte de nuestro imaginario y podamos abarcar un ideal de belleza variado, sano e inclusivo.
Fotografías unas estrías y dices en tu perfil de Instagram: «Yo veo las estrías como algo precioso». Es una clara reivindicación de lo natural.
Nuestro cuerpo tiene marcas, vello y cicatrices por algo. Las cosas están o han estado ahí por alguna razón y tienen un significado. Las estrías, por ejemplo, significan crecimiento. Que tu piel se estire o se encoja significa que se han producido cambios. La vida está llena de ellos y eso no tiene nada de malo. Al contrario.
Recuerdo hablar de las estrías, en la adolescencia, con algunas compañeras de clase y amigas de otros lugares. Nos las enseñábamos y veíamos cómo eran y por qué zonas estaban. Y aunque todas tuviéramos, las odiábamos y queríamos que no estuvieran ahí. ¿Cómo puede ser que algo que tenemos todos nos avergüence de esta manera? ¿Cómo se consiguió extender tanto este pensamiento?
La respuesta es: gracias a la industria y al capitalismo. Hacerte sentir insegura e insatisfecha es un negocio multimillonario. Y no quiero entrar en él, ni en todo el sufrimiento que conlleva. Por eso reivindico lo natural en esta imagen y en la mayoría de mujeres.
Tu trabajo intenta seguir derribando tabúes como no enseñar compresas, ocultar las bragas manchadas de sangre, pensar que el vello púbico es asqueroso…
Creo que ya está bien de tanto pudor con lo considerado íntimo. No hablar o no normalizar las cosas cotidianas no ha traído nada bueno. ¿Cuántas personas habrán tenido problemas a lo largo de su vida con su menstruación, con su autoestima o con su sexualidad porque todavía son un tabú?
Mostrando estas realidades se puede ver que somos más parecidos de lo que pensamos. No tiene sentido criminalizar aquello que es sano y natural, como el pelo o la regla. A veces, la sociedad y el sistema nos deshumaniza más de lo que nos humaniza.
¿Qué te parece esa idea de que una mujer pierde belleza y elegancia si no se depila y si deja que asomen por sus bragas los filos de una compresa?
Pienso que la idea de ser femenina es una construcción social y cultural que, al final, nos hace seguir unas pautas de comportamiento y de aspecto físico determinado. Para mí, una mujer con la compresa salida por el lado de las bragas no pierde belleza. Gana otro tipo de belleza mucho más importante: poner por delante la comodidad y lo funcional, la belleza de despreocuparse de estar perfecta las 24 horas del día. Esa es una belleza auténtica y natural que trasciende a lo que se ve a primera vista.
Centras tu fotografía en las mujeres. ¿Qué te llevó a ello?
Empecé en la fotografía con una cámara digital compacta de esas antiguas que me regalaron en mi comunión y, desde el primer momento, comencé a retratarme a mí, a mis amigas y a mi entorno. Lo hacía para divertirme porque era aún una niña. Todo esto sucedía sin ningún tipo de planteamiento, pero resulta que, con el tiempo, me di cuenta de que es lo mismo que sigo haciendo hoy: documentar mis experiencias y las de mis amigas y conocidas a través de la fotografía.
¿Qué quieres mostrar de las mujeres que fotografías?
Al principio, quería hacer buenas fotos y sacar a la gente guapa, incluso sexy. Era el objetivo: fotos guays y estéticas. Era algo que hasta hace unos años no paraba de ver en todos lados.
Hasta que empecé a conocer el feminismo más a conciencia. Si yo misma aborrecía esas imágenes y desde pequeña me habían amargado mi autoestima, ¿por qué iba a seguir representando lo mismo? Por eso me cansé de hacer sesiones esporádicas a modelos. Eran fotos vacías y sin contenido, y no me aportaban ni una pizca de satisfacción u orgullo.
Así que continué disparando fotos a mis amigas como siempre, pero esta vez, saliéndome un poco de la representación típica. Quería mostrar lo que yo veía de ellas en la cercanía y en la intimidad: todo eso que me hacía verlas preciosas y admirarlas aún más.
Tengo muchísima suerte con las amigas que tengo, sin ellas, no tendría la obra que ves. Gracias a ellas he aprendido un montón. Creo que nos hemos enseñado y enriquecido unas a otras. Y quiero agradecerles que me hayan dejado retratarlas y además publicar sus fotos. Especialmente a Júlia García, la chica de la foto con la compresa y los pelos que está apareciendo en las pantallas de muchas personas.
Tus fotografías dejan muy claras tus ideas sobre la mujer.
Lo que tengo claro es que no hemos tenido las mismas oportunidades ni la misma visibilización. Tengo claro que no quiero formar parte de las representaciones hegemónicas sobre la belleza femenina, ni seguir perpetuando unos cánones dañinos. Tengo claro que hace falta mucha educación y concienciación sobre feminismo interseccional, y luchar contra el racismo, el colonialismo y la LGTBIfobia, entre otros temas superimprescindibles.
Creo en el potencial de las mujeres y veo que se está produciendo un cambio, una especie de unión y sororidad. Creo que es hora de cambiar todas las cosas injustas que se han dado por legítimas hasta ahora.
Núria Estremera dice que, después de hacer sus fotos, se da cuenta de que es mucho más fácil estar detrás de la cámara que delante porque es la que expone su cuerpo y lo deja «al alcance del juicio popular». Esto puede dañar su autoestima; siempre hay troles, insultadores y gente que ladra sin piedad. «Y aun así», recalca y agradece, «siempre me han dejado compartir lo que hago».
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