Nuestros “esclavos energéticos” también emigran (o por qué esta crisis no tendrá fin)

Imagen de Miss Crapula (CC, Flickr).

No los ves y seguramente nunca pienses en ellos, pero si vives en la España de 2012 tienes unos 45 esclavos energéticos trabajando para ti: cada vez que enciendes la luz, coges el autobús o el coche, te compras un yogur en el supermercado o te conectas a Internet, el equivalente al trabajo de 45 “minitús” trabajan para ti en forma de fuentes energéticas, generalmente fósiles: petróleo, gas, energía hidráulica, nuclear…

Solemos olvidar que gracias a las máquinas y el sistema energético que las nutre disfrutamos de un nivel de vida muy superior a cualquiera de nuestros ancestros del siglo XIX hacia atrás, antes de que los hidrocarburos mejoraran varios órdenes de magnitud las condiciones materiales del hombre, primero en Europa, Japón y Norteamérica, y progresivamente en el resto del mundo.

Hasta aquí las buenas noticias. Las malas: nuestros esclavos energéticos no son infinitos, sino limitados y ya empiezan a escasear; a medida que la competencia por los recursos aumente entre los países del mundo, nuestro acceso a la energía será cada vez más caro, así como el estilo de vida que nos permite. De alguna manera, ya está sucediendo: nuestros esclavos energéticos están migrando hacia China, India, Brasil, Indonesia… donde una pujante clase media demanda un nivel de consumo similar al que nosotros hemos tenido, al menos hasta ahora.

Este pretende ser un esbozo no demasiado alarmista de la situación a la que nos aboca el denominado “pico del petróleo”, el punto en el que el mundo alcanza su máxima producción de petróleo en el mundo y a partir del cual su precio va elevándose proporcionalmente a su escasez. No existe consenso sobre si ya hemos alcanzado el pico del petróleo, pero se sabe que sucederá en algún momento antes de 2020. Antonio Turiel, autor del blog The Oil Crash y estudioso de la crisis energética, asegura que el cénit de producción del petróleo crudo se situó 2005, lo que explicaría el constante aumento del precio de los combustibles durante el último lustro.

El encarecimiento del transporte es sólo la parte más perceptible y obvia del pico del petróleo. Pero “aunque el 98% del transporte es petróleo, no todo el petróleo es transporte: también es la maquinaria, la extracción, la agricultura, el plástico, etc.”, enumera Turiel. El petróleo, de hecho, “sólo” supone un tercio de la energía primaria consumida en el mundo (45% en España), pero no es fácilmente reemplazable, como veremos a continuación.

Gráfico de corte apocalíptico, publicado en The Oil Crash. Sin fuente.

¿Qué consecuencias tendrá/tiene la crisis energética en nuestra existencia?

“Ya estamos viendo algunos de los efectos –responde-. La pérdida de empleos y de poder adquisitivo de grandes sectores de la población es parte de un fenómeno que yo denomino “la Gran Exclusión”, similar a la de la Gran Depresión, pero a escala masiva: millones de personas expulsadas de la clase media, que se ven abocadas a una economía de supervivencia, trabajando esporádicamente, haciendo alguna chapuza de cuando en cuando o llevando a cabo pequeños hurtos para poder sobrevivir”.

El autor de The Oil Crash está convencido de que esta no es una crisis económica al uso sino una genuina crisis sistémica, de la que no saldremos nunca, a menos que no se transforme la misma esencia del sistema económico basado en el crecimiento: “La emisión de deuda está sujeta al crecimiento económico, pero nuestro problema es que no podemos crecer suficientemente rápido para pagar los intereses de la deuda. Y la economía necesita energía para crecer”. Este es un resumen sucinto de un largo y complejo artículo –“Digámoslo alto y claro: esta crisis no va a acabar nunca”-, de lectura sólo recomendable para gente de piel dura.

La necesidad de crecimiento inherente al capitalismo choca con el muro de la finitud de los recursos. Turiel lo ilustra con una comparación (la de los “esclavos energéticos” que abre el artículo también es suya): “Si cada año nuestro consumo energético crece un 2% (una cifra moderada en términos económicos) en tres siglos necesitaríamos absorber toda la energía del sol para mantener el sistema funcionando”.

Turiel no se considera apocalíptico, sino simplemente un divulgador (un optimista informado, como suele decirse). Físico de formación, trabaja en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona, y su interés por la energía es tangencial a su trabajo, relacionado con la oceanografía por satélite. De hecho, empezó a estudiar el problema del “cénit del petróleo” hace 13 años, por interés personal, pero decidió comunicar sus hallazgos “por una cuestión pedagógica”.

Es precisamente su condición de científico en una institución pero desvinculado de la comunicación científica “oficial” lo que confiere credibilidad a sus estudios en el área energética: no está sujeto a ninguna agenda política o empresarial. Turiel plasma en su blog lo que el Gobierno no podría decir… porque podría cundir el pánico:

“Hay varios escenarios posibles –explica por teléfono desde Barcelona- y uno de ellos es la extinción, por supuesto, pero no es el más probable, que yo pienso que es la Gran Exclusión. De todos modos, tenemos información y somos inteligentes, de modo que si sabemos manejar la situación podremos mantener nuestro nivel de vida, eso sí, reduciendo nuestro nivel de consumo: no veo nada traumático en compartir la lavadora con los vecinos de la comunidad, vivir en ciudades más pequeñas, minimizando el gasto en transporte o consumir productos locales, con menor huella energética. Nuestro nivel de vida tendrá que ser más austero, aunque no necesariamente inferior”.

¿Qué pasa con las renovables? ¿Acaso no deberían suplir sobradamente al petróleo (y a la nuclear) cuando éste escasee, como proclaman los ecologistas? “Imposible con el consumo actual” –despacha- “El mundo consume 14 teravatios hoy en día. El máximo potencial de la eólica es de 1 teravatio y el de las fotovoltaicas, entre 2 y 5 teravatios, pero es que además esta energía tiene un problema y es que la tasa de retorno energético (TRE) [ratio de energía obtenida / energía utilizada en su extracción] no es muy alta, de entre 2 y 2,7, cuando una sociedad necesita una TRE medio de entre 5 y 10 para poder prosperar”.

Leer asiduamente The Oil Crash no es una tarea divertida, más bien deprimente, como vengo comprobando desde hace un par de años. Sin embargo, a la luz de sus explicaciones cobran sentido otras noticias, como la pérdida de interés de los jóvenes por tener un coche o el previsible cierre generalizado de los concesionarios en España. Desde su limbo de invisibilidad actúan esos esclavos energéticos que cada día serán más reacios a trabajar por nosotros.

No será por alternativas…

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