Lo que está ocurriendo ahí es un ‘guateque’. Parecía que esta palabra se la había tragado el tiempo, pero no es así. Una joven de 24 años la ha recuperado. Elisa González, la autora de la portada de la revista de Yorokobu de diciembre, retrocedió hasta los años 60 para montar un guateque e invitar a estos personajes.
No era su intención viajar en el tiempo pero, al usar el término, se produjo la succión temporal y todos acabaron en una fiesta como aquellas que hacían en el salón de casa, donde bailaban música de discos de vinilo y bebían unas copas.
«Esta gente está contenta. Está feliz, como la palabra Yorokobu», indica Elisa González. «Suena la música y mueven el esqueleto». Y de nuevo se produce un salto en el tiempo. Eso era bailar en los años 80. En esta fiesta debe haber algún agujero de gusano por ahí suelto. Esos atajos espaciales que aparecen en las ecuaciones de la relatividad para llevarse las cosas de un tiempo a otro.
Dicen los científicos que esta puerta espacio-temporal está rodeada de una frontera esférica llamada horizonte de sucesos. En el caso de la cubierta de esta revista, el horizonte se reduce a dos situaciones. La primera ocurre si el lector no es suscriptor. En ese caso, le damos el trabajo hecho. Hemos montado una fiesta en color y hemos repartido las letras de la palabra Yorokobu entre los asistentes.
La segunda sucede si el lector es suscriptor. Entonces tendrá una portada imantada y las letras de la palabra Yorokobu. El guateque es en blanco y negro, y él decide a quién quiere dar cada grafema. Esos que Elisa González dibujó con su caligrafía, «escribiendo a mano alzada» sobre su tableta gráfica. Esta portada la hace el lector. Es para él. Y eso es lo que ocurre todos los años, en el mes de diciembre, como un bucle en el tiempo.
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