Un ordenador al frente de la economía y ciberdemocracia en tiempos de Allende

Un excéntrico intelectual británico, con una barba a lo Charles Darwin, alecciona al gobierno recién elegido de una nación latinoamericana en horas bajas. Estamos en la segunda mitad del siglo XX. En España, para que te hagas una idea, Franco detenta el poder. Mientras tanto, al otro lado del charco, Stafford Beer habla de economía, de cómo el socialismo es viable (la palabra mágica) si las autoridades disponen de la información suficiente.
Es exactamente el tipo de protagonista que necesita una historia como esta. Un relato imposible sobre tecnología y digitalización cuando aún no existían los ordenadores personales. Un cuento sobre la justicia social garantizada por la cibernética. El poder del pueblo materializado en una sala de control llena de pantallas (casi) a lo Minority Report. Una máquina al frente de la economía para borrar del mapa las desigualdades y arrebatar el poder a las empresas yanquis.
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Suena apasionante, ¿verdad? ¿Quieres saber más sobre el proyecto Cybersyn? Comencemos asentando la teoría.

Las cuentas claras

La ley de la oferta y la demanda es un concepto económico aparentemente muy sencillo: si hay mucha gente dispuesta a comprar un producto o a contratar un servicio que no abunda (mucha demanda y poca oferta), los empresarios que lo ofrecen subirán el precio. Si, por el contrario, la demanda es reducida o hay un exceso de oferta, no tendrán más remedio que bajarlo para intentar atraer nuevos clientes.
Hablemos ahora de la teoría del cálculo económico, que introduce un matiz interesante. Afirma que la fijación de precios solo funciona apropiadamente si los medios de producción (fábricas, maquinaria, etc.) están en manos privadas, como sucede en los sistemas capitalistas. ¿Por qué?
Según los autores y quienes los respaldan, si el Estado controla la industria y las empresas, sin que las leyes del mercado obren su magia, será incapaz de determinar correctamente el volumen de producción óptimo (lo que vendría a ser la oferta) y de distribuir correctamente los bienes y servicios en función de su uso (lo que identificamos con demanda). Un desbarajuste, vamos…
A juicio de estos economistas – liberales -, si no hay empresarios en busca de oportunidades, siempre habrá desequilibrios: se producirá demasiado o demasiado poco, no se identificarán a tiempo los cambios en las necesidades de la gente y, en definitiva, la información no circulará entre los distintos agentes económicos como es debido.
De todo esto se empezó a hablar en 1920 y las voces discordantes no tardaron en hacerse escuchar. Sobre el papel, el modelo de planificación socialista seguía siendo completamente viable, pero ¿y en la práctica? Alguien estaba dispuesto a descubrirlo. Hablamos del chileno Salvador Allende, el primer marxista que llegó al poder por medio de unas elecciones democráticas. En busca de su historia, viajamos en el tiempo hasta 1971.
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La era prepecé

Pablo Neruda recibe el Nobel de Literatura. Se fundan Médicos sin Fronteras y Greenpeace. Se estrena La naranja mecánica de Kubrik. Johan Cruyff, el de la otra naranja mecánica, recibe el Balón de Oro. En Londres, unos rockeros montan un grupo que se llama Queen. Mercedes-Benz patenta el airbag. George Lucas estrena su opera prima, THX 1138, y funda Lucasfilm. Bienvenido al año 1971.
Para hacernos una idea de cómo anda la tecnología, el 8 de febrero abre sus puertas el Nasdaq, el primer mercado de valores electrónico del mundo, en el que ahora cotizan gigantes de la tecnología como Microsoft, Apple, Amazon, Google o Facebook. El 26 de abril nace Marc Andreesen, el informático que desarrolló Mosaic (uno de los primeros navegadores con interfaz gráfica), fundó Netscape e inventó el protocolo SSL. A finales de año, el 15 de noviembre, Intel pone a la venta el primer microprocesador comercial.
200px-IBM360-65-1.corestoreAún faltan dos años para que Martin Cooper (Motorola) realice la primera llamada de la historia a través de un teléfono móvil. Los ordenadores personales que protagonizaron el ‘boom’ de la informática todavía no son ni un proyecto (Apple II, 1977; IBM PC, 1981; Commodore 64, 1982). Windows nacerá aún más tarde, en 1985, como una extensión gráfica del sistema operativo MS-DOS.
En 1971, todavía se estilan los ‘mainframes’, mamotretos del tamaño y el aspecto de una lavadora industrial con la potencia de una calculadora científica de hoy en día. Máquinas como el IBM 360, el ‘economista’ que se encargaría de planificar la economía en el Chile socialista de Allende.

El proyecto Cybersyn

Para solucionar el problema del cálculo económico en el socialismo, Stafford Beer diseñó un sistema de planificación en tiempo real (o casi) que hacía circular la información entre los diversos agentes y el gobierno. Al procesar tal información, se obtenían predicciones a corto plazo y se emitían recomendaciones para realizar mejoras.
Su nombre de pila, Cybersyn (sinergia cibernética), enseguida dejó paso a un apodo mucho más latino: Synco. Era más preciso y ajustado que los planes quinquenales de la URSS y, al menos en teoría, tanto o más efectivo que el mercado capitalista y la ley de la oferta y la demanda.
Básicamente, consistía en una red de teletipos instalados en las fábricas (Cybernet) que enviaban datos actualizados al IBM 360 instalado en el capital, Santiago, en una sala de control futurista (Opsroom) habilitada en el Palacio de la Moneda. Aquel lugar parecía «el escenario de una película de ciencia ficción», según la descripción del propio Beer. «No hay ningún papel. La información se refleja en pantallas y en modelos electrónicos animados, que se despliegan alrededor de la sala».
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El ambicioso proyecto comenzó a desarrollarse en noviembre de 1971, estuvo listo para entrar en acción en el mismo mes de 1972, pero jamás llegó a completarse. El golpe de estado de Augusto Pinochet se lo llevó por delante (literalmente, porque arrasaron con las máquinas y la sala de control en La Moneda), poniendo punto y final a uno de los experimentos más avanzados del mundo en materia de política, economía y cibernética.
No obstante, en octubre de 1972, Synco tuvo la oportunidad de demostrar su eficacia. 50.000 camioneros en paro bloquearon las calles de Santiago y el gobierno fue capaz, empleando la red de teletipos, de coordinar la entrada de alimentos con los 200 camiones que siguieron del lado de Allende. «Comunicación es control», decía Beer. Su idea, si la hubieran dejado prosperar, tal vez hubiera sido todo un éxito.
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La ciberdemocracia en tiempos de Allende

Cybersyn no fue la única experiencia pionera en el ámbito de las novísimas tecnologías que llevó a cabo el gobierno socialista de Chile. Aún más interesante desde el punto de vista político es Cyberfolk, un sistema de votación en tiempo real que permitía a los participantes de un debate expresar su acuerdo o desacuerdo pulsando un botón.
La filosofía detrás de este rudimentario parlamento 2.0 era la misma que abrazan hoy en día los partidarios de la ciberdemocracia: acercar al pueblo la toma de decisiones y darle voz y voto en la gestión diaria de sus empresas y comunidades.
Suena bien pero fue un fracaso absoluto. La sociedad chilena no estaba preparada para el ejercicio de honradez que requería el buen funcionamiento de Cyberfolk. La dramática situación social y económica dio al traste con las buenas intenciones del gobierno, y la oposición aprovechó para acusarles de haber desarrollado una herramienta de control de masas cuando en realidad era todo lo contrario.
Quién pillara ahora un Cyberfolk, un Cybersyn. A lo mejor nos sacaban del atolladero… ¿O tal vez volvería a fracasar? Si la informática es la solución, como afirmaba Beer, tal vez nunca lo sabremos. Pinochet llegó al poder y ensayó todas las teorías neoliberalistas de la Escuela de Chicago. Eso es historia; lo demás, historia ficción.

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Patrick Thomas

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