Qué divertido sería poder cambiar de tamaño según te conviniese. Hacerse enorme para cruzar el océano o encoger hasta el tamaño de una moneda para colarse en algún lado. Ryan Monahan no necesita, como la Alicia de Lewis Carrol, ningún elixir mágico para meterse dentro de sus minúsculos escenarios. Con mucha maña y más detalle, crea a escala esquinas recónditas de ciudades inventadas inspiradas en fotografías de los 70 y 80.
Monahan, de 30 años, abandonó sus estudios artísticos para tatuar. Y tras un tiempo entintando las pieles de muchos, decidió licenciarse en Bellas Artes y especializarse en diseño gráfico.
A Ryan le apasionan los entornos urbanos poco turísticos, para él tienen un encanto especial.
«Siempre me han gustado las zonas que parecen más “peligrosas” de las ciudades, esos lugares que uno nunca va a ver. El grafiti y la suciedad acumulada cuentan grandes historias», comenta.
Con un extra de detalle se inventa lugares medio abandonados y recrea las pintadas, los desconchones y hasta la basura que se podría acumular en ellos. La iluminación tenue de esas localizaciones también forma parte importante de las obras. Así, tras convertir una botella de cola en un cubo de basura, la tapa de un tubo de pasta de dientes en una lámpara, y madera balsa en la fachada de una casa, Ryan hace el entramado eléctrico para dar luz y mostrar esos mismos lugares en un ambiente nocturno.
Ryan vive en Aurora, cerca de Chicago, y aunque en la capital del Medio Oeste está prohibida la venta de esprays, en las afueras y desde luego en sus minidecorados, las pintadas y tags abundan.
Para sus creaciones, utiliza su aprendizaje como diseñador para replicar los carteles de los comercios, las portadas de las revistas y las pegatinas que te puedes encontrar por la calles de una gran ciudad. Luego los imprime al tamaño deseado para mostrar la realidad a menor escala.
Comienza los proyectos bocetando a lápiz para pasar a cortar cartones, madera y gomaespuma. Con ellos va construyendo los edificios y las calles. Cada proyecto suele completarlo a lo largo de un mes y siempre uno a uno. «Si no, me volvería loco», explica.
«Procuro reciclar y utilizar todo lo que cae en mis manos. Lo modifico para que parezca el objeto deseado utilizando bisturís, sierras y una cortadora láser. En raras ocasiones utilizo masa para modelar y para las piezas más pequeñas y con más detalle, utilizo finas láminas de plástico y las pego unas a otras para conseguir la forma deseada», añade.
Con su trabajo pretende que el espectador pueda visitar esas zonas poco transitadas sin ningún peligro. Ahora, tendrá que diseñar una pequeña guía de viajes para que el mundo pueda conocer todas estas miniaturas.
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