Relatos ortográficos: ¿Es posible perder de cinco o cometer falta sobre Messi?

Usos incorrectos de las preposiciones

Presumía de sabio, de viajado y de leído. Tanto, que ya no había nada en este mundo capaz de sorprenderle. O eso decía él. A todo encontraba una explicación. Todo lo había visto ya antes, incluso el más reciente de los recientes descubrimientos científicos. «¿Cómo es posible que no te extrañe esto?», le comentaban con frecuencia cuando le veían quedarse impertérrito ante las maravillas que se iban descubriendo. Y él, encogiéndose de hombros, respondía siempre con un escueto «Porque ya lo sabía».

Lo cierto es que nació con un don, el de la clarividencia, y por eso tenía a su alcance todas las respuestas a todas las preguntas del mundo. Sabía que si contaba todo cuanto sabía y veía en sus visiones, la humanidad, mejor dicho, el entendimiento humano, colapsaría. Y lo sabía, claro, porque lo había visto. Pero también había visto la manera de evitarlo: cerrando el pico. «Dejemos que se asombren como hasta ahora», se decía, «¡son tan felices cuando descubren obviedades…!».

Y así pasaban los años, los hombres avanzando y él aburriéndose como una ostra. Si le preguntaban, respondía en la medida de lo posible. Así fue como se convirtió en consejero mundial. Consejero en sentido literal. Para eso lo sabía todo. Incluso la fecha de su muerte. Por eso, cuando la empezó a verla cercana, lanzó un deseo a las estrellas: sorprenderse alguna vez. Ya sabía él que no serviría de nada, pero le pareció un gesto romántico que le acercaba más a sus congéneres. Y ahí quedó el deseo flotando en el aire, esperando a ser recogido por los dioses de un improbable universo.

El día que debía irse de este mundo amaneció algo nublado, algo que no le sorprendió porque lo había visto miles de veces. También sabía que las nubes acabarían por despejarse y que cuando la Parca llegara a su cita sería… sería… ¿cuándo había visto que sería? «¡Coño, lo he olvidado!», exclamó grata y felizmente sorprendido por primera vez en toda su vida. Y entonces cayó fulminado al suelo, sin tener tiempo de disfrutar ni un minuto más de su primer asombro.

De sorpresas va la cosa hoy. Como las que nos tienen guardadas algunas preposiciones. Ya sabéis, esas palabrejas tan cortas y tan átonas en su mayoría que nos enseñaron a recitar en el colegio como si fuera un mantra: «a-ante-bajo-con-contra…».

Para saber las que han caído de la lista y las que se han incorporado a la familia, solo tenéis que recurrir a la fuente principal, la RAE y su Gramática, o a servidora, que lo contó muy a su modo y un poco más divertido que la sabia institución en este y este Relato ortográfico.

Centrémonos en de y en sobre. De, junto con a, es la preposición más usada. Introduce complementos que hablan de origen, sobre todo espacial (Viene de allí) o pertenencia (Es de Juan).

Sobre, por su parte, indica que una cosa está encima de otra, tanto en sentido literal como figurado: Está sobre la mesa; Lo deseo sobre todas las cosas. También nos sirve para introducir el tema del que trata algo (Un estudio sobre la indigencia) y puede expresar cantidad aproximada: Cuesta sobre 20 euros.

Hasta ahí, todo controlado. Ahora bien, ¿qué tal os suenan expresiones como *El equipo perdió de cinco puntos o *Fulano cometió falta sobre Pentano? Y ahí está el problema: que a muchos nos suenan estupendamente. Y no. (Aquí es cuando la cabeza os hace bum).

Son usos incorrectos de estas dos preposiciones, por mucho que el lenguaje deportivo se empeñe en emplearlos y machacar con ellos nuestros inocentes y receptivos oídos. Lo correcto es Perder por cinco puntos o Cometer falta contra Pentano.

Tampoco son correctos *Tirar sobre puerta (tirar a puerta), *Hacer sobre medida (a medida), Causar efecto sobre (causar efecto en), Pedir sobre encargo (por encargo), *Uno sobre diez eligió… (uno de cada diez), Ser adicto de (adicto a), Hacer algo de urgencia (con urgencia) y, por supuesto, los dequeísmos (*Me alegra de que estés mejor) y queísmos (*Estoy convencida que te sorprenderás con todo esto).

¿Cuántos de esos usos poco normativos acabarán entrando en el Olimpo del buen decir? Si tengo que lanzarme a la piscina, diría que aquellos que están relacionados con el lenguaje deportivo. Es más, me pongo a dieta eterna si la RAE no acaba aceptando muy pronto que podamos ganar de cinco o cometer falta sobre un jugador. ¿Apostamos?

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