Lois Griffin y el síndrome de Estocolmo

En la segunda década del siglo XXI, si una mujer en Occidente mantiene una relación de pareja tóxica no puede culpar ni aducir presiones sociales, familiares y religiosas. (La excepción estaría en determinados contextos y culturas). Tres mujeres de dibujos animados ayudan a mostrar los distintos momentos de la mujer y el matrimonio en la Historia, entre los 60 del siglo pasado y la actualidad: Wilma Picapiedra, Marge Simpson y Lois Griffin.

WILMA PICAPIEDRA O LA TRADICIÓN
WilmaWilma o Vilma es feliz con Pedro. Ella no tiene dudas. Y los espectadores tampoco. Pedro es un hombre tosco, de pocas luces, pero pacífico. La mayor malicia de Pedro está en mentir a su esposa para ir a la bolera:
—Tengo un trabajo atrasado, Wilma.
Lo que él no sospecha es que Vilma lo caló hace tiempo, pero permite estas mentirijillas.
—Cosas de los hombres —dice Wilma a Betty, su vecina.
Vilma y Pedro conforman un modelo de matrimonio que sigue los cánones de la época en Occidente (Los Picapiedra se produjeron entre 1960 y 1966): Pedro es el cabeza de familia, el sustento del hogar, y Vilma es la complaciente esposa y ama de casa, sin más entretenimiento que el cotilleo con su vecina, las telenovelas y las compras.
Wilma no tiene quejas de su esposo, más allá de las meteduras de pata, y no llega a plantearse el divorcio ni la separación. De todos modos, si diera el caso, Wilma sería considerada una apestada social (como bien refleja Mad Men en algunos de sus primeros episodios). De haber sido española en aquella época —de la producción— hubiera encontrado la oposición de su propia madre y de sus tías:
—Deja que haga lo que quiera.
—Cuando un hombre está todo el día trabajando, lo que quiere es descansar en su casa.
—¿A dónde vas a ir tú sin dinero y sin preparación?
El «qué dirán» pesaba.
En aquellos tiempos, Wilma pasaba de la tutela de los padres a la tutela del marido. Wilma es tan antigua como los 50 —la Prehistoria de los tiempos modernos—: aunque la mujer alcanzó el derecho a voto y la Segunda Guerra Mundial demostró que podía trabajar en las fábricas, Wilma solo planeó casarse y formar una familia. Lo que se esperaba de toda mujer entonces. Por esto, Wilma se siente realizada. Por suerte para ella, Pedro Picapiedra, aunque bruto, es un buen tipo.
MARGE SIMPSON O EL COMPROMISO
MargeMarge es una esposa de finales de los 80, educada en una estricta moral en una pequeña localidad de los Estados Unidos. Si Marge fuera española, viviría en cualquier barrio de la periferia de una gran ciudad. (Aún seguimos siendo de pueblo aunque tengamos Iphone).
Marge es la mujer con estudios que tuvo aspiraciones que terminaron con el matrimonio y los hijos. Homer, su marido, es el hijo ideológico de Pedro Picapiedra: es un bruto sin malicia que ama a su esposa, aunque en ocasiones se muestra poco atento, poco afectuoso y olvidadizo con las celebraciones especiales.
A diferencia de Wilma Picapiedra, Marge sí ha pensado en el divorcio. Cuando Marge duda con seguir con el matrimonio no se siente coaccionada por la religión ni la familia; al contrario, las hermanas de Marge la animan a dar el finiquito a Homer.
Marge incluso ha llegado a visualizar una vida sin Homer, llena de éxitos como artista plástica. Sin embargo, ella encuentra que la vida sin Homer es insatisfactoria. Son muchos años. Y Homer tiene como virtud saber redimirse episodio a episodio:
—Si quiere un empleado que se arrastre, aquí tiene uno —dice Homer al dueño de la central nuclear para mantener a su esposa y sus hijos. Lo hace con convicción. Por momentos como este los espectadores no dudamos por qué Marge está con Homer.
Lo cierto es que Marge pertenece a una generación en la que la familia es una institución importante. Por mantenerla, Marge hará cualquier cosa.
LOIS GRIFFIN  O EL MIEDO A GESTIONAR LA VIDA
LoisLois representa la paradoja de algunas mujeres de nuestro tiempo: Peter Griffin, su marido, no muestra afecto por ella, es un hombre cruel que da una patada a un niño en la cara para hacer reír, que dice frases hirientes con auténtica malicia (la maldad del tonto) y que maltrata psicológicamente a su hija. (Es cierto que Lois también llega a ser hiriente con su hija, pero a menudo esta crueldad viene al hilo de la que muestra el cabeza de familia. A Lois le gusta seguir «las gracias» de Peter).
Los espectadores nos preguntamos cómo es posible que Lois esté enamorada de un hombre cruel y estúpido. Lois no depende del dinero de Peter (los padres de ella son ricos) y no atiende a ningún código de tradición o religión. Lois tampoco está con Peter para mantener el núcleo familiar como Marge Simpson. Lois apenas muestra afecto por sus hijos. Podríamos pensar que aquella pataleta contra los padres (la de salir con Peter como venganza) ha llegado demasiado lejos, y que no se permite a sí misma reconocer los errores. Lo cierto es que Lois vive por y para Peter, y está dispuesta a satisfacer todos sus deseos.
—Nadie me hace reir como Peter —es la excusa que Lois aduce en más de una ocasión para exculpar la crueldad que este ejerce contra ella y la familia. Como excusa es pobre.
De alguna manera, Lois representa a las mujeres de nuestro tiempo que se consideran autónomas, capaces de valerse por sí mismas, que mantienen relaciones tóxicas. Mujeres que suben a las redes sociales imágenes con lemas apelando a la dignidad, contra el maltrato, contra el sexo de pago y enlazan cuentos revisados de princesas Disney que fueron felices sin los príncipes.
Lois no llega en ningún momento a plantearse una vida distinta sin Peter. Lo único que mantiene a Lois atada a Peter es miedo a gestionar la propia vida. A diferencia de Marge, que emprende negocios que fracasan o que abandona por la familia, Lois no tiene aspiraciones aparte de complacer a Peter. Lois vive un guion que conoce; ella es como el preso viejo que no sabe vivir fuera de los muros. Lois padece el síndrome de Estocolmo.

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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