Hace más de 20 siglos, en las tierras del río Jordán, vivía un hombre llamado Jesús. Un día de primavera, cuando tenía 33 años, ocurrió algo indescriptible. El joven volvió después de que lo mataran, tres días antes, en una cruz. Lo acompañaban unos amigos, los mismos con los que había cenado antes de morir, excepto un tal Judas, que se había ahorcado. Estaban apesadumbrados por lo ocurrido y Jesús, tranquilo, les aseguró: «Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo».
Alexander Bard leyó la frase. Estaba escrita en el evangelio de San Mateo. Empezó a pensar y llegó a una conclusión: «Jesús quería decir que el Espíritu Santo es la manifestación de Dios cuando los creyentes están juntos. Internet tiene siete mil millones de personas conectadas a la vez. Si eso no es el Espíritu Santo, no sé lo que es».
El conocido músico sueco dedicó muchas horas a reflexionar sobre la religión. Lo hizo desde la mirada de la historia, la ciencia y la filosofía, y se dio cuenta de que en la visión del mundo de Occidente, regida por la ciencia y la tecnología, no hay forma de encajar muchos de los relatos espirituales escritos hace decenas de siglos. Las religiones tradicionales, pensó, han caducado.
Bard proclama la inexistencia de Dios. Pero, a la vez, considera que hay que rellenar ese vacío. No pueden matarlo, como hizo Nietzsche, y dejar a los humanos frente al abismo de la nada. El papel de la religión, pensó, sigue vigente. Desde tiempos remotos ha proporcionado «una comunidad, un cierto sentido de la existencia y una aspiración». Y así debería seguir haciéndolo, pero, según el licenciado en Filosofía y Económicas, en credos acordes a la actual «sociedad posateísta del siglo XXI». Él mismo propone la suya: el Sinteísmo.
La nueva doctrina nació hace tres años y, desde entonces, el sueco ha ido desarrollando sus principios, junto a Jan Söderqvist, en un libro titulado Syntheism. Creating God in The Internet Age y en la web Syntheism.org. Para empezar, Bart empieza por el final. «Todas las religiones se han construido sobre la idea de que, en el pasado, Dios creó el universo y al humano. El Sinteísmo hace lo contrario y sitúa a Dios en el futuro», indica en el artículo Al Alternative Creation Myth Part I: The Universe. «Esta es una forma más lógica, creativa y útil de manejar el concepto de Dios. Es una forma de marcarnos una aspiración a la que dirigirnos».
Todas las religiones han clavado sus puntales sobre el mito de la creación. Todas tienen su teoría sobre cómo surgió el mundo, aunque, según Bard, hoy ya no tienen validez. La teoría del Big Bang ha dado una respuesta científica a está cuestión. El sueco dice que esa es una opción para los sinteístas. Pero hay otra aún mejor: «Podríamos crear nuestro propio mito de la creación (…). Uno que tenga un sentido para nosotros. Uno que nos dé un propósito en la vida e incluso nos haga sentir mejor». El relato puede llevar la imaginación tan lejos como se estire. Solo hay dos «restricciones»: «no contradecir los conocimientos actuales de la ciencia» y «no ser inconsistente en sus fundamentos lógicos».
Adscribirse a una religión es, para los sinteístas, descargarse un plugin al navegador de la vida de un individuo. Significa que ha añadido una extensión y eso mejora su experiencia de usuario. No existe esa división platónica entre el «mundo real» y el «mundo online», dicen los adeptos de este nuevo dogma digital. Tan solo nos movemos en un mar de wifi.
Imagen de portada: Reunión de sinteistas en Lindsberg (Suecia), en 2014