Ascensión es oficial administrativo en recursos humanos. Ana es vigilante. Rosario se ocupa de las relaciones con los medios de comunicación. Concha es técnico de prevención de riesgos. Piedad trabaja en Contabilidad… Todas tienen algo en común: desarrollan su actividad en el Museo del Prado, pinacoteca en la que solo una docena de las 1.724 obras que componen su colección permanente han sido realizadas por mujeres.
Con motivo del Bicentenario del Prado, la pinacoteca ha querido compensar esa escasez de féminas artistas en sus paredes con la exposición Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Y no ha sido la única. La creativa Teresa Ordás ha utilizado sus paisojos para contribuir a ensalzar el papel de las mujeres también en el mundo del arte. Para eso, se ha servido de las miradas de esas trabajadoras dell Prado para mostrar, en forma de reflejo, la obra de Sofonisba y Lavinia.
Leticia Ruiz pasea con tranquilidad por la salas de la exposición Historia de dos pintoras… con el relax y la complicidad de quien conoce al detalle las voces que hablan desde cada cuadro. Es la comisaria de la muestra. «En el siglo XVI, ser mujer y pintora fue motivo de asombro y sorpresa, pero en el siglo XXI el trabajo de las mujeres ya no puede tratarse como una anomalía, debe contextualizarse y valorarse exactamente como el de los hombres», dice mientras reposa su mirada ante Constanza Alidosi, el óleo de Lavinia Fontana.
Con su trabajo, Ordás crea el vínculo digital entre el arte pictórico femenino del XVI y las mujeres del siglo XXI gracias al proyecto Mujeres que miran a otras mujeres en su arte, una serie que pretende poner el foco en la escasa obra realizada por mujeres que hay en los Museos. «No se trata de retratar el arte, sino de reflejar una nueva mirada sobre él, como una metáfora de nuestro tiempo, con fotos que nacen y se desarrollan dentro del smartphone para tomar vida en el mundo de las redes sociales».
La serie se inició el año pasado en el Thyssen, donde el número de obras de mujeres expuestas dobla al del Prado, y en el Museo Reina Sofía, «donde entra el arte femenino del siglo XIX y XX como una bocanada de aire fresco», dice Ordás. En ambos museos las fotografías se tomaron en los ojos de periodistas y estudiantes de Bellas Artes. Es el Museo del Prado el que toma la iniciativa de que sean las propias mujeres que trabajan en el museo quienes reflejen en sus miradas esta exposición dedicada a la obra de las dos pintoras.
Mujeres que miran a otras mujeres en su arte es una reivindicación ante la escasez de obra en tiempos en los que los oficios de la pintura y escultura estaban prácticamente vetados al mundo de la mujer, salvo como musas o modelos. Para Teresa Ordás, obras de Louise Bourgeois, Patricia Gadea, Goncharova o María Blanchard no tienen género como arte, pero sí necesitan reivindicarse desde su mínima representación femenina, como estandartes de nuestra historia del arte.
Este tipo de fotografías entra de lleno en el mundo digital a través de las redes sociales y proponen una llamada de atención a un público ajeno, por lo general, al mundo del arte. «Ya sea el reflejo de un cuadro de Sonia Delaunay en la pupila o un autorretrato de Lavinia Fontana, impregna en quien lo ve el recuerdo ineludible de la imagen, el de propia obra, y la reivindicación de haber sido hecho por una mujer a expensas de su tiempo», concluye Teresa Ordás.