A todo esto del fin del mundo yo le veo un problema. No tengo ni pajolera idea de a qué hora es. Necesito, como comprenderán, hacer mis planes: cambiarle el pañal a mi hija, que no se sabe que habrá después del fin, calcular la dosis de monguis para salir de este mundo con una sonrisa y llamar a PJ Harvey para decirle que la amo. Hay que contar con la posibilidad de que, finalmente, nada ocurra pero, desde luego, no será porque no haya motivos por los cuales merezcamos el exterminio. Aquí van algunos.
El anuncio de Campofrío me hizo ponerme a pensar. En primer lugar caí de la contradicción que supone que, de pequeño, lo flipase con Fofito y ahora me dé mucha grima. Luego está el tema de que un comercial con Chiquito de la Calzada y Chus Lampreave no puede ser malo. Hasta que ves que también sale Feliciano López David Ferrer y pides tiempo muerto. En lugar del currículum de Fofito, que bien podría disfrutar de una más que merecida jubilación, podrían haber redactado el de uno de los 1800 currantes que se quedaron en la calle hace tres años.
Sin embargo, lo que más me soliviantó es ese tufo que ya percibí en la campaña de «Esto lo arreglamos entre todos», esa suerte de «Circulen. Sigan trabajando. Aquí no hay nada que ver. No es necesario que se paren a cuestionarse cuáles son las causas de este drama». He visto a muchas personas celebrar el mensaje en positivo del anuncio del fabricante de chopped sin darse o querer darse cuenta de que lo que eso provoca es eliminar la crítica a nuestros vicios como ciudadanos y como sociedad.
Además, el hecho de que la marca vincule la solicitud de donaciones a la Cruz Roja con la difusión en redes sociales de una campaña que, recordemos, es para lucro propio, hace plantearse algunos conceptos éticos.
Es cierto que este planeta y sus habitantes tienen cualidades y valores por los que seguir luchando y conseguir la salvación. Pero como nos hemos levantado un poco cabrones, aquí van unos cuanto motivos por los que deseamos que el apocalipsis maya sea una realidad de la que solo se salven los que vayan en la nave de íker Jiménez.
1) Porque somos tan miserables que solo pensamos en salvar nuestro trasero. Ejemplo.
Emilio Monteagudo, inspector jefe de la Policía Local de Madrid: «No hubo botellón». Ergo esto que ven aquí abajo es la cena de empresa de Médicos del Mundo (Foto: El Mundo).
2) Porque tras una masacre en un colegio, alguien tiene ideas tan brillantes como armar a los maestros para que no vuelva a ocurrir. Ya puestos, ¿por qué no a los alumnos?
3) Porque a alguien le parece guay utilizar la crisis de manera mentirosa para desarrollar políticas que miran al siglo XIX. En un país en el que solo por ser mujer en un puesto que no sea de responsabilidad percibes un 13% menos de salario medio que un hombre (33.2% si el puesto es de responsabilidad), un diálogo como este podría darse con toda naturalidad.
– Huy, es que no hay dinero para mantener la oficina de ONU Mujeres
– Pero señor ministro, no nos cuesta nada.
– Ehm, ya, pero… ¡es que no es necesaria!
4) Porque es evidente que no todos vivimos en el mismo planeta. Mientras que la gente se queda en la calle y se mata por desesperación que les provoca tal circunstancia, en una realidad paralela políticos que han contribuido a construir ese escenario espetan sin reparo un «que se jodan» como una catedral.
5) Porque alguien pensó que las ONGs eran sus enemigas y que, en lugar de vacunar a sus compatriotas contra la polio, estaban inoculándoles un veneno cuyo objetivo era exterminarles. Así que para evitar eso, se invirtió el sentido del exterminio y se forró de plomo a casi una decena de trabajadores de la campaña de vacunación. Y todo bendición divina.
6) Porque mientras que alguno de los cargos que nos gobiernan (¡o cualquier persona!) considere guay ponerse las pelotas sangrantes de un ciervo en la cabeza, nos merecemos cualquier cosa que nos pase.
7) Porque en el año 2012 aún no hay ninguna religión que tenga a Neil Young como dios y a Crazy Horse como sus profetas.