Entras en una sala oscura, te pones las gafas y los auriculares, y apareces en una playa islandesa junto a Björk. Solos los dos. Ella canta para ti. Puedes mirar las olas, el horizonte, un faro, entretenerte con las rocas volcánicas, todo ello con Björk a tu alrededor cantándote, mirándote. Esto ocurre en la segunda sala de Björk Digital. La cantante ejecuta Stonemilker, la primera canción de su álbum Vulnicura, y a través de la realidad virtual logra establecer un vínculo con el oyente muy preciado: la intimidad. Si antaño te encerrabas en la habitación a oscuras con el walkman para lograrla, ahora la experiencia rompe fronteras, puedes fugarte con tu artista a un lugar lejano, idílico, imaginario.
Rosa Ferré, jefa de exposiciones del CCCB, explica que la muestra nace de la voluntad de la cantante de «imaginarse nuevos formatos de relación con el público». A mediados del siglo pasado, a través de la aparición de los discos de siete pulgadas se creó una industria con un tipo de canción específica, corta y directa. El LP permitiría después a los virtuosos poner de moda largos desarrollos instrumentales y en los 80 la aparición del videoclip redefinió el concepto de pop star con la introducción de nuevos recursos narrativos y estéticos. Ahora, según ha explicado, por ejemplo, el productor Suso Sáiz, los festivales han cambiado la música en tanto en cuanto los grupos crean y orientan sus estribillos a que funcionen en este tipo de conciertos.
Si partimos de la base de que a lo largo de la historia la industria o el modelo de negocio han perfilado los géneros musicales y creado otros nuevos, la sensación que deja la exposición Björk digital es que estamos asistiendo a la primera página de un libro en blanco en el que se escribirá la relación que se produzca entre música pop y realidad virtual. Llegar a casa después del trabajo, sentarse en el sofá, ponerse el casco y desaparecer a una isla desierta con tu músico favorito sí que se parece un poco al futuro que nos prometieron.
Esta exposición ha llegado a Barcelona por iniciativa del Sónar. Cuenta Ferré que no fue fácil negociar con la artista. «La idea no es un producto cerrado que lance a diferentes salas del mundo», advierte. Para ella es una especie de experimento, utiliza estos espacios bien escogidos para ver cómo funciona su obra y va modificando o creando nuevas piezas según el feedback que recibe. Es una muestra de su trabajo que está viva. Ferré asegura que lo que se vio en Londres y lo que habrá en Barcelona durante todo el verano, hasta el 24 de septiembre de 2017, ha cambiado mucho.
Finalmente, Björk eligió Barcelona entre otras ciudades por su cariño al Sónar y en todo momento ha mantenido el control de la exposición. «Ella es la comisaria, ella ha pautado la experiencia, se ha encargado de todas las piezas, ha estado encima de todo, hemos trabajado con ella en todo», resume Ferré. No en vano, su disco Vulnicura, del que se han extraído las canciones de esta ópera tecnológica en actos, tiene un carácter profundamente personal, es la narración pormenorizada de la ruptura con su pareja, el padre de su hija, el también artista Matthew Barney.
Se inicia con la pieza que el MOMA encargó a Björk para su canción Black Lake. La sala consta de dos pantallas panorámicas enfrentadas, donde interpreta el tema con dos actuaciones diferentes y, gracias a un sistema especial de sonido instalado para la ocasión, dependiendo del lugar donde uno se sitúe o se vaya moviendo la percepción del sonido es sensiblemente diferente. El clip fue grabado junto a su viejo colaborador Andrew Thomas Huang. Un corte que no puede ser más contundente como entrada a una epopeya en toda regla sobre su separación. La escribió a los pocos meses de su divorcio y las invectivas no están escondidas tras metáforas. «No tienes nada que ofrecer, tu corazón está hueco», susurra en los últimos versos.
La primera experiencia con realidad virtual llega en la siguiente sala. Stonemilker la escuchamos a solas, a su lado, en la aludida playa. En ella está la semilla de toda esta exposición. Rodar Black Lake, entre montañas, con animaciones de lava negra que salen de su cuerpo, llevó dos años. Para el siguiente vídeo quería algo más sencillo.
Cogió una cámara de 360 grados que acababa de salir al mercado y se fue a la playa a probarla. En pocas horas lo tenían, casi sin esfuerzo. Esas imágenes en 3D poco tiempo después fueron expuestas en Australia y a Björk se le quedó grabada la reacción de los visitantes. Se cogían de la mano, algunos lloraban. Ahí empezó todo. Por su parte, en la letra, le dice a su ex que era como «ordeñar una piedra» y habla de una herida que luego tendrá su importancia al final de la exposición.
En la siguiente estancia, la realidad virtual nos lleva al interior de la boca de Björk. Mouth Mantra la compuso poco después de sufrir una intervención en las cuerdas vocales. En esta especie de Fantastic Voyage, como la película de Richard Fleischer y Raquel Welch, nos encontramos con la faceta más vulnerable de la cantante. Su idea, en esta fase de esta obra catártica, es transmitir que si se acepta la fragilidad que hay en cada uno, nos empoderamos.
Así llega Notget, también en realidad virtual, un escenario dirigido por Warren Du Preez y Nick Thornton Jones en el que la protagonista se convierte en polilla con una máscara de su estrecho colaborador James Merry, con el que lleva trabajando durante años en diseños de vestuario basados en mariposas, plantas y fusiones de la era victoriana y la tecnológica.
En los últimos actos, pasamos a una pequeña cabina donde, todavía en realidad virtual, presenciamos Quickland y Family, dos piezas en las que podremos, con dos mandos, manejar los hilos que coserán la herida de Björk. La primera es una actuación en Tokio en realidad virtual retransmitida en directo el año pasado vía streaming, en la que con una serie de modificaciones recorremos junto a ella un pasaje onírico. Aquí su presencia llega a ser incluso invasiva, tanto que su figura se arrodilla frente a nosotros y nos atraviesa en un sentido literal, para pasar al segundo corte en el que sintetiza toda su trayectoria en una atmósfera psicodélica. De esta manera, concluye un recorrido, sentencia Ferré, que demuestra que «del dolor se puede sacar algo fértil, algo bueno».
La exposición se completa con una proyección de todos sus clips durante casi un cuarto de siglo de carrera y otra apuesta más de la cantante en su búsqueda insaciable por explicar la música a través de la tecnología. Se trata de una app programada para su penúltimo álbum, Biophilia, que permite recomponer las melodías del disco con una serie de herramientas que vinculan el cosmos y el mundo animal. Un concepto completamente novedoso que ha sido incorporado a los programas educativos del Nordic Council (Islandia, Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia) como materia curricular.
Es la constatación, en este caso, de que la otrora considerada fría tecnología puede dotar de vida a la música convirtiéndola en una experiencia colectiva. El nuevo artista ya no dicta su creación, sino que comparte su sensibilidad con la del oyente y da como resultado una composición única que queda entre los dos.
Björk Digital
Exposición de realidad virtual
14 junio – 24 septiembre 2017
—
Un reportaje de Yorokobu para CCCB
Algo bonito eres tu quien lo lees
Hi Yorokobu,
I follow your work on instagram and totally love it.
I’m working on a social project in India called ‘FeelLike’, if you can do some design on it, I’d really really really appreciate. Thanks.