Los ilustradores se pasan el día dibujando, es su trabajo. Pero hay quienes además pasan la mitad de su tiempo frente a la pantalla de sus ordenadores coloreando o añadiendo texturas a sus dibujos. Abel Jiménez trata de pasar el menor tiempo posible ante el ordenador para dedicar mucho más a la aventura manual.
Su estilo, chiflado e infantil según él, tiene mucho de eso. De largas horas frente a los bocetos, a los que les dedica tiempo y desde los que investiga los colores.
Abel comparte casa, estudio, ideas, inquietudes y mucho más con la diseñadora y bordadora Lana Pelana, y juntos forman un tandem artístico. “Desde hace un año estamos centrados en Paiorfa, un proyecto editorial de fanzines para niños, y en pocos días estrenaremos nueva colección con uno inspirado en la trilogía de Corfú, de Gerald Durrell y dibujado por mí”, comenta el dibujante de Dénia.
Jiménez es de formación autodidacta, se recuerda desde siempre dibujando y devorando cómics. Trabajó en librerías y tuvo la suya propia. “Estaba especializada en tebeos, y allí tuve mucho tiempo libre para escanear mis dibujos y la oportunidad de trastear con programas de edición gráfica”, explica. Luego, la librería cerró y se buscó las habichuelas por muchos lados hasta que optó por vivir de su talento. Y así, desde 2008, se dedica en exclusiva al diseño gráfico y sobre todo a la ilustración.
En su tiempo libre, se dedica a investigar texturas, fondos y materiales en proyectos personales haciendo que su trabajo comercial y el artístico se dividan al 50%. Su inspiración nace de muchos lados, de pelis, libros, tebeos y también, de la fuente inagotable que es internet. “Ahí me he encontrado un montón de artistas que me hubiera sido muy difícil conocer de otra manera. Así a la cabeza me vienen Syd Hoff, Abner Graboff, Quentin Blake o Eduardo Muñoz Bachs”, apunta.
Abel no para. Ahora está desarrollando el proyecto de un libro infantil sobre lo que mola coleccionar cosas.