Algo más que garabatos de aburrimiento

¿Quién no ha pintado garabatos en clase, en el trabajo, en una reunión coñazo o cuando te llaman por teléfono? Chamo San, empezó así, por distracción mientras se aburría en clase. Su boli nunca le fallaba y su mano no solo hacía garabatos. El ilustrador de Barcelona se licenció en Bellas Artes aunque como él dice, allí no aprendió una maldita técnica.
Chamo San está especializado en el dibujo realista a bolígrafo. Esta técnica puesta de moda por el jienense Juan Francisco Casas es la que más frutos le está dando al catalán a pesar de que cree que aún no ha encontrado su verdadero estilo.

Su trabajo, según él, es meticuloso, “mi proceso creativo es bastante simple, mis obras lo son a nivel técnico y conceptual. Estos dos aspectos son los que tengo que trabajar. Hasta ahora mis obras han funcionado y creo que seguirían funcionando mientras dibuje chicas guapas con poca ropa, pero me interesa poder explicar algo con mi obra. En cuanto a lo técnico, ahora trabajo exclusivamente con boli y es un proceso largo. Las obras grandes de 1x2m, pueden ocuparme hasta 2 semanas, aunque no suelo trabajar todo el tiempo en una sola pieza exclusivamente. Aligerar este proceso es una necesidad para mi salud mental. Al trabajar con boli, no es fácil poner el piloto automático ya que no puedo equivocarme. Por lo tanto empiezo con muchas ganas, pero acabo muy cansado”, comenta.


Actualmente, quiere seguir trabajando el dibujo figurativo, pero también siente la necesidad de investigar nuevos terrenos para encontrar otros resultados. Mientras tanto, el trabajo no le falta, una portada de disco, varios encargos de retratos, marcas que le llaman para colaborar y una “no exposición”.

Su nombre es un juego de palabras con historia. Su padre fue segundo entrenador de fútbol de la selección de Guam en el Pacífico. “El gentilicio y el idioma de allí es el Chamorro. De eso a Chamo hay un paso, así que desde pequeño me llamaron así. El San no es precisamente por ser un santo. Hice Taekwondo y mis amigos me ponían erróneamente «San» como el honorífico japonés que se usa para mostrar respeto”.



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