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¿Aceptar el doping es una opción?

Voy a empezar este post por el final para que quede clara mi postura desde el principio: Estoy totalmente en contra del doping en cualquiera de sus formas y de obtener ventaja en el rendimiento mediante métodos ilegales. Dicho esto, quiero poner encima de la mesa una serie de argumentos que van un poco más allá del simple ‘juicio de los tramposos’. 

Escuchando un podcast en el que Bill Simmons (ESPN) y Malcom Gladwell (Outliers y Blink) hablan del nuevo documental titulado 9.79* que trata sobre el positivo de Ben Johnson en Seul 88, Gladwell hacía unas reflexiones interesantes: ¿Por qué es doping tomar EPO para mejorar el rendimiento en una etapa del Tour de Francia y no lo es inyectar las hormona del crecimiento para acelerar la recuperación? ¿No se está alterando artificialmente el rendimiento del cuerpo para rendir más recuperándolo antes? ¿Por qué no es doping insertar un ligamento en mejor condición que el tuyo propio en una rodilla lesionada para recuperarte y volver a rendir a un nivel superior?

Si los niveles de testosterona son variables en cada uno de nosotros -no sólo respecto a los demás, sino en nosotros mismos en función de nuestra edad (bajan según nos hacemos mayores) o lo que nos esté sucediendo en un momento determinado (por ejemplo, suben si nos comunican que nos dan un ascenso)-, ¿por qué es doping volver artificialmente a los niveles de testosterona que nosotros mismos tenemos en condiciones normales o hemos tenido en algún momento de manera natural?

En el Comité Olímpico de los EEUU se han identificado más de 2.000 casos de tests positivos que se han resuelto con un veredicto de ‘utilización inconsciente’ (‘inadverted use’) de sustancias prohibidas porque interpretaron que no había intención de obtener una ventaja. Uno de estos casos es el del propio Carl Lewis, que se achacó a una medicina para el constipado.

Además, está esa sensación que existe en el deporte de élite (especialmente en aquellos en los que pequeñas diferencias realmente te hacen ser una estrella o un deportista del montón) que prácticamente te ‘obliga’ a pasar por el aro del doping si quieres estar al nivel de los mejores.

Se escucha en los corrillos de los profesionales que «todo el mundo lo hace» y «no voy a ser yo el tonto que no lo haga y arriesgarme a perder una beca, o un sponsor, o un título». Como decían al principio del documental: «If you don´t take it, you won´t make it».

El Dr. Wade Exum fue el Director de Control Antidoping del Comité Olímpico de los EEUU durante 10 años y decía que el doping siempre iba a estar por delante de la ley. Él declaraba en una entrevista «… es el propio sistema el que hace que los deportistas tengan que tomar esta decisión. Si no podemos hacer nada para sacar el doping del deporte, tendremos que aceptar que el doping va a estar en el deporte».

Ya existe el doping en otros deportes (desde la visión de ventaja en el rendimiento) y lo aceptamos así. En la Fórmula 1, Pedro de la Rosa (HRT) nunca podrá competir con Vettel (Red Bull) o Fernando Alonso (Ferrari). En la Hípica, un jinete mediocre puede ganar teniendo el mejor caballo. ¿A lo mejor esto consiste en ser capaces de gestionar el doping en el deporte?

En un momento de la conversación de Simmons y Gladwell, se hizo la siguiente pregunta: «Si tuvieras la certeza de que tu hijo va a ser una estrella del deporte ¿qué deporte elegirías?». Y esto es lo que respondió: “Hace 30 años habría respondido que cualquier deporte. Pero hoy mi respuesta es ninguno, no deseo que uno de mis hijos tenga que pagar el precio que requiere ser un deportista de primer nivel”.

Da que pensar, ¿verdad? Es una prueba más del enorme daño que todo lo relacionado con el doping ha provocado en el deporte.

9.79*

 

Ángel Sanz es rainmaker de CLC

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