Claudia Schiffer aparece en el descanso del Alemania-Argentina para aconsejarnos comprar un Opel Astra. El anuncio, archiconocido a estas alturas, pertenece a la campaña europea de Opel para 2014 y, además de mostrar que la buena de Claudia mata el tiempo metida en formol, pone a la ingeniería alemana como garantía de fiabilidad.
Y es que Alemania vende. Tanto vende que hasta ha ganado el mundial. ¿Hay algo en lo que no haya salido ganando Alemania en los últimos años? Merkel se ríe con toda la resonancia de su caja torácica alemana y –por qué no rebozarse en los clichés– se desayuna una frankfurter salchichen con jarra de una de las tantas cervezas de producción alemana, mientras llama al presidente del Bundesbank para que pida una subida de los tipos de interés. «¡Ya está bien! ¡Los ahorradores alemanes tienen que obtener más rédito por sus ahorros!», y vuelca el plato de salchicha cuando cuelga el teléfono.
En un Frankfurt aberlinado o un Berlín financiero, toda una capital de rascacielos, el presidente del Bundesbank charla amigablemente en una jornada de puertas abiertas de su banco. Dice que entiende la irritación de los ahorradores alemanes, que desearían tipos de interés más altos, y tacha a la política monetaria europea de «demasiado relajada». El Deutsche Bundesbank vigila de cerca al Banco Central Europeo, cuya sede también está en Frankfurt, hogar de las salchichas como Hamburgo lo es de las hamburguesas, aunque esta comida ahora sea más americana que la bandera de barras y estrellas.
Un chorreo de cerebros, ingenieros y otros cualificados emigra a Alemania, mientras el FMI estima que la locomotora de Europa crecerá a un 1,8% en 2014 y a un 2% en 2015. Los medios de comunicación, siempre a lo suyo, corren a sacar imágenes de las WAG (wives and girlfriends) de los jugadores teutones y a Mario Götze, el héroe wagneriano de la final, sus compañeros de selección lo llaman Götzinho, quién sabe si esto es recochineo o un homenaje a Brasil.
Alemania nunca ha estado tan en la palestra desde la caída del Muro (bastante atrás quedan las dos guerras mundiales; del Sacro Imperio Romano Germánico ni hablamos, solo por el nombre entraría en el cajón de la leyenda). Tanto es así que General Motors (la empresa estadounidense propietaria de Opel) usa esta fama para vender coches.
El anuncio de Opel nos recuerda que la ingeniería alemana es la leche: tan sólida que no se romperá el motor de su coche (si nos lo compra), tan duradera que ya ve cómo sigue la Schiffer de radiante y tan fiable que es alemana, ¿acaso su país ha sorteado mejor la crisis? Ah, que el anuncio se emite en España. Perdón, tampoco queríamos hacer sangre.
Para la final del mundial en España había dos clases de hinchas. Excluyendo a los argentinos residentes y a los alemanes jubilados de la costa del Sol y Baleares, la gente iba con quien menos rabia le daba que ganara. Un bando quería que perdiera Alemania, ¿por qué?, si hacen buen fútbol los muchachotes germanos y marcaron un 7-1 a Brasil, que lo de ganar por mucho siempre genera una honda simpatía, porque al final a la gente le gusta ser del que gana (excepto a la afición del Atleti hasta hace un par de años). ¿Por qué? Si es un país europeo y así empatamos en número de mundiales con América (que entren Estados Unidos y Canadá en esta denominación suena a risa pero bueno). Pues porque ya aburre que a Alemania le salga todo redondo: vender cerveza, fabricar coches, regatear a la crisis, el mundial.
Por cierto, ‘guten morgen’ será buenos días pero lo de ‘guten’ tiene un aquel a gusten, disfruten, y ‘morgen’ recuerda a morgue solo que pronunciado por un extranjero. Lo dicho, a disfrutar de la morgue mientras Alemania gana.
Foto de portada: Digital Cat, reproducida bajo licencia CC.